Mons. Lozano destacó la incidencia pastoral del "Pacto de las Catacumbas"
- 15 de noviembre, 2020
- San Juan (AICA)
Mons. Lozano recordó que el compromiso firmado hace 55 años transformó la vida pastoral de los obispos latinoamericanos firmantes, entre ellos 4 argentinos. Invitó a leer, rezar y meditar aquel texto
El arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Eduardo Lozano, recordó que hace 55 años, a pocas semanas de concluir el Concilio Vaticano II, en Roma un pequeño grupo de obispos (en relación a los 2.500 que estaban participando de las sesiones conciliares) se juntaron en la Catacumba de Domitila.
“No quisieron realizar un gesto público y notorio que los distinguiera de los demás, sino un sencillo compromiso entre ellos delante de Dios y sobre las tumbas de aquellos que habían defendido la fe hasta dar la vida”, destacó.
“Se habían conocido durante las sesiones de trabajo del Concilio. Otros habían transitado un camino por compartir encuentros en el Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano), creado en 1955, o habían participado de estudios académicos en universidades de Roma”, detalló en su columna semanal.
El arzobispo sanjuanino puntualizó que aquel pacto (compromiso) fue firmado por 40 obispos del mundo, de los cuales 26 eran de América Latina, entre ellos cuatro argentinos. “Poco tiempo después lo firmaron cerca de 500 obispos más que, al enterarse, quisieron adherir a la iniciativa”, indicó.
“Tanto el gesto como el contenido incidieron en estilos de vida de los obispos y en opciones pastorales reflejadas en 1968 en la Asamblea de Obispos de América Latina en Medellín, Colombia”, aseguró.
Monseñor Lozano identificó a los cuatro argentinos que firmaron el pacto: monseñor Alberto Devoto, obispo de Goya; monseñor Vicente Faustino Zazpe, obispo de Rafaela; monseñor Juan José Iriarte, obispo de Reconquista; y monseñor Enrique Angelelli, obispo auxiliar de Córdoba.
“Los firmantes asumen el compromiso de ‘vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción’, y por eso explicitan: ‘Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza’, utilizando vestimenta sencilla y descartando el uso de símbolos con utilización de metales preciosos (oro, plata, etc.)”, precisó.
“Se propusieron delegar la gestión de los asuntos económicos a los laicos, para ‘ser menos administradores y más pastores y apóstoles’”, valoró, y memoró otro de los párrafos del pacto: “Rechazamos que (…) nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (eminencia, excelencia, monseñor...). Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de ‘padre’”.
“Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc., al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados”, citó en relación a la opción por los pobres.
Otro punto importante, siguió citando, era “transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia”, que logren transformar las estructuras de injusticia de la sociedad.
Monseñor Lozano señaló que el texto completo tiene 13 puntos distribuidos en apenas dos páginas, al que a “leerlo, rezarlo y meditarlo” y sugirió buscarlo en internet: “Pacto de las catacumbas”. » Texto completo de la reflexión
Texto del Pacto
Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros, en una iniciativa en que cada uno de nosotros quisiera evitar la excepcionalidad y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos de episcopado; contando sobre todo con la gracia y la fuerza de Nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo siguiente:
1) Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población, en lo que concierne a casa, alimentación, medios de locomoción y a todo lo que de ahí se sigue.
2) Renunciamos para siempre a la apariencia y a la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (tejidos ricos, colores llamativos, insignias de material precioso). Esos signos deben ser ciertamente evangélicos: ni oro ni plata.
3) No poseeremos inmuebles ni muebles, ni cuenta bancaria, etc. a nuestro nombre; y si fuera necesario tenerlos, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales caritativas.
4) Siempre que sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, en la perspectiva de ser menos administradores que pastores y apóstoles.
5) Rechazamos ser llamados, oralmente o por escrito, con nombres y títulos que signifiquen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor...). Preferimos ser llamados con el nombre evangélico de Padre.
6) En nuestro comportamiento y en nuestras relaciones sociales evitaremos todo aquello que pueda parecer concesión de privilegios, prioridades o cualquier preferencia a los ricos y a los poderosos (ej: banquetes ofrecidos o aceptados, clases en los servicios religiosos).
7) Del mismo modo, evitaremos incentivar o lisonjear la vanidad de quien sea, con vistas a recompensar o a solicitar dádivas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a considerar sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social.
8) Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis. Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y los trabajadores compartiendo la vida y el trabajo.
9) Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus relaciones mutuas, procuraremos transformar las obras de “beneficencia” en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes.
10) Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, las estructuras y las instituciones sociales necesarias a la justicia, a la igualdad y al desarrollo armónico y total de todo el hombre en todos los hombres, y, así, al advenimiento de otro orden social, nuevo, digno de los hijos del hombre y de los hijos de Dios.
11) Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en estado de miseria física cultural y moral ¿dos tercios de la humanidad? nos comprometemos a:
-participar, conforme a nuestros medios, en las inversiones urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
-pedir juntos a nivel de los organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen más naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan a las mayorías pobres salir de su miseria.
12) Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio; así:
-nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;
-buscaremos colaboradores que sean más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
-procuraremos hacernos lo más humanamente presentes y ser acogedores;
-nos mostraremos abiertos a todos, sea cual sea su religión.
13) Cuando volvamos a nuestras diócesis, daremos a conocer a nuestros diocesanos nuestra resolución, rogándoles nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.
Que Dios nos ayude a ser fieles.+