Mons. Mollaghan hizo memoria del "grave atentado" contra la embajada de Israel
- 17 de marzo, 2022
- Buenos Aires (AICA)
A 30 años del ataque terrorista, el arzobispo -entonces párroco del templo frente a la sede diplomática- suplicó por los muertos, entre ellos un sacerdote, y agradeció a Dios por los que sobrevivieron
El arzobispo emérito de Rosario, monseñor José Luis Mollaghan, hizo hoy memoria del “grave atentado” perpetrado el 17 de marzo de 1992 contra la embajada de Israel, ubicada frente a la parroquia Madre Admirable, en el que murió el presbítero Juan Carlos Brumana y cuyo templo sufrió daños importantes.
“Memoria del grave atentado a la embajada de Israel, súplica por las víctimas, y gratitud a Dios por los que siguieron con vida”, escribió el prelado que hace 30 años era párroco de la iglesia frente a la sede diplomática y que resultó herido.
“La memoria nos permite recordar el horror de un atentado y del terrorismo como el que vivimos en nuestra Patria; así como el de la violencia que nunca deben ser una opción para el hombre y para el mundo”, subrayó.
Por último, monseñor Mollaghan imploró: “Que busquemos los caminos del bien, fortalezcamos los ideales de justicia, y seamos artesanos de la paz. También pidamos a Dios, que transforme el odio en amor, y cambie los corazones”.
Texto del mensaje alusivo
Memoria del grave atentado a la Embajada de Israel, súplica por las víctimas, y gratitud a Dios por los que siguieron con vida.
Junto al grave atentado a la Embajada de Israel el 17 de marzo de 1992, en la calle Arroyo y Suipacha, de esta ciudad de Buenos Aires del que hoy se cumplen treinta años, también la parroquia Madre Admirable sufrió la terrible explosión por su cercanía a la sede diplomática, así como el Colegio parroquial, la residencia de ancianas y varias manzanas del barrio de Retiro.
Esta mañana temprano, como lo hice cada año en el que estuve en Buenos Aires, pude acercarme -aunque la esquina de la calle Arroyo está vallada y cerrada por la seguridad del acto de esta tarde con las autoridades- a la querida parroquia Madre Admirable, de la que era su primer párroco, para hacer una oración e invocar a Dios por las víctimas, entre ellas recordar de un modo particular al P. Juan Carlos Brumana, mi querido vicario parroquial.
Junto a esa súplica, también agradecí a Dios por los que seguimos en pie, como el diácono Ramón y muchos de nosotros entonces heridos, a los sobrevivientes que por su divina providencia continuamos con vida.
En el agradecimiento, recordé a la comunidad, a los fieles y amigos, a los arquitectos y profesionales, a todos los que permitieron reconstruir y volver a levantar el templo, cuyo ábside y parte del techo se desplomaron; así como los vitrales, el revestimiento de mármol, los bancos, el órgano, y todo lo que sucumbió y se perdió con la explosión. Todos ellos hicieron posible volver a levantar el templo, el colegio y la casa parroquial. Fue la ayuda de muchos lo que hizo posible su reconstrucción.
Con el paso de los años valoro siempre más a los jóvenes, que durante muchos días y noches ayudaron y cuidaron el lugar; a los padres, alumnos, maestras y directivos del Colegio parroquial, en especial a su directora María Elena de Molinari, a la vicedirectora Eugenia Dasso de Cabanellas y a la secretaria María del Carmen Fuchs; a Rosa y al personal; así como al arzobispo cardenal (Antonio) Quarracino que se acercó enseguida al lugar y a los sacerdotes que fueron solidarios.
La memoria nos permite recordar el horror de un atentado y del terrorismo como el que vivimos en nuestra Patria; así como el de la violencia que nunca deben ser una opción para el hombre y para el mundo.
Que busquemos los caminos del bien, fortalezcamos los ideales de justicia, y seamos artesanos de la paz. También pidamos a Dios, que transforme el odio en amor, y cambie los corazones.+