Con un llamado al encuentro, la misión y el servicio, culminó el Sínodo en Mar del Plata
- 16 de agosto, 2022
- Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA)
Con la celebración de la cuarta y última sesión, finalizó en Mar del Plata el primer sínodo diocesano. La misa de clausura tuvo lugar en la catedral y fue presidida por el obispo.
Con el lema “Caminemos juntos en la audacia del Espíritu”, y luego de cuatro sesiones, finalizó en Mar del Plata el primer sínodo diocesano, cuyos objetivos fueron tres: Discernir, a la luz de la Palabra de Dios y escuchando al Espíritu Santo, lo que Dios quiere de la Iglesia particular hoy; escuchar, dialogar y discernir las necesidades del pueblo de Dios; y encontrar entre todos el mejor camino para la vivencia, transmisión y compromiso de la fe, vivir el llamado de poner un oído al Evangelio y otro a nuestro pueblo en la totalidad de la vida eclesial.
La cuarta y última jornada -las anteriores fueron en marzo, mayo y junio- se llevó a cabo el 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, en el Colegio Fasta, con la presencia de 400 sinodales.
Presidió la misa de cierre el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Antonio Mestre, en la catedral de los santos Pedro y Cecilia.
En su homilía, el obispo destacó que al finalizar las sesiones "comienza el desafío más importante de nuestro Sínodo: caminar juntos en la audacia del Espíritu con un proyecto común como diócesis".
"En la recepción y concreción de las propuestas sinodales en cada una de nuestras comunidades eclesiales se juega y se jugará -dijo el prelado- nuestra fidelidad a Jesucristo, el Señor de la historia".
Refiriéndose a la Asunción de la Virgen, expresó: "La alegría es el denominador común de esta celebración que tiene su raíz y sentido en la Pascua de Cristo y en su gloriosa Ascensión. Por eso, al concluir las sesiones sinodales, quiero poner nuestra diócesis en la dinámica de la alegría del Evangelio".
"La alegría de la fiesta de la Asunción se ve reflejada en el texto evangélico de Lucas que acabamos de escuchar. Alegría, bendición, felicidad, canto, gozo, alabanza y acción de gracias se entrecruzan en el relato de la visitación y el hermoso himno del Magnificat. Una alegría que tiene en Dios su fundamento y por eso nadie la puede quitar. Una alegría que siempre llena de sentido la vida y que por estar cimentada en Dios se puede mantener en la cruz, el dolor y la dificultad".
"Dentro de poco estarán publicadas las orientaciones propias de nuestro Primer Sínodo Diocesano que no van a diferir en nada de lo que el Espíritu ha querido decir a través de ustedes en el Aula Sinodal", anticipó el obispo, y compartió con los presentes tres actitudes básicas "que deberán acompañar inexorablemente la aplicación de las orientaciones del Sínodo": Encuentro, misión y servicio.
En primer lugar, la alegría del encuentro con Dios y con los hermanos; en segundo lugar, la misión, a ejemplo de María, la primera misionera, ser alegres misioneros de Jesús en la evangelización renovada y en la catequesis renovada. Y finalmente, la alegría del servicio: "El servicio de María es un verdadero faro para nuestro compromiso con la familia, los jóvenes y los pobres que han sido los tres temas transversales de nuestro Sínodo".
"Con María y como María, la fe nos da el poder que se transforma en servicio y busca superar todo tipo de opresión física, social y espiritual. No podemos desentendernos de lo que está pasando. Nuestra Iglesia diocesana tiene que ser cordial y samaritana, organizando la solidaridad para salir adelante con la fuerza que nos viene de Dios", ofreciendo espacios de diálogo, de encuentro, de discernimiento y confrontación serena y madura para ser instrumentos y artesanos de la paz.
Finalmente, el obispo agradeció de corazón "a cada sinodal por su esfuerzo y dedicación para ser instrumentos del Espíritu", al padre Pablo Etchepareborda y al Equipo de Animación Sinodal "que con mucha generosidad han sostenido, pandemia de por medio, la positiva tensión para la realización de las sesiones sinodales".
"El Sínodo nos da un lenguaje común que debe ser actualizado en cada espacio eclesial sin prisa y sin pausa, con paciencia y de forma sostenida. El proyecto común diocesano es vinculante y no admite ausencias. Sin embargo, no anula la libertad y creatividad de cada comunidad que siempre, en su propio contexto y animada por los pastores y líderes responsables, llevarán adelante lo que el Espíritu de Dios suscite sin ningún tipo de ataduras".+