Mons. Corral animó a ser "espacio y casa para acoger a todos"
- 31 de marzo, 2021
- Añatuya (Santiago del Estero) (AICA)
El obispo de Añatuya, monseñor José Luis Corral SVD, presidió el 30 de marzo la Misa Crismal. En su homilía llamó a preparar el corazón y la comunidad para celebrar la Pascua.
En vísperas de la Pascua del Señor, el obispo de Añatuya, monseñor José Luis Corral SVD presidió la Misa Crismal, concelebrada por el presbiterio local.
En su homilía, monseñor Corral subrayó el pasaje del Evangelio en el que Jesús manda a sus discípulos a preparar el lugar donde iban a celebrar la Pascua, e invitó a los fieles a detenerse en ese mandato-pedido: “Preparen el lugar”.
“Llevamos viviendo un año muy difícil y duro en todos los sentidos; vamos aprendido muy bien la importancia de preparar los lugares para que estén adecuados y acondicionados a las nuevas situaciones sanitarias que nos afectan. Hemos tenido que ir preparando lugares para nuestras diferentes actividades cotidianas: el trabajo, las clases, las celebraciones de la fe, los encuentros familiares y pastorales”, enumeró.
“En medio de todo lo que acontece, escuchamos nuevamente a Jesús que nos dice: ‘Vayan y preparen un lugar para celebrar la Pascua’. Que no pase su Pascua inadvertida, que no llegue como una fecha más en el calendario, que no quede tapada por lo que nos inquieta o preocupa, que no quede reducida a unos ritos conocidos. Celebrar la Pascua es permitir que irrumpa el gozo de la vida nueva, es dejarnos alcanzar por su luz y gracia que todo lo transforma, es hacer la travesía hacia la libertad y el amor”, animó.
“Pero para celebrar la Pascua antes hay que preparar el lugar, preparar el corazón, preparar la comunidad para que nos llene de sentido y vida, para que nos reavive en la fe y esperanza, para que acreciente nuestras ganas y entusiasmo”, advirtió.
“Hoy, reunidos en la Misa Crismal, agradecemos nuestra vocación sacerdotal, renovamos nuestras promesas sacerdotales y el compromiso con la Iglesia, bendecimos y consagramos los santos óleos. Es una ocasión para reconocer nuestro lugar junto a la mesa del Señor y en medio del santo pueblo fiel de Dios al cual nos debemos enteramente”, consideró. “Ese en un lugar que no lo hemos ganado por méritos, ni por concurso, ni por acomodo; es un lugar donde el Señor nos llamó a ocupar para seguirlo a Él y para el servicio de los hermanos”, destacó.
Recordando que tanto en el nacimiento como en la muerte de Jesús, “no encontraban lugar” para Él, hizo referencia a “muchos hermanos y hermanas se sienten sin lugar: muchos como ‘fuera de sistema’, algunos como arrinconados por la exclusión y la pobreza, por la enfermedad o por la indiferencia; otros como que no encajan por las imposiciones culturales o ideológicas o por no consentir con prácticas teñidas de corrupción o que no se fundan en valores evangélicos; otros discriminados por sus creencias, condición sexual, origen social o cultural”.
“Todo ello interpela a la Iglesia cómo ser espacio y casa para acoger a todos, lugar de encuentro y donde se ofrezca la novedad y la frescura del mensaje de Jesús”, aseguró.
“El papa Francisco, insistentemente, nos pide estar vigilantes de no caer en la tentación del encierro y del aislamiento; de la autorreferencia y autocomplacencia, del estancamiento eclesial infecundo. Nosotros como pastores del Pueblo de Dios tenemos que salir al encuentro de todos, encargarnos de las fragilidades presentes en las comunidades, llevar el anuncio gozoso de la Palabra y el consuelo y fuerza de los sacramentos, promover la vida y la dignidad de todas las personas desde nuestra vida ofrendada y que anhela configurarse cada día más y más al corazón del Buen Pastor”, exhortó.
“Vamos a preparar un lugar para que acontezca la Pascua del Señor, preparar el camino para que caminemos juntos, preparar la mesa para que todos se nutran con el Pan Vivo; preparar comunidades con nuevas miradas, creatividades, iniciativas que respondan a los desafíos actuales en un mundo tan cambiante como el actual y que sacie la sed de los compañeros de camino”, sostuvo.
E insistió: “Volvamos con esta Semana Santa a preparar nuestra casa interior para que el Señor venga a cenar con nosotros, le abramos nuestro corazón sacerdotal, redescubramos el lugar donde nos pide estar presentes, y recostado en su pecho confesemos nuestro amor y anhelo de adherirnos más a Él y que jamás permita que nos separemos de su amor”.
“Que nunca amputemos de nuestra vida el ‘sentido de misterio’, que no perdamos el ‘sabor de lo sagrado’ de lo que Dios ha puesto en nuestras manos, que no desperdiciemos el ‘silencio adorante’ y siempre nos dejemos estremecer por las ‘visitas de Dios’, que permanentemente nos dejemos convertir y ser evangelizados, que no nos acostumbremos a ser curas ni dejemos de conmovernos por el dolor de nuestra gente”, exhortó. “Sólo si leemos e interpretamos la realidad con ojos de fe tendremos la certeza que quien se ofrece y se entrega a Dios por amor seguramente será fecundo y feliz”.
Finalmente, el obispo agradeció “por nuestro presbiterio de Añatuya, esta diócesis que es para cada uno de nosotros, nuestro lugar en el mundo y en la Iglesia, donde queremos donarnos por entero”, por los sacerdotes “que nos han precedido, inspirado y acompañado a ser mejores pastores, sobre todo por el siervo de Dios, monseñor Jorge Gottau que nos estimula a ser todo de Jesús, todo de María, todo de la Iglesia”.
“Pedimos perdón de nuestros pecados, por las infidelidades y escándalos, porque como ministros del Señor causamos dolor y herida en el cuerpo eclesial. Pedimos la fuerza y la luz para los sacerdotes que se sienten débiles por la enfermedad o por el abatimiento espiritual”, rezó.
“Pedimos que todos nuestros hermanos y hermanas, laicos y miembros de la vida religiosa, nos acompañen con su oración para no sucumbir, con su comprensión y amistad, que nos ayudemos juntos a crecer en humanidad y santidad”.
“Que San José, el que supo preparar un lugar para la familia de Nazaret, para la Santísima Virgen María y su Hijo Jesús, nos contagie su valentía creativa para también tomar la vida de nuestro pueblo en la Iglesia donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas, para acogerla y custodiarla con corazón de padre”, concluyó.+