Mons. Corral pide a los senadores volver a poner al niño por nacer en el centro
- 19 de diciembre, 2020
- Añatuya (Santiago del Estero) (AICA)
El obispo de Añatuya exhortó a que lo hagan considerándolo "persona humana desde la concepción en el seno materno y no como un vago 'fenómeno' como desafortunadamente lo calificó un funcionario".
El obispo de Añatuya, monseñor José Luis Corral SVD, expresó su esperanza de que los senadores "vuelvan a poner al niño por nacer en el centro, como persona humana desde la concepción en el seno materno y no como un vago 'fenómeno' como desafortunadamente lo calificó un funcionario".
"La Cámara de Senadores de la Nación puede delimitar hasta dónde llegan los deberes y los derechos, para ampliarlos no desde el egoísmo que autorrefencia sino extenderlos desde la solidaridad que no excluye ni desecha, clarificar cuál es el fin de la libertad y autonomía humana y que es de justicia social proteger a los más indefensos y desamparados a quienes se les niega el derecho de tener derechos", precisó en un artículo periodístico.
"Hay y habrá presiones y reacciones de todo tipo entre los parlamentarios; ya nuestros diputados de Santiago del Estero en particular y los del NOA en general, no han permanecido neutros en estas definiciones", destacó, y agregó: "Ahora es la hora en la que los senadores sean fieles y consecuentes sin dejarse coaccionar por compromisos de bloques o a cambio de conseguir unos privilegios o intereses mezquinos".
Monseñor Corral rogó a Dios que, como pueblo argentino, se busquen "nuevas cumbres a las cuales ascender y no abismos a los que precipitarnos".
"La tarea, legada por nuestra Constitución Nacional, sigue pendiente: 'constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y la cultura nacional, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino'. Que a esos muchos llamados a habitar este suelo, a nuestra descendencia, no se lo neguemos ni privemos nunca", concluyó.
El prelado hizo estas reflexiones en un artículo de opinión en el diario El Liberal con el título "La vida, ¿es posesión mía?: decisiones decisivas en torno al aborto".
Texto del artículo
Con la media sanción que ha tenido la legalización del aborto en la Cámara de Diputados de la Nación hemos constatado la división y desencuentro de los argentinos y de sus representantes en este tema tan delicado.
En los debates, intensos y densos, con muchas tensiones y contradicciones, se han exhibido argumentos y contraargumentos, dilemas y experiencias, datos e informaciones, no siempre constatables con registros y estadísticas ciertas. No se ha alcanzado una real convergencia superadora de polarizaciones estériles.
Sobre el resultado de la votación se han hecho muchas lecturas e interpretaciones según las diversas perspectivas situadas, sesgadas como ésta también. Unos lo ostentan como un trofeo y otros lo padecen como una derrota. Lo real es que no se sancionó con una mayoría abrumadora, sino muy igualada y reñida según los territorios representados.
Percibo que nuestras instituciones democráticas son aún débiles y que nos debemos un ejercicio más arduo del diálogo y del consenso, en los intercambios e intervenciones se ha dejado trasuntar que, en muchos aspectos, hemos quedado en un “diálogo de sordos” por las posturas y prejuicios asumidos o en un “monólogo respetuoso” que impide asimilar las diferencias.
Anhelamos una política que ayude a construir caminos para mejorar la vida de la gente y no quede como destrucción de enemigos para alcanzar objetivos parciales.
Sabemos que todo ordenamiento legal no es inocuo e indiferente; genera cultura, produce cambios de parámetros de vida, instala esquemas de pensamiento y de acción. Un peligro es naturalizar la “cultura del descarte”, reducir la cuestión o condición humana al ámbito de lo subjetivo y absolutizar la libertad y autonomía individual en detrimento del respeto a terceros y sus derechos.
A partir de estas apreciaciones me pregunto ¿cuál es el peso de nuestras decisiones y opciones personales?; hay decisiones que son concluyentes como las que tratan sobre la vida porque en sus consecuencias son irremediables e irrecuperables. Esta ley dicta y decide que podemos decidir continuar o eliminar una vida.
