Mons. Mestre: "El que estaba al costado del camino ahora se transforma en discípulo"
- 28 de octubre, 2021
- Mar del Plata (Buenos Aires)
En su homilía dominical, el obispo de Mar del Plata reflexionó sobre las cegueras espirituales y meditó sobre el proceso de dejar el manto de las seguridades y convertirse en discípulo.
En su reflexión de este domingo 30° durante el año, monseñor Gabriel Mestre, obispo de Mar del Plata exhortó a "estar atentos a la ceguera espiritual", a "arrojar el manto de las seguridades" y a "ser discípulo facilitador para los demás". Resumió estos mensajes en tres aspectos.
Nuestras cegueras
En el primer punto, monseñor Mestre señaló lo complicado de la ceguera espiritual, “la no videncia ante la verdad de Dios que se manifiesta ante nuestros ojos de múltiples formas”.
En ese sentido, retomó el refrán popular “No hay peor ciego que el que no quiere ver”, y agregó: “Somos muchas veces, como Bartimeo, ciegos al costado del camino de la vida. Varios de los conflictos vinculares que tenemos a nivel familiar y social parten de visiones diversas de la realidad que reflejan la enfermedad de la ceguera espiritual en distintos grados. Muchas veces la ceguera no es total y se traduce en una suerte de distorsión de la realidad”.
Por eso, invitó a preguntarse: “¿Soy testarudo y cerrado cuándo los otros me quieren acercar a la verdad para que la pueda descubrir? ¿Cómo reacciono ante aquellas realidades que no termino de ver?, ¿busco darme tiempo, orar, pedir consejo, ser prudente en las decisiones?, ¿o tiendo a endurecerme más y ser obtuso y resistente con la misma visión de la realidad que se impone en mi vida?”
Arrojando su manto
Esta vez, el obispo remarcó un gesto de Bartimeo que “muchas veces pasa desapercibido”: el ciego arroja su manto. Con relación a esto, aclaró que “el manto representa el centro de la seguridad para la vida de un ciego en la época de Jesús. De día le permitía estar encima y, sobre todo, juntar las monedas y algún otro objeto que se le daba como limosna. De noche, el manto protege del frío fuerte de las zonas desérticas”.
Y profundizó: “Que Bartimeo arroje su manto ante la invitación de Jesús representa el abandono de todas las seguridades humanas en pos del único que puede salvarlo, rescatarlo y darle sentido a su vida: Jesucristo”.
Como discípulo, seguirlo por el camino
Por último, destacó que “Bartimeo tiene conciencia de su ceguera. Por eso cuando llega el Médico Divino no vacila en gritar. Sus ojos están oscuros pero su garganta es potente y logró molestar a los que están cerca. No vacila en pedir piedad, compasión, perdón, misericordia a Aquel que puede darle la vista”.
Sobre este episodio, monseñor Mestre concluyó en que “el que estaba al costado del camino ahora se transforma en discípulo, es decir, el que sigue a Jesús en su camino”.
Y reiteró: “Ha hecho experiencia de encuentro con el Señor que lo ha sanado y ahora es un discípulo que comenzó a ver. Esto implica comprometerse en ser instrumento del mismo Dios ayudando a los demás a liberarse de las cegueras espirituales. El discípulo es facilitador para los demás, en el encuentro con el Dios que devuelve la vista, que los hace ver”.
Y concluyó: “No hay que ser como los primeros que reprenden a Bartimeo para que no grite más, sino como los segundos que le dicen: ‘¡Ánimo, levántate! Él te llama’”.+