Mons. Castagna: Equilibrio entre la justicia y el perdón
- 11 de enero, 2019
- Corrientes (AICA)
"El deseo legítimo de justicia se encuentre ensombrecido por la resistencia al reconocimiento de los delitos y crímenes, por parte de los culpables, y de la disposición al perdón de una sociedad muy herida y aturdida por el mal. ¿Qué nos corresponde? Buscar el equilibrio entre una justicia insobornable, aplicada responsablemente, y una sincera súplica de perdón por quienes han delinquido", sugirió el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Castagna.
"Sólo la gracia de Dios puede ofrecernos un cabo salvador para emerger del odio, difícilmente compatible con el arrepentimiento humilde, la justicia efectiva y el necesario ejercicio del perdón", sostuvo en su sugerencia para la homilía.
El prelado advirtió que "la justicia será imposible sin la aplicación de la Ley, a la que Jesús vino a darle cumplimiento, mediante la misericordia y el perdón" y lamentó que hoy "el deseo legítimo de justicia se encuentre ensombrecido por la resistencia al reconocimiento de los delitos y crímenes, por parte de los culpables, y de la disposición al perdón de una sociedad muy herida y aturdida por el mal".
"¿Qué nos corresponde? Buscar el equilibrio entre una justicia insobornable, aplicada responsablemente, y una sincera súplica de perdón por quienes han delinquido. La misericordia colma la medida del amor", concluyó.
Texto de la sugerencia
1.- El último y gran profeta. Reaparece Juan Bautista, con la fuerza de un testimonio excepcional. Como los grandes profetas, y más que ellos, Jesús lo considera "más que un profeta", por su gravitación en el cumplimiento final del Misterio mesiánico. Es el precursor, no vendrá otro después de él, que mejore la calidad de la profecía. Después, como lo expresa él mismo, viene el Salvador: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias? "(Lucas 3, 16). La proverbial humildad del Bautista aparece como sabiduría, sin pretenderlo él, para dar a luz toda la verdad que vino a anunciar. Este gigante se inserta en el quehacer conflictivo que protagonizan hombres frívolos como Herodes. Se presenta, como aire fresco, en un clima cargado de traiciones y malas artes, al modo de un proyecto de vida moralmente malvado. Juan Bautista viene a recuperar a las personas, entreveradas en senderos sin rumbo; para ello llama a la conversión, desde el bautismo penitencial, administrado en las humildes aguas de rio Jordán. Quizás no imagina que allí, su bautismo "con agua" experimentará una sustancial transformación.
2.- No se diferencia de los demás para que el Padre lo identifique. Jesús sale de entre la gente, como uno más, y, a pesar de ser reconocido proféticamente por su Precursor, no quiere distinguirse de los demás, y solicita ser bautizado por el humilde y apabullado Juan. Deja en manos del Padre su acreditación pública, en un clima religioso de favorable predisposición a reconocerlo. La penitencia se constituye en el estado propicio para recibir la Palabra y decidir la conversión. El vínculo que se establece entre la predicación profética y el gesto penitencial del bautismo atrae a verdaderas multitudes y se populariza. A Juan no lo seduce el éxito de su singular ministerio, ni lo desalientan las persecuciones, a que es sometido por sus inevitables enemigos. Así ocurrirá con Jesús. El Bautismo del Señor no introduce nada nuevo en su manifestación mesiánica. Más bien, se constituye en la ocasión de su presentación histórica y de cumplir con lo que el mismo Juan anunciara: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo?él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego". (Lucas 3, 16) Es el Padre quien lo acredita ante el mundo, para que no haya el mínimo margen de duda en su pública identificación. A partir de entonces Jesús ocupa su lugar e inicia su ministerio en un tono semejante al de Juan, manifestando terminada la misión de su Precursor.
3.- Hacer lo que es justo. El Bautismo del Señor, a orillas del Jordán, deja asombrado a Juan y a quienes habían comenzado a conocer a Jesús. El forcejeo entre Jesús y Juan denota que la fe ocupa el lugar principal en el desarrollo de aquellos acontecimientos y sus protagonistas. Juan debe creer a Jesús y conformarse con lo que le dice, a pesar del sinsabor que le ocasiona bautizar a su Señor: "Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: "Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú que viene a mi encuentro!". Pero Jesús le respondió: "Ahora déjame hacer esto porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo". Y Juan se lo permitió". (Mateo 3, 13-15) Jesús intenta aparecer como uno más para enseñarnos cómo comportarnos, conforme a la voluntad del Padre. "Lo que es justo" es hacer lo que Dios quiere. Es el contenido de la predicación de Cristo. Como lo afirma, casi continuamente: no vino a abolir la ley sino a darle cumplimiento. No niega el pecado de quienes pecan, se asegura de que estén arrepentidos y los perdona. Un ejemplo antológico es el de la mujer sorprendida en adulterio. El propósito de no volver a pecar es la condición para acceder a su perdón y librarla de la rigidez de una ley inmisericorde. Dios es justo y misericordioso. No así la Ley de Moisés. San Pablo se hace eco de la misericordia del Maestro, señalándola como plenitud de la Ley y su real cumplimiento.
4.- Equilibrio entre la justicia y el perdón. ¿Qué ocurre hoy? Se ha producido un empantanamiento. Sólo la gracia de Dios puede ofrecernos un cabo salvador para emerger del odio, difícilmente compatible con el arrepentimiento humilde, la justicia efectiva y el necesario ejercicio del perdón. La justicia será imposible sin la aplicación de la Ley, a la que Jesús vino a darle cumplimiento, mediante la misericordia y el perdón. Se comprueba que hoy el deseo legítimo de justicia se encuentre ensombrecido por la resistencia al reconocimiento de los delitos y crímenes, por parte de los culpables, y de la disposición al perdón de una sociedad muy herida y aturdida por el mal. ¿Qué nos corresponde? Buscar el equilibrio entre una justicia insobornable, aplicada responsablemente, y una sincera súplica de perdón por quienes han delinquido. La misericordia colma la medida del amor.+