Mons. Lugones agradeció a los sacerdotes por "calmar la sed de Dios" en este tiempo
- 29 de mayo, 2020
- Lomas de Zamora (Buenos Aires) (AICA)
El obispo de Lomas de Zamora presidió, en la mañana del 28 de mayo, la misa crismal
El obispo de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones SJ, presidió en la mañana del 28 de mayo en la catedral Nuestra Señora de la Paz, la misa crismal, que había sido postergada debido a las restricciones por la pandemia del Covid-19.
La Eucaristía fue concelebrada por los obispos auxiliares, monseñor Jorge Torres Carbonell y monseñor Ignacio Medina, y el párroco de la catedral y vicario general, presbítero Hugo Barrios, y sin asistencia de fieles ni de otros sacerdotes, en cumplimiento del aislamiento social, preventivo y obligatorio.
En nombre del presbiterio, los obispos auxiliares y el párroco local renovaron ante monseñor Lugones sus promesas de ordenación, y luego el titular diocesano consagró el santo crisma y bendijo los óleos de los catecúmenos y de los enfermos que se utilizarán para la celebración de los sacramentos a lo largo del año en las parroquias.
En su homilía, monseñor Lugones deseó a los sacerdotes “que sean felices en su ministerio presbiteral”, y les agradeció la labor “por calmar la sed de Dios en este tiempo de aislamiento” y “por la ayuda y el acompañamiento que recibimos los obispos de ustedes, en la tarea pastoral encomendada”.
Al reconocer que “hemos pasado y estamos atravesando un tiempo de mucho dolor tratando de consolar, acompañar, cuidar, animar a muchos”, el obispo expresó: “La soledad ha sido muy difícil para muchos. La pérdida de amigos y familiares, sin poder despedirlos como acostumbramos, nos ha generado una tristeza, desilusión y angustia mayor, pero a su vez muchos hemos sentido el consuelo de la Iglesia, que es madre, que acompaña y no abandona, que ofrece y reza, que confía y se une como pueblo de Dios confesando su amor por Jesucristo Resucitado”.
“‘Las lágrimas hablan de una sed’. La mujer que unge a Jesús baña con lágrimas sus pies y recibe su ayuda, comprensión, cuidado, amor… cuántas mujeres hoy lavan los pies de Cristo: tantas madres, abuelas, consagradas, mujeres sufridas y sufrientes, sanitaristas y enfermeras, cuidadoras y voluntarias… tal vez debamos quedarnos a contemplar los gestos de la mujer del Evangelio con su unción, cercanía, valor, lagrimas, perfume, besos… Como sacerdotes respetemos y valoremos el valor silencioso de las lágrimas”, aconsejó.
“El gran obstáculo en la vida espiritual no está en el límite o la debilidad, sino en la dureza y la rigidez, no en la vulnerabilidad y la humillación, sino en el orgullo, la autosuficiencia, la autojustificación, el individualismo, la violencia, los delirios de poder”, aseguró el prelado, y dirigiéndose a los sacerdotes, les recordó: “Hoy Jesús nos dice: tengo sed de ti”.+