Viernes Santo: El Papa presidió la celebración de la Pasión del Señor
- 15 de abril, 2022
- Ciudad del Vaticano (AICA)
Al igual que otros años, el predicador de la Casa Pontificia, cardenal Raniero Cantalamessa, pronunció la homilía.
En la celebración de la Pasión, este Viernes Santo en la basílica de San Pedro, en presencia del Santo Padre, el predicador de la Casa Pontificia, cardenal Raniero Cantalamessa OFM Cap, destacó en la homilía que la Pascua de este año se desarrolla “no con el sonido alegre de las campanas, sino con el ruido siniestro de las bombas y las explosiones devastadoras”, sin embargo, la resurrección de Jesús de entre los muertos "es la promesa y la garantía" de que el bien triunfará.
En la celebración participaron alrededor de 3.500 personas entre fieles, cardenales, obispos, sacerdotes, todos debidamente distanciados y con mascarilla, las medidas de bioseguridad para evitar la propagación del coronavirus.
En la basílica desprovista de ornamentos e iluminada tenuemente, en consonancia con la sobriedad de la ceremonia en la que no se celebró la Eucaristía, el Santo Padre rezó brevemente en silencio y de pie.
Lo hizo con la habitual vestimenta de púrpura de Viernes Santo, en recuerdo de la sangre de Cristo derramada en la Cruz.
En la oración universal de los fieles en la que el Viernes Santo se reza por la Iglesia, el Papa, los obispos, sacerdotes, los catecúmenos, la unidad de los cristianos, los judíos, los que no creen en Dios y los gobernantes, el papa Francisco también elevó una especial petición por los pueblos que sufren las “atrocidades de la guerra”.
“Oremos por los pueblos destrozados por las atrocidades de la guerra. Sus lágrimas y la sangre de las víctimas no se derraman en vano sino que anuncian una era de paz que surge de las llagas gloriosas de Cristo Jesús”.
Después se realizó la adoración de la Cruz, aclamada tres veces en latín con las palabras “Miren el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. ¡Vengan a adorarlo!”.
Luego de rezar en silencio ante la Cruz y darle un beso, el Santo Padre presentó la Cruz ante los fieles presentes.
Al igual que otros años, el predicador de la Casa Pontificia, cardenal Raniero Cantalamessa, pronunció la homilía. Esta vez su prédica llevó por título “Pilato dijo ¿Qué es la verdad?”.
“Jesús –afirmó el Cardenal Cantalamessa– quiere que Pilato entienda que la pregunta es más seria de lo que cree, pero que tiene un significado solo si no repite simplemente una acusación de otros”. Jesús, trata de llevar a Pilato a una visión más elevada. Le habla de su reino, un reino que «no es de este mundo». El procurador solo entiende una cosa: que no se trata de un reino político.
Al declarar que Jesús es rey, señaló el cardenal Cantalamessa, Jesús se expone a la muerte; pero en lugar de disculparse negándolo, lo afirma fuertemente. Y así, revela su origen superior, por lo tanto, misteriosamente existía antes de la vida terrenal, viene de otro mundo. Vino a la tierra ser testigo de la verdad. Trata a Pilato como un alma que necesita luz y verdad y no como a un juez. Se interesa en el destino del hombre Pilato, más que en el suyo personal. Con su llamada a recibir la verdad, quiere inducirle a entrar en sí mismo, a mirar las cosas con un ojo diferente, a colocarse por encima de la contienda momentánea con judíos.
“El procurador romano capta la invitación que Jesús le dirige, pero sobre este tipo de especulaciones es escéptico e indiferente. El misterio que barrunta en las palabras de Jesús le da miedo y prefiere terminar la conversación. Murmura dentro de sí, encogiéndose de hombros: «¿Qué es la verdad?» y sale del pretorio”.
El hombre de hoy también da la espalda a la verdad
Al repasar el diálogo entre Jesús y Pilato, el cardenal Cantalamessa precisó que, esta página del Evangelio es hoy muy actual. Al igual que en el pasado, el hombre se pregunta: «¿Qué es la verdad?». Pero, como Pilato, da la espalda distraídamente al que dijo: «He venido al mundo para dar testimonio de la verdad» y «¡Yo soy la Verdad!». En este sentido, el predicador de la Casa Pontificia dijo que había seguido a través de internet innumerables debates sobre religión y ciencia, sobre fe y ateísmo, y en las horas y horas de diálogo, una cosa le ha llamado la atención, es decir, que nunca se menciona el nombre de Jesús. Todo sucede «etsi Christus non daretur»: como si nunca hubiera existido en el mundo un hombre llamado Jesucristo.
“La palabra «Dios» se convierte en un recipiente vacío que cada uno puede llenar a su antojo. Pero precisamente por esta razón Dios se preocupó por dar contenido a su nombre mismo. «El Verbo se hizo carne». ¡La Verdad se hizo carne! De ahí el arduo esfuerzo por dejar a Jesús fuera del discurso sobre Dios: ¡Él quita al orgullo humano cualquier pretexto para decidir, él, lo que Dios es!”
