Mons. Lozano: "Pasión por Jesús, pasión por su pueblo"
- 23 de enero, 2022
- San Juan (AICA)
El arzobispo de San Juan de Cuyo y secretario general del Celam destacó este compromiso del sacerdote jesuita Rutilio Grande y compañeros mártires, beatificados en El Salvador.
El arzobispo de San Juan de Cuyo y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), monseñor Jorge Eduardo Lozano, destacó la “pasión por Jesús” y la “pasión por su pueblo” del padre Rutilio Grande SJ y compañeros mártires beatificados este sábado en El Salvador.
Tres de los mártires fueron asesinados el 12 de marzo de 1977: el padre Rutilio Grande (48 años de edad, sacerdote jesuita), Manuel Solórzano (72 años) y Nelson Rutilio (15 años); y el fraile franciscano Cosme Spessotto, asesinado también en El Salvador pero el 14 de junio de 1980. Monseñor Lozano detalló las circunstancias en la que fueron ultimados los tres primeros.
“Los emboscaron y asesinaron en una ruta cuando se dirigían a celebrar misa de la novena de San José en una de las comunidades. Los tres fueron sepultados juntos, de manera sencilla, delante del altar del templo parroquial de San José, comunidad a la que pertenecían, y de la cual el padre Rutilio era el párroco”, recordó.
El arzobispo sanjuanino subrayó que “el padre Rutilio fue un gran amigo de los pobres” y fundamentó: “En ellos veía a Jesús, como nos narra la parábola evangélica. con ellos dialogaba, rezaba, los acompañaba en sus anhelos de liberación y de paz en un contexto muy duro de violencia ejercida por la dictadura militar en su país”.
“Fue formador en el Seminario, educador en el Externado San José, y durante unos años párroco en comunidades campesinas en Aguilares y El Paisnal. Esta última experiencia de encuentro y servicio a los indigentes marcó su ministerio en cercanía con los más olvidados y excluidos. No sólo predicaba a los campesinos oprimidos, sino que también aprendió de ellos la paciencia, la laboriosidad, el rechazo de las injusticias”, subrayó.
“Asumió con decisión la opción por los pobres cuyas raíces están en una espiritualidad encarnada, la Palabra de Dios, el Concilio Vaticano II y su aplicación práctica expresada en el documento conclusivo de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín del año 1968. Su vida y su palabra manifestaron la dimensión profética de la fe. No era espiritualista y desencarnado, sino bien afirmado en su contexto concreto”, agregó.
Monseñor Lozano señaló que “en su tarea pastoral promovió la participación de los laicos, hombres y mujeres” e indicó que “tenía gran amistad con el santo obispo Óscar Romero, quien vivió con profundo dolor estos asesinatos, y profundizó aún más su defensa de los desfavorecidos”.
“Romero también fue asesinado tres años después, el 24 de marzo de 1980. Ambos son importantes referencias para la Iglesia en El Salvador y en todo el Continente de América Latina y el Caribe”, añadió.
Asimismo, recordó que como signo de protesta por aquellos asesinatos monseñor Romero determinó suspender todas las misas de ese domingo, y concentrarse en una única celebración exequial en la catedral, de la cual participaron 150 sacerdotes y más de 100.000 feligreses.
Y puso de relieve lo que monseñor Romero dijo en aquella misa del 17 de marzo de 1977 por la muerte de los tres: “El amor verdadero es el que trae a Rutilio Grande en su muerte, con dos campesinos de la mano. Así ama la Iglesia; muere con ellos y con ellos se presenta a la trascendencia del cielo. Un sacerdote con sus campesinos, caminó con su pueblo para identificarse con ellos, para vivir con ellos”.
“La beatificación de los cuatro mártires nos los asegura como intercesores ante el Padre, a la vez que nos muestra la radicalidad evangélica de sus vidas entregadas. Hoy seguimos estando llamados a estar cerca de los pobres y oprimidos del continente, a caminar con ellos”, aseguró.
“Pedimos a Dios que sean semillas de nuevos cristianos; y a los que ya lo somos, nos conceda ser apasionados por Jesús y por su pueblo”, concluyó.+