Mons. Fassi sobre el narcotráfico: "Es como una lucha entre David y Goliat"
- 17 de febrero, 2023
- Tres de Febrero (Buenos Aires) (AICA)
El obispo de San Martín volvió a exhortar sobre la necesidad de proclamar una ley de emergencia social en adicciones para atender la grave situación de quienes son descartados por su enfermedad.
A un año de la tragedia de la droga envenenada, fieles de todas las capillas de la diócesis de San Martín se reunieron como comunidad en Plaza Churruca, en Tres de Febrero, para “hacer memoria, buscar justicia, acompañar a las familias de las víctimas y rezar juntos para que nunca más suceda”.
Del encuentro participaron sacerdotes, diáconos, seminaristas y gente de los movimientos sociales de Tres de Febrero. La misa estuvo presidida por el obispo diocesano, monseñor Martín Fassi, quien aprovechó el momento de encuentro y oración para renovar el compromiso de trabajo en la comunidad y pedir "la paz que todos queremos para nuestros barrios".
Tras agradecer a quienes acudieron a la celebración, el obispo de San Martín recordó en su homilía que “hace un año, en este mismo barrio de nuestra ciudad, nos conmocionó la noticia de decenas de personas que fueron intoxicadas por el consumo de lo que se conoció en ese momento como ‘droga adulterada’, mejor está dicho ‘droga envenenada’”.
Lamentó además que “hace unos días, como celebrando el aniversario de esta tragedia, otra acción criminal se cobró la vida de otro vecino de nuestro barrio”, al que calificó como “un episodio más de la historia de una espiral de violencia, intereses oscuros y corrupción que enlutó esos días con la muerte de decenas de personas y otras tantas afectadas gravemente en su salud, junto a la angustia de sus familiares -algunos de ellos están hoy aquí-”.
“Estamos acá hoy para hacer memoria, para no olvidar a las víctimas y acompañar a sus familiares, con el firme propósito de poder hacer algo para revertir tanta muerte, para que esta no sea inútil sino que despierte en nosotros fuerza y decisión transformadoras”, remarcó el prelado.
A continuación, invitó a los presentes a preguntarse: “¿Qué nos motiva a estar aquí?”. “Desde la pastoral social de nuestra Iglesia católica en Tres de Febrero, en San Martín, hemos convocado a participar de esta misa porque nos mueve la pregunta que Dios le hace a Caín: ‘¿Dónde está tu hermano?’”.
“La pregunta -indicó- va dirigida a cada uno de nosotros. La respuesta también depende de nosotros”. En ese sentido, explicó que esta puede ser la de Caín, descomprometida e hipócrita: ‘acaso yo soy guardián de mi hermano’, pero invitó en cambio a “dejarnos interpelar con sentido comunitario y fraterno para con otro tipo de respuesta, revertir la lógica del desinterés o del oportunismo que muchas veces vemos surgir a partir de tragedias sociales de este tipo, como la que estamos recordando hoy”.
“Creemos que la primera actitud que nos mueve a respuestas dignas, que estén verdaderamente a la altura de las circunstancias, es la actitud de llorar. Llorar esta tragedia. Llorar por la impotencia que provoca tremenda iniquidad, la iniquidad de matar a un semejante que resulta víctima de un sistema mafioso que se beneficia con la vulnerabilidad de sus hermanos”, expresó.
Además, aclaró que llorar bien no es hacerlo “con el llanto hipócrita sino con el que brota con una conciencia social y solidaria, con el llanto que comprende que el daño que se le hace a uno solo se lo hace a la sociedad entera, porque ese daño es el inicio de la ruptura del tejido social”.
Citando lo declarado por la pastoral social de la Iglesia de Rosario, mencionó “las circunstancias que atentan contra la dignidad de las personas cuando ésta dignidad es desconocida y vulnerada. Circunstancias que generan terreno propicio para que arraiguen las adicciones y el narcotráfico. Negocio de macabros intereses cuyo crecimiento no podemos explicar a no ser que este cobijado por sectores del poder”.
Tomando las palabras de Francisco en la tragedia de Cromañón, añadió: “La ciudad aún no ha llorado lo suficiente. El llanto genuino nos ayuda a no olvidar, nos compromete y nos hace creativos en la generación de respuestas, nos solidariza con las víctimas y nos ayuda a discernir desde las víctimas, sus contextos y circunstancias, para saber qué hacer y como obrar, para entender bien el problema”.
Por eso, exhortó a “no discernir desde nuestras ideologías simplemente” y volvió a preguntar a los presentes: “¿Qué nos motiva entonces a estar hoy aquí?”.
Luego añadió que “el crecimiento del narcotráfico y las adicciones, acompañado por espirales crecientes de violencia, nos genera miedo e impotencia. Es como una lucha entre David y Goliat. Pero creemos que nuestras fuerzas deben ser puestas en el trabajo organizado y mancomunado para lograr acciones concretas y reales en la prevención de las adicciones”.
A su vez, declaró que “estas acciones no van a ser eficaces si no están acompañadas y sustentadas por políticas públicas que dependen del Estado en sus diversos niveles”. “Son las autoridades las que cuentan con mayores recursos, tanto para eliminar las causas como las nefastas consecuencias de la violencia criminal”, aseguró.
Por eso, volvió a exhortar sobre la necesidad de proclamar una ley de emergencia social en adicciones que priorice el destino de los recursos materiales y humanos para atender la grave situación de quienes son descartados por su enfermedad, así como sus familias.
“’La verdad los hará libres’, nos dice Jesús. La verdad consiste en este caso discernir desde las víctimas, esa es la verdad. Creemos en el Evangelio, en su propuesta encontramos el camino para una humanidad reconciliada y fraterna. Creemos que el Evangelio nos brinda las pistas para que no perdamos el rumbo y no nos perdamos a nosotros mismos”, reflexionó.
“Confiamos que nos proyecta a un futuro mejor realizable si aportamos nuestro compromiso con la verdad y sumamos acciones lucidas y valientes”, añadió, destacando que “nos solidarizamos en esta misa con el sufrimiento de los damnificados por el consumo de drogas, el narcomenudeo y el narcotráfico, que colaboran en la deshumanización de nuestros barrios y ciudades”.
“Que resuene en nuestras conciencias y en nuestras calles la pregunta que hoy nos hace Dios: ¿dónde está tu hermano?”, concluyó.+