La verdad de Cristo en la historia
En este sentido, el predicador de la Casa Pontificia dijo que, un conocido escritor inglés del siglo pasado -conocido por el gran público por ser el autor del ciclo de novelas y películas «El Señor de los Anillos», John Ronald Tolkien- en una carta, dio esta respuesta a su hijo que le presentaba la misma objeción: “Se necesita una sorprendente voluntad de no creer para suponer que Jesús nunca existió o que no dijo las palabras que se le atribuyen, pues son imposibles de inventar por cualquier otro ser en el mundo”. La única alternativa a la verdad de Cristo, agregaba el escritor, es que se trata de «un caso de megalomanía demente y fraude gigantesco». ¿Podría tal caso, sin embargo, resistir veinte siglos de feroz crítica histórica y filosófica, y producir los frutos que ha producido?
“Hoy se va más allá del escepticismo de Pilato. Hay quien piensa que ni siquiera se debe uno plantear la pregunta «¿Qué es la verdad?», ¡porque la verdad, simplemente, no existe! «¡Todo es relativo, nada es cierto! ¡Pensar lo contrario es una presunción intolerable!» Ya no hay espacio para «las grandes narraciones sobre el mundo y la realidad», incluidos aquellos sobre Dios y sobre Cristo”
El mundo es más absurdo y desesperanzador sin la fe
Asimismo, el cardenal Cantalamessa dirigiéndose a los hermanos ateos, agnósticos y a quienes se encuentran todavía en búsqueda, les recordó que, el iniciador de la corriente filosófica del Existencialismo, Søeren Kierkegaard, dijo que, en nuestro tiempo, “se habla mucho de miserias humanas; se habla mucho de vidas desperdiciadas. Pero desperdiciada es sólo la vida de ese hombre que nunca se dio cuenta, porque nunca tuvo, en el sentido más profundo, la impresión de que hay un Dios y que él -precisamente él, su yo-, está ante este Dios”. Se dice: ¡hay demasiada injusticia, demasiado sufrimiento en el mundo como para creer en Dios! Es cierto, pero pensemos en cuánto más absurdo y desesperanzador se vuelve el mal que nos rodea, sin fe en un triunfo final del bien.
“La resurrección de Jesús de entre los muertos es la promesa y la garantía cierta de que este triunfo tendrá lugar, porque ya ha comenzado con Él”
¿Deberíamos seguir creyendo en ti todavía?
El diálogo de Jesús con Pilato, afirmó el cardenal Cantalamessa, ofrece la ocasión para otra reflexión dirigida esta vez a nosotros los creyentes y hombres de Iglesia, no a los de fuera. ¡Los hombres de tu Iglesia, tus sacerdotes te han abandonado; han descalificado tu nombre con crímenes horrendos! ¿Y deberíamos seguir creyendo en ti todavía? También a esta terrible objeción, el predicador de la Casa Pontificia respondió con las palabras que el mismo escritor recordado escribía al hijo: “Nuestro amor se podrá enfriar y nuestra voluntad rasguñar por el espectáculo de las deficiencias, la locura y los pecados de la Iglesia y sus ministros, pero no creo que quien ha creído de verdad una vez abandone la fe por estas razones, y menos aún quien tiene algún conocimiento de la historia. Esto es cómodo porque nos empuja a apartar la vista de nosotros mismos y de nuestras faltas y encontrar un chivo expiatorio... Creo que soy tan sensible a los escándalos como lo eres tú y cualquier otro cristiano”. He sufrido mucho en mi vida a causa de sacerdotes ignorantes, cansados, débiles y, a veces, incluso malos. Por lo demás, era de esperar un resultado de este tipo.
“Comenzó antes de la Pascua con la traición de Judas, la negación de Simón Pedro, la huida de los apóstoles... ¿Llorar, entonces? Sí -recomendaba Tolkien al hijo-, pero por Jesús -por lo que debe soportar- antes que por nosotros. Lloramos –agregamos hoy– con las víctimas y por las víctimas de nuestros pecados”.
¡Pasemos a Aquel que no pasa!
Finalmente, el cardenal Cantalamessa concluyó diciendo que, este año celebramos la Pascua no con el sonido alegre de las campanas, sino con el ruido en nuestros oídos de bombas y explosiones no lejanas de aquí. “Recordemos lo que Jesús respondió una vez a la noticia de la sangre que Pilato había hecho correr, y del derrumbe de la torre de Siloé: «Si no se convierten, todos perecerán de la misma manera». Si no cambian sus lanzas en guadañas, sus espadas en arados y sus misiles en fábricas y casas, ¡todos perecerán de la misma manera! Los acontecimientos nos han recordado que los arreglos del mundo cambian de un día para otro, que todo pasa, todo envejece; todo falla.
“Solo hay una forma de escapar de la corriente del tiempo que arrastra todo detrás de sí: ¡pasar a lo que no pasa! ¡Pon tus pies en tierra firme! Pascua significa tránsito. Tengamos todos este año una verdadera Pascua: Venerados Padres, hermanos y hermanas: ¡pasemos a Aquel que no pasa! ¡Pasemos ahora con el corazón, antes de pasar un día con el cuerpo!”.+