Somos muchos los que afirmamos que la vida se nos da gratuitamente, es un don primario, pero no como posesión total como se la puede ejercer sobre un objeto.
Nuestra vida, la vida de cada persona, es el fruto de una urdimbre de relaciones donde hemos sido acogidos, tutelados, acompañados, promovidos y sostenidos.
Hemos escuchado a numerosos funcionarios y legisladores que alegan que cada uno es dueño de su cuerpo para decidir sobre él, aun cuando éste sea portador de una vida distinta a la suya. Este posesivo traducido en “mí, mío, mía, mis” nos sumerge en el ámbito del dominio, del mando y del control. Pero nuestras primeras fases de la vida están marcadas por la receptividad, cuando aún no se ha desplegado la autonomía en grado superior, ya que dependemos de la iniciativa y del cuidado de los demás por no poder valernos demasiado por nosotros mismos.
La vida para nuestros antepasados y ancestros siempre se ha concebido como algo sagrado, ello se ha transmitido de generación en generación hasta que el cancionero del folclore popular lo ha logrado estampar en esa bella chacarera: "la vida me han prestado y tengo que devolverla cuando el Creador me llame para la entrega". Hoy, algunos, se atribuyen el deber y el derecho de eliminar vidas inocentes, endiosados pretenden usurpar el lugar y arrebatar el oficio de Dios como Dueño y Señor absoluto de la vida para decidir quién debe vivir y quién no. Ninguna vida es inútil, prescindible o sobrante; la vida es siempre inmanipulable y sagrada.
En nuestra cultura materialista y consumista podemos reducir la vida a una mercancía o a un objeto. La vida como don, tarea y vocación, que es recibida gratuitamente y entregada con gratitud, se despliega en lo relacional y comunional donde entran muchos otros en ella y son parte de nuestra historia; algunos de modo más permanente y otros en un momento determinado pero importante en esta interdependencia e interrelación.
Se habla mucho de lo “subjetivo” pero lo conseguimos trascender en lo “relacional,” cuando se amputa la relación uno de los dos sujetos se desvanece y se desgarra la reciprocidad y mutualidad creativa; es propio de la persona dar y recibir y de ahí brota la energía de la vida.
A la pregunta sobre la vida y las decisiones, me viene la pregunta por la fuente de los derechos. Estoy convencido de que un derecho siempre proviene de un deber que se relaciona con el bien de la gente, los derechos surgen como una contrapartida a un deber; pero siempre ordenado al bien de los demás. Toda iniciativa, opción o decisión, tiene que estar encaminada al bien; por ello no hay libertad absoluta sino condicionada y condicionada al bien.
Esperemos que nuestros senadores en esta oportunidad de reconsiderar lo elevado por los diputados vuelvan a poner al niño por nacer en el centro, como persona humana desde la concepción en el seno materno y no como un vago “fenómeno” como desafortunadamente lo calificó un funcionario.
La Cámara de Senadores de la Nación puede delimitar hasta dónde llegan los deberes y los derechos, para ampliarlos no desde el egoísmo que autorrefencia sino extenderlos desde la solidaridad que no excluye ni desecha, clarificar cuál es el fin de la libertad y autonomía humana y que es de justicia social proteger a los más indefensos y desamparados a quienes se les niega el derecho de tener derechos.
Hay y habrá presiones y reacciones de todo tipo entre los parlamentarios; ya nuestros diputados de Santiago del Estero en particular y los del NOA en general, no han permanecido neutros en estas definiciones.
Ahora es la hora de que los senadores sean fieles y consecuentes sin dejarse coaccionar por compromisos de bloques o a cambio de conseguir unos privilegios o intereses mezquinos.
Rogamos a Dios que, como pueblo argentino, busquemos nuevas cumbres a las cuales ascender y no abismos a los que precipitarnos. La tarea, legada por nuestra Constitución Nacional, sigue pendiente: “constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y la cultura nacional, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. Que a esos muchos llamados a habitar este suelo, a nuestra descendencia, no se lo neguemos ni privemos nunca.+