Viernes 15 de noviembre de 2024

Mons. Torres: Tiempo de interceder y de soñar

  • 19 de agosto, 2020
  • Córdoba (AICA)
El obispo auxiliar de Córdoba, monseñor Pedro Torres, compartió una columna de opinión titulada "Tiempo de interceder y de soñar" en el diario La Voz.
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El obispo auxiliar de Córdoba, monseñor Pedro Javier Torres, compartió una columna de opinión titulada “Tiempo de interceder y de soñar” en el diario La Voz.

“Cuenta el Evangelio que un día las hermanas de Lázaro mandaron a llamar a Jesús avisándole: 'Tu amigo, el que amas, está enfermo'. A pesar de la demora, acudió en su ayuda y lo despertó de la muerte, ordenó que sacaran la piedra y lo hizo salir afuera, y mandó que lo desataran para que pudiera caminar”, recordó el prelado, quien agregó que hoy, también con solidaridad compasiva, podríamos nosotros interceder y decir a Dios: “Los que amas están enfermos (in-firmus, hemos perdido firmeza)”. “Los hombres del siglo 21, tan confiados en nuestros adelantos científicos y tecnológicos, nos hemos redescubierto vulnerables, frágiles, interdependientes, mortales”, reconoció.

“Nos descubrimos enfermos, y no sólo por el virus tan temido, sino por el miedo que paraliza y la ansiedad que acelera el corazón; por proyectos, planes y expectativas relegados, por las instituciones sociales que se han dormido; por la crueldad de quienes aprovechan el desconcierto para hacer negocios o poder acumular; por la violencia antigua y nueva que nos degrada de tantas formas; por la soledad y la falta de sentido común para acompañar las situaciones particulares de cada uno”, enumeró y aseguró: “Estamos enfermos de sinsentido e intrascendencia”.

“Después de la pandemia, o mejor ya, necesitaremos sanar heridas con el aceite del consuelo y el vino de la alegría, como el Buen Samaritano de la parábola. Necesitaremos invertir para que los posaderos del mundo de la salud tengan recursos y modos de trabajo dignos que han sido postergados. Necesitaremos un nuevo humanismo que redescubra la cultura de la ternura, una economía al servicio del hombre, de la comunión y del trabajo que dignifica”.

“El ayuno de cercanía, de vínculos, de celebraciones debe dejar enseñanzas, en especial a los creyentes. Necesitamos el pan de la Palabra, el pan de la Eucaristía, el pan de la fraternidad, y comprometernos en el cuidado de la casa común, sin dejar que se oscurezca la esperanza o se reduzca a metas de éxito que dejan frío y vacío el corazón”.

“Pareciera que por estos dolores de parto podemos entrar en el nuevo milenio atreviéndonos a soñar una cultura del encuentro y de la misericordia, que sane los cuerpos, los corazones, las libertades y las instituciones de nuestra democracia. Si hemos aprendido la lección, surgirá algo nuevo con la creativa participación de todos y de cada uno”, concluyó. +