Mons. Ojea y el Sínodo de la Amazonía: "Una conversión ecológica indispensable"
- 9 de agosto, 2019
- Buenos Aires (AICA)
El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea, afirmó que en la convocatoria para el próximo Sínodo especial para la Amazonía el papa Francisco "plantea poder pensar cómo realizar una conversión ecológica indispensable". "Pone en paralelo el amor por la tierra y el amor por los pobres porque el grito de la tierra es el grito de los pobres", subrayó en una entrevista con el diario L´Osservatore Romano.
"Pone en paralelo el amor por la tierra y el amor por los pobres porque el grito de la tierra es el grito de los pobres, en este caso a los habitantes de estos lugares de la cuenca de la Amazonía", sostuvo en declaraciones al diario L´Osservatore Romano difundidas por la Oficina de Prensa de la CEA.
En la conversación con Marcelo Figueroa, correspondal del periódico vaticano, el prelado reflexionó sobre el cuidado del medioambiente a la luz del eminente encuentro sinodal y especialmente en relación al llamado a una "conversión ecológica".
Monseñor Ojea puso el énfasis en la convicción espiritual y habló sobre la situación planetaria, haciendo referencia al magisterio del pontífice:
El papa Francisco en su magisterio nos habla de tres conversiones. La conversión pastoral, de la cual habla profusamente en Evangelii gaudium y que es la conversión de la Iglesia hacia la misión y un llamado a remover las estructuras que la impiden.
Luego, la conversión ecológica que la plantea en la encíclica Laudato si? y que tiene que ver con el enorme desafío de afrontar esta crisis planetaria que se ha producido en nuestra casa común y la invitación al cuidado de ella. Y finalmente nos habla de la conversión sinodal de la Iglesia, que la va a plantear primero en el discurso del aniversario del Sínodo y luego en Episcopalis communio.
Si nos detenemos en la conversión ecológica, cuando comienza Laudato si?, el Santo Padre nos presenta una situación del hombre frente a la naturaleza fundada en las Sagradas Escrituras y particularmente en el "Cántico de las Criaturas" de San Francisco. Se trata allí de una relación armónica entre el hombre, la naturaleza, el sí mismo, el prójimo y con Dios. Una relación donde San Francisco se dirige primero al Dios Altísimo al cual ningún hombre es digno de nombrar. Y esto es bueno decirlo porque ante todo San Francisco alaba al Altísimo creador y luego al hermano sol, a la luna, a las estrellas, al fuego, al agua y finalmente a la hermana madre tierra. Este maravilloso cántico es el primer poema en lengua vernácula italiana.
El Papa toma de esta espiritualidad todo lo que ella significa para pensar al hombre frente a la naturaleza. No como lo plantea el subjetivismo moderno que pone al hombre enfrentado a la naturaleza como si fuera algo distinto a él, como delante de un marco o como un objeto del cual pueda extraer todo lo que quiera o succionar todo lo que quiera, intervenir todo lo que quiera. Ya que el hombre también es naturaleza, el hombre es agua, el hombre es tierra y el hombre es aire.
Alejado de una posición de dominianismo o superioridad, el hombre debe verse sí mismo como administrador de la casa común. Como un responsable dotado de inteligencia y voluntad pero sin llegar al extremo de adorar a la naturaleza, que se transformaría en una suerte de panteísmo. El hombre cambia la categoría de "dominio" por lo que va a ser el eje de la encíclica y que es la categoría de "cuidado".
El cuidado se basa en el respeto por cada ser, por cada criatura que es amada en sí misma por Dios y por eso mismo es necesaria y hace a la armonía y al conjunto de toda la creación. Entonces, de alguna manera, el hecho de concebir al hombre cuidando significa que el hombre está guardando, respetando, protegiendo, previniendo y provocando continuamente acciones que lo convierten en el ser responsable de un cuidado para lo cual debe mantener cierto equilibrio y respeto al otro.
Ante la pregunta sobre ¿cómo resolver entonces este problema que se nos plantea en una naturaleza bella, maravillosa, regalo de Dios y que al mismo tiempo está amenazada frente a un grave peligro?, monseñor Ojea sostuvo que el Papa "nos plantea en el llamado al Sínodo a una reflexión sobre un territorio concreto que abarca casi ocho millones de kilómetros cuadrados, con el río más grande del mundo que tiene más de mil afluentes y con un ecosistema que resguarda el equilibro a través de la humedad. De una zona en una región que tiene el veinte por ciento de las reservas de agua dulce y que contiene un tercio del carbono del mundo".
En este lugar concreto el Papa plantea poder pensar cómo realizar una conversión ecológica indispensable. Pone en paralelo el amor por la tierra y el amor por los pobres porque el grito de la tierra es el grito de los pobres, en este caso de los habitantes de estos lugares de la cuenca de la Amazonía.
Esta conversión ecológica abarca una conversión cultural, económica, social y también generacional. La tierra es un don de Dios y por eso tiene que ver con la lógica de la receptividad. Nosotros recibimos la tierra que hemos heredado. Al recibirla, debemos transformarla y cuidarla para las generaciones futuras. Pero al mismo tiempo vivimos un inmediatismo enorme donde cada vez se habla menos del futuro. Esto pone en crisis el sentido mismo de nuestra vida en la tierra.
¿Qué estamos haciendo con la tierra que hemos recibido? ¿La hemos recibido para depredarla o para cuidarla y transformarla para las nuevas generaciones? ¿Tenemos algún deber para las nuevas generaciones o les vamos a dejar un basural de derroche, de despilfarro con un agua hípercontaminada, con un cambio climático irrefrenable que va a causar un perjuicio enorme a través del calentamiento global a millones de seres humanos y con dificultades para aprovechar el oxígeno en el planeta?
Entonces, todo esto va a requerir de nosotros una conversión que abrace distintos aspectos de nuestra persona. Una conversión que tiene que ver con nuestros hábitos de consumo - porque comprar también es un acto moral-, con lo educativo, con lo económico, y con nuestro estilo de vida. Una conversión que finalmente lleve a establecer una espiritualidad nueva que nos permita sensibilizar frente al problema ecológico. Yo me preguntaría desde la vida espiritual, en qué lugar debemos ponernos para escuchar el grito de los pobres y de la tierra. Y una vez que descubrimos ese lugar, tenemos que unirnos para crear conciencia de este deber y esta misión que tenemos todos hacia esta tierra y hacia nuestros hermanos.
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