Mons. Uriona: 'Pidamos, a través de san José, la gracia de vivir con esperanza y con entrega'
- 20 de marzo, 2024
- Río Cuarto (Córdoba) (AICA)
"Cuando nos ponemos a disposición en un auténtico servicio, estamos entregando así, la vida por Jesús y por los otros, y esa vida es la que se gana", sostuvo el obispo de Río Cuarto.
El domingo 17 de marzo, monseñor Adolfo Uriona, obispo de Río Cuarto, celebró la misa del quinto domingo de cuaresma en la capilla de San José, de la banda norte.
En la homilía, compartió su alegría de celebrar la Eucaristía de la última semana de Cuaresma y la preparación para las fiestas patronales de la capilla por San José, y señaló que, al terminar la Cuaresma, nos preparamos para vivir la Semana Santa, que “es la semana más importante del año para los que tenemos fe cristiana, porque en ella vamos a volver a vivir nosotros personalmente, en nuestras comunidades, toda la Iglesia va a volver a vivir la pasión, muerte y resurrección de Jesús”.
“El Evangelio que hoy nos propone la liturgia, según San Juan, son las últimas palabras que dijo Jesús antes de entrar en el clima de la pasión, es decir, en la Última Cena; las últimas palabras que dijo así, en público y con sus discípulos, y este texto se encuadra después de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén, que es lo que vamos a celebrar el Domingo de Ramos”, expuso.
“Cuando Jesús entra en Jerusalén, y toda la multitud lo vivaba, se ve que había algunos griegos que habían ido para la fiesta de Pascua, paganos griegos, pero adherentes a la religión judaica y querían conocer a Jesús. Por eso, se acercaron a Felipe, y justamente Felipe tiene un nombre griego", señaló.
Y agregó el prelado: "Entonces, le dijeron que querían ver a Jesús, y cuando Jesús escucha eso, comienza a dar estas palabras referente a lo que va a vivir dentro de muy poco. Y cuando Jesús habla de la hora que ha llegado para Él, toma tres pequeñas parábolas, con las que muestra el sentido de la pasión”.
Y desarrolló a continuación: “Jesús dice: ´Ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre va a ser glorificado´, y se refiere justamente a la transformación que recibirá Él, todo Él, su cuerpo, su alma, a través de la muerte y de la resurrección. Glorificación que hará el Padre. La primera de estas tres pequeñas parábolas es la del grano de trigo que muere. Justamente, la muerte es apariencia, porque si el grano de trigo no muriera, no sirve para nada. En cambio, esa muerte es lo que después traerá la vida, creará la nueva planta. Es la primera parábola que usa Jesús para decir la importancia de que Él entregue su vida y de que nosotros entreguemos nuestra vida para que fructifique”.
Luego, siguió: “La otra parábola que Jesús refiere es la del servidor. Donde yo esté, estará mi servidor, que Jesús nos dice que Él es el que nos propone el servicio como actitud fundamental".
"Y es lo que hará en la noche de la última cena cuando lave los pies a sus discípulos”, expresó monseñor Uriona.
“Después, también el Padre, que lo va a glorificar, tomará la vida que Jesús entrega. Por eso, Él va a decir: ´El que quiera salvar su vida, la perderá. En cambio, el que la entregue, la ganará´. Acá se habla de apego y no apego a la vida, entendiendo esto como que quien quiera aferrarse a esta vida, la va a perder. En cambio, el que renuncie a esta vida por valores superiores, la va a ganar con creces. Y eso es lo que vivieron los mártires. Los mártires justamente renunciaron a su propia vida, fueron martirizados porque había otros valores más grandes por los cuales entregar esa vida”.
En este sentido, el obispo planteó “¿Qué nos dice a nosotros?: nos dice que es importante aprender a entregar la vida en las pequeñas cosas de todos los días y, fundamentalmente, a través del servicio. Cuando nosotros nos ponemos a disposición de los demás, en un auténtico servicio, cosa que cuesta, pero que vale la pena, entonces estamos entregando así, día por día, la vida por Jesús y por los otros. Y esa vida es la que se gana, la que después obtiene la vida eterna”.
Antes de finalizar, el diocesano mencionó: “En relación con el evangelio del domingo pasado, cuando Jesús dice que va a ser levantado en alto y que va a dar la vida eterna a los que creyeran en Él, esto nos hace mirar la muerte con otra visión. La muerte no es entrar en la oscuridad de la nada, sino que la muerte es entrar en la luz donde el Padre nos recibe con los brazos abiertos. Hay que pasar el difícil trance de la muerte, y lo sentimos y nos dolemos mucho cuando la vivimos en amigos, en vecinos, en personas queridas. Pero sabemos que con la muerte no termina todo, sino que viene la vida eterna. Es un texto cargado de esperanza que nos invita a todos nosotros a vivir la Semana Santa con este espíritu”.
“Le pedimos al Señor, a través de San José, el hombre silencioso, pero que hizo siempre el plan de Dios, que nos conceda la gracia de vivir esta página del Evangelio en nuestra vida cotidiana”, concluyó monseñor Uriona. +