Jueves 14 de noviembre de 2024

Papa Francisco: La oración es un "cara a cara" con Dios que nos transforma

  • 10 de junio, 2020
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
Todos tenemos una cita con Dios. Él nos sorprenderá en el momento en el que no lo esperamos, y saldremos cambiados", dijo el papa Francisco en la mañana de hoy.
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“Todos tenemos una cita con Dios. Él nos sorprenderá en el momento en el que no lo esperamos, y saldremos cambiados”, dijo el papa Francisco en la mañana de hoy, 10 de junio, durante la audiencia general celebrada en la Biblioteca del Palacio Apostólico continuando con su ciclo de catequesis sobre la oración. Centrada en esta ocasión en la figura de Jacob, un hombre que se encontró “cara a cara” con Dios.



“Un hombre que había hecho de la astucia su mejor arma”, dijo el Papa de Jacob, y recordó la “difícil relación” con su hermano Esaú y que consiguió con sutilezas la bendición de su padre que pertenecía al hermano, al primogénito. Fue esta la primera de una larga serie de argucias, que harán de él un hombre rico.



Para evitar la ira de Esaú, Jacob escapa de su patria y se refugia en el extranjero donde, gracias a su habilidad para los negocios, su capacidad de riesgo y su carácter, consigue convertirse en el propietario de un gran rebaño. Además, consigue casarse con la hija más bella de Labán.



Francisco describió a Jacob con la expresión moderna de “un hombre que se ha hecho a sí mismo, que con el ingenio consigue conquistar todo lo que desea”.



La vida de Jacob parece perfecta, pero un día “siente la llamada de su casa”, explicó el Santo Padre, la llamada “de su antigua patria, donde todavía vivía Esaú, el hermano con el que siempre había tenido una pésima relación”.



A pesar del riesgo, “Jacob parte y realiza un largo viaje en una caravana numerosa de personas y animales, hasta que llega a la última etapa: el torrente Jabbok”.



“Aquí, el libro del Génesis nos ofrece una página memorable. Se narra que el patriarca, después de haber hecho atravesar el torrente a toda su gente y a todo el rebaño, se queda sólo en la orilla extranjera”.



Jacob, sólo, medita “y piensa: ¿qué es lo que le espera en el mañana? ¿Qué actitud tendrá su hermano Esaú? La mente de Jacob es un torbellino de pensamientos y, mientras se hace la oscuridad, de forma imprevista un desconocido lo agarra y comienza a luchar con él”.



“Jacob luchó durante toda la noche sin dejarse derrotar por su adversario. Al final, fue derrotado, golpeado por su rival en el nervio ciático, y desde entonces quedó cojo toda su vida. Aquel misterioso contrincante le preguntó su nombre al patriarca y le dice: ‘Ya no te llamarás más Jacob, ahora serás Israel, porque has combatido con Dios y con los hombres y has vencido’”.



Entonces, “Jacob le preguntó a su vez: ‘Revélame tu nombre’. Pero no se lo revela y, en cambio, lo bendice. En ese momento, Jacob entiende que se ha encontrado con Dios cara a cara”.



El papa Francisco explicó que luchar con Dios “es una metáfora de la oración. En ocasiones anteriores, Jacob se había mostrado capaz de dialogar con Dios, de sentirlo como presencia amiga y cercana”.



Pero, en aquella noche, “por medio de aquella lucha que dura demasiado tiempo y que casi lo hace sucumbir, el patriarca sale cambiado”.



“Por una vez, no es dueño de la situación, no es el hombre estratega y calculador. Dios lo lleva hacia su verdad mortal que tiembla y que tiene miedo. Por una vez, Jacob no tiene nada más que presentar a Dios que no sea su fragilidad y su impotencia”.



Ese Jacob “es el que recibe de Dios la bendición con la cual entra cojeando a la tierra prometida: vulnerable, pero con el corazón nuevo. Primero era un hombre seguro de sí, confiaba en su propia astucia. Era un hombre impermeable a la gracia, reacio a la misericordia. Pero Dios salvó lo que estaba perdido”.



La historia de Jacob, concluyó el papa Francisco, “es una invitación a dejarse cambiar por Dios”. +