Jueves 14 de noviembre de 2024

Mons. Ojea: "Dejémonos mirar por Jesús que siempre nos espera"

  • 30 de octubre, 2022
  • San Isidro (Buenos Aires) (AICA)
El obispo sanisidrense recordó que para poder convertirse a Jesús hay que bajar, descender; abandonar el orgullo, la soberbia, el creerse superiores, demasiado distintos y "tener sencillez de corazón"
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El obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Vicente Ojea, describiendo la escena del Evangelio dominical, en la que Jesús aparece rodeado de una multitud, pasando por Jericó, y aparece Zaqueo.

“Zaqueo era publicano, los publicanos cobraban impuestos para dárselos a Roma. Esquilmaban al pueblo judío que era el pueblo sometido; por eso no eran para nada queridos”, explicó en su reflexión semanal. 

“Solo, en medio de la multitud, Zaqueo experimenta el deseo de conocer a Jesús. Quería ver quien era Jesús. Como era petiso se sube a un árbol, no le importa hacer el ridículo, para un hombre importante como él subirse a un árbol era realmente algo cómico y Jesús, en medio de la multitud, lo mira; fija su mirada en él y lo llama por su nombre, algo totalmente inesperado por Zaqueo”, agregó.

Tras señalar que “si bien lo buscaba, jamás espero que lo llamara por el nombre: 'Zaqueo baja pronto porque hoy tengo que alojarme en tu casa. El Señor mismo se invita a sí mismo a comer y a hospedarse en la casa de Zaqueo. Lo invita a descender, lo invita a bajar del árbol”.

El prelado sanisidrense afirmó que “para poder convertirse a Jesús tenemos que bajar, tenemos que descender; tenemos que abandonar nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestro creernos superiores, y tener sencillez de corazón”.

“Así Zaqueo lo recibe, con alegría -dice el Evangelio- en su casa y esto provoca la conversión de Zaqueo. Jesús no lo juzga, simplemente lo mira y se invita a sí mismo a comer”, indicó.

“La alegría va avanzando en el corazón de este hombre, comienza por la curiosidad, sigue con el verlo, el experimentar su llamado, el dejarse llamar y luego va aumentando la alegría hasta que explota cuando su conversión llega al bolsillo porque en realidad la conversión de Zaqueo no solamente atravesó el alma y el corazón sino que llegó al bolsillo, llegó a su realidad y al mismo tiempo hace un propósito de reparar el daño que ha hecho: ‘si he defraudado a alguien, si he estafado a alguien se lo devolveré cuatro veces más, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres’”, puntualizó, y graficó: “Es como la explosión de alegría al descubrir que él podía volver a encontrar su lugar en la comunidad, que podía volver a ser hermano de sus hermanos y no el ser corrupto que estaba esquilmándolos apegado solamente al dinero”.

Por último, monseñor Ojea animó a dejarse mirar, atravesar por la mirada de Jesús que no nos juzga, que siempre nos espera y nos invita a entrar en nuestra casa, en nuestro corazón, a quedarse allí para que nosotros de verdad podamos experimentar la alegría de su presencia y la alegría de la conversión”. 

“Que al leer este Evangelio podamos imitar este dejarnos mirar de Zaqueo y esta auténtica conversión que atraviesa toda su persona y llega a su bolsillo”, concluyó.+