Mons. Mestre: "Cada familia debe ser la primera escuela de amor"
- 29 de diciembre, 2021
- Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA)
En el día de la Sagrada Familia, el obispo de Mar del Plata resumió en tres puntitos su enseñanza de este domingo: sobrepasar los desencuentros, ser escuela de amor, y consagrar a la familia.
Monseñor Gabriel Mestre, obispo de Mar del Plata reflexionó en sus tradicionales tres puntitos sobre el rol de la familia y el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret.
Una familia con desencuentros y situaciones de crisis
El obispo reparó en que “muchas veces sentimos a la Sagrada Familia un poco lejos de la realidad de nuestras familias: Jesús es Dios, María santa inmaculada y José es santo”.
Sin embargo, señaló que “el texto evangélico que hoy compartimos, el Niño Jesús perdido y hallado en el Templo, nos presenta una situación que puede acercar la realidad de la Sagrada Familia a las nuestras. La clave puede verse reflejada en las palabras desencuentro y crisis”.
Y profundizó: “En el seno de la Familia Santa de Nazaret se da una situación de desencuentro, no pecaminoso, pero desencuentro al fin. Hay una suerte de crisis en la vida interior de la Sagrada Familia que tiene que ver con la misión de Jesús y las expectativas de María y José”.
En línea con esto, observó que “los desencuentros son parte de la vida familiar. No hay familia, no hay vida sin desencuentros. Es cuestión de aceptarlos y tratar de que no sean fruto de nuestros pecados, rencores y egoísmos”.
La familia primera escuela del amor
En este punto, resaltó la segunda lectura, que “nos da la clave para buscar imitar en nuestros hogares las mismas virtudes de la Sagrada Familia” a través del mandamiento del amor.
En ese sentido, destacó que “la familia es el primer lugar donde se aprende el amor, donde se experimenta el amor. No en un sentido teórico sino en un sentido profundamente existencial: amando y dejándose amar, cada día, en cada circunstancia. La pedagogía del amor familiar implica ejercitarse en dar y recibir amor”.
Y exhortó: “Como la familia de Nazaret, cada familia debe ser la primera escuela de amor para que así cada uno de sus miembros pueda ser fermento de ese amor en medio de la vida, la comunidad, el ambiente, la sociedad y el mundo”.
Una familia que consagra todo al Señor
Por último, se refirió a la primera lectura en la que Ana “consagra y ofrece su hijo Samuel al Señor. Hoy podemos imitar en nuestras familias esta actitud de consagrar y ofrecer todo a Dios. Lo bueno y lo malo, lo fácil y lo complicado, lo gozoso y lo doloroso, lo luminoso y las tinieblas”.
Además, invitó a que “sobre todo, cuando tocamos el límite de lo humano y de nuestro esfuerzo, saber y ejercitar la actitud de Ana que consagra y entrega todo al Señor”.
Para terminar, agregó: “Esta vida de oración familiar quedó consagrada por esa hermosa frase que nos regaló San Juan Pablo II el 26 de octubre de 1997: 'La familia que reza unida, permanece unida'”.+