Mons. García Cuerva animó a ser Iglesia en salida, atentos a lo que pasa en la calle
- 19 de mayo, 2022
- Río Gallegos (Santa Cruz) (AICA)
El obispo de Río Gallegos reflexionó sobre cómo el amor y la esperanza son pilares fundamentales en esa Iglesia sinodal convocada por el papa Francisco.
En el quinto domingo del tiempo pascual, el obispo de Río Gallegos, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, invitó a la comunidad arquidiocesana a pensar una Iglesia sinodal como un modo de ser Iglesia participativa, un modo de ser Iglesia donde “todos somos protagonistas y donde dejamos de lado el clericalismo, donde no tengamos que preguntarle al cura, que como un patrón de estancia nos dice lo que tenemos que hacer”. “Pero también no solamente es criticar a ese clericalismo sino animarnos a participar. Todos somos sacerdotes por el bautismo y entonces tendremos que revalorizar ese sacramento bautismal que nos compromete a ser testigos de Jesús”, continuó el prelado.
Recordando las lecturas del domingo, particularmente en un pasaje del libro de los Hechos de los Apóstoles (14, 21-27), en donde aparecen los apóstoles Pablo y Bernabé, el prelado recordó que “estos apóstoles de Cristo que no lo conocieron a Jesús físicamente, sino que lo conocieron como nosotros, a través de la fe y que van de un lado a otro anunciando el Evangelio, es un ejemplo de Iglesia en salida”.
En ese sentido, recordó que una Iglesia en salida “es una Iglesia que tiene que estar en la calle, metida en las distintas realidades que vive nuestra gente y no una Iglesia de sacristías o encerrada en los templos, sino una Iglesia que se anima a anunciar a Jesús con la vida todos los días, pero allí donde la gente se reúne, ser testigos de Cristo, no porque nos reunimos en el templo sino porque nuestra vida habla de Cristo con su testimonio en la realidad cotidiana”.
Reconociendo que si bien “a veces nuestras comunidades viven dificultades, hay problemas de relaciones, problemas de vínculos”, el obispo se preguntó: “¿No será que estamos demasiado reunidos y entonces tenemos mucho tiempo para pelearnos o muy pendientes de los defectos de los demás?”. “La vida está afuera, ser una Iglesia accidentada por estar en la calle y no una Iglesia enferma de celo, enferma de envida y de chusmerío por estar encerrada”, exhortó.
Con respecto al pasaje evangélico del Libro del Apocalipsis (21, 1-5), monseñor García Cuerva sostuvo que “es un enorme y hermoso mensaje de esperanza”, porque justamente “el apóstol Juan dice he visto un cielo y una tierra nueva, habla de un Dios que hace nuevas todas las cosas, habla de esperanza, habla de seguir creyendo en un mundo nuevo y mejor. Habla de una fraternidad entre todos donde no haya ya dolor ni sufrimiento. También la Iglesia sinodal tiene que ser una Iglesia de esperanza”.
A pesar de que “vivimos tiempos complicados, ya lo sabemos, vivimos tiempos económicamente difíciles, de guerra y en donde parece que todo es motivo para pelear, para discutir, para gritarnos y ser violentos. Vivimos en una sociedad injusta con un montón de gente excluida, marginada, discriminada, no nos podemos quedar solamente hablando y diagnosticando la realidad, sino que nos tenemos que animar a construir con esperanza, a seguir creyendo que Dios está entre nosotros y que desde las pequeñas cosas que a todos nos pasan y ligadas a los signos de vida que cada uno de nosotros vive cotidianamente, son las que alimentan la esperanza, la esperanza de que Dios no nos abandona, de que Dios sigue soñando con nosotros por un mundo mejor y de que podemos hacer realidad la civilización del amor, la esperanza de que el mal no tiene la última palabra”.
Finalmente, con la narración del Evangelio de Juan 13, 31-35, monseñor García Cuerva aseguró que otro de los pilares de la Iglesia sinodal es el amor. “Jesús les dijo a sus discípulos ‘les dejo un mandamiento nuevo’, y es nuevo porque no nos tenemos que amar como se nos ocurre a nosotros, es nuevo porque nos tenemos que amar como Él nos amó, y nos amó hasta entregar la vida, sin discriminar absolutamente a nadie”. “La Iglesia que vive el mandamiento del amor, ser capaces de perdonarnos y amarnos más allá de nuestras diferencias, porque nos reconcemos hermanos”, destacó.+