Mons. Castagna: "Volver al sentido original de la Navidad"
- 7 de diciembre, 2018
- Corrientes (AICA)
"Mientras persistamos en negar el auténtico acontecimiento de la Navidad, nuestro destino será producto del deplorable éxito del ateísmo y del agnosticismo contra la fe tradicional. Así no vamos bien. Necesitamos que Juan haga vibrar su palabra profética de cara a los responsables actuales del descrédito y del vaciamiento de los signos y creencias de nuestro pueblo humilde y religioso", expresó el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna.
El prelado consideró que "en pueblos, como el correntino, que mantienen vivas sus tradiciones, se podrá celebrar como es debido la auténtica Navidad", pero alertó que "si descuidamos la predicación de la Palabra y la celebración de la Eucaristía, corremos el peligro - también aquí - de sucumbir bajo la avalancha festiva de un mundo sin Cristo y sin Dios".
"La amenaza de ese sinsentido se nos filtra, desde las sombras, en programas televisivos brillantes y sentimentalmente seductores. Sería interesante examinarlos. ¡Qué ausente está el nombre de Jesús en sus expresiones artísticas y literarias!", exclamó en su sugerencia para la homilía.
"Mientras persistamos en negar el auténtico acontecimiento de la Navidad, nuestro destino será producto del deplorable éxito del ateísmo y del agnosticismo contra la fe tradicional. Así no vamos bien", aseveró.
Monseñor Castagna afirmó que se necesita que "Juan haga vibrar su palabra profética de cara a los responsables actuales del descrédito y del vaciamiento de los signos y creencias de nuestro pueblo humilde y religioso" y advirtió: "Se ha pasado de la oculta beligerancia a la furia iconoclasta, aparecida desembozadamente - en algún municipio de la provincia de Santa Fe - durante los últimos meses".
Texto de la sugerencia
1.- Una voz que grita en el desierto. Ya aparece uno de los protagonistas del Adviento: Juan el Bautista. Lo anunciaron las profecías del gran Isaías: "Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos". (Isaías 40, 3-5) El Bautista no pierde tiempo, sabe que la situación de la humanidad reclama, con urgencia, la intervención divina: "Este (Juan) comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías". (Lucas 3, 3) La llegada del Redentor es inminente, y Juan es su precursor anunciado. La penitencia, que se resuelve necesariamente en la conversión, necesita el ministerio de ese peculiar profeta, de palabra ardiente y gesto pobre. Su bautismo prepara los corazones penitentes y, al mismo tiempo, anticipa el bautismo que Jesús inaugurará, pasando - Él mismo ? como un penitente más. Nuestra situación actual necesita, con idéntica urgencia, no ya una palabra profética que anticipe, sino la palabra apostólica que proclame que el Salvador está ya entre nosotros. La Navidad que preparamos durante este Adviento debe recuperar su contenido y nota cristocéntrica, despojándose de adherencias inexplicables, como las fiestas navideñas nórdicas sin Cristo, borroneadas por un tardío y estúpido papá Noel.
2.- Volver al sentido original de la Navidad. La Liturgia de la Iglesia mantiene firme la orientación religiosa de una Fiesta que - contra el consumismo y la frívola interpretación impuesta por el mundo - requiere volver a sus orígenes. Para ello ofrece la Palabra y su celebración eucarística. En pueblos, como el correntino, que mantienen vivas sus tradiciones, se podrá celebrar como es debido la auténtica Navidad. Pero, debemos estar alertas: si descuidamos la predicación de la Palabra y la celebración de la Eucaristía, corremos el peligro - también aquí - de sucumbir bajo la avalancha festiva de un mundo sin Cristo y sin Dios. La amenaza de ese sin-sentido se nos filtra, desde las sombras, en programas televisivos brillantes y sentimentalmente seductores. Sería interesante examinarlos. ¡Qué ausente está el nombre de Jesús en sus expresiones artísticas y literarias! Mientras persistamos en negar el auténtico acontecimiento de la Navidad, nuestro destino será producto del deplorable éxito del ateísmo y del agnosticismo contra la fe tradicional. Así no vamos bien. Necesitamos que Juan haga vibrar su palabra profética de cara a los responsables actuales del descrédito y del vaciamiento de los signos y creencias de nuestro pueblo humilde y religioso. Se ha pasado de la oculta beligerancia a la furia iconoclasta, aparecida desembozadamente - en algún municipio de la provincia de Santa Fe - durante los últimos meses.
3.- Contemplación del Pesebre. Es preciso que en cada hogar cristiano, y en las instituciones que responden a su inspiración religiosa, reaparezcan los humildes e ingenuos pesebres, que nos embelesaban cuando éramos niños. San Francisco de Asís, cuya simplicidad inteligente lo condujo a un estado excepcional de santidad y popularidad, llevó su profunda piedad a la creación plástica del pesebre de Belén y del Vía Crucis. Son admirables las gracias que se dispensaron - y hoy se dispensan ? mediante la serena contemplación de esas sencillas representaciones. Sus tristes sustitutos, a los que los artilugios del mercado nos quieren acostumbrar, se imponen hoy artificialmente a los niños, y no tan niños, ignorantes por completo de estas grandes tradiciones cristianas. La familia es la que preserva o pierde esas tradiciones. Las causas de su desconocimiento deben ser halladas en el intencionado vaciamiento del contenido de las principales celebraciones de la fe católica. La historia recuerda el valor de las creencias religiosas en las difíciles gestas de la emancipación del Reino de España y en la misma organización socio política de la joven Nación. De la Madre patria no sólo hemos heredado la lengua y su rica cultura sino también la fe católica. Por ello, es incomprensible excluir de nuestra vida ciudadana los valores de la fe religiosa, siempre que nos preocupe, en serio, respetar y preservar nuestra identidad nacional.
4.- Cristo, la Palabra que en la voz resuena. Juan Bautista es la voz que contiene temporalmente la Palabra eterna. Una voz que resuena con fuerza, entre quienes desean el encuentro con la Palabra, y que conduce, por el sendero penitencial del bautismo, hacia el perdón y un saludable cambio de vida. Como toda voz profética es escuchada y desoída por aquellos a quienes va dirigida. La voz exhibe, por momentos, una tonalidad severa y aparentemente intolerante: "Raza de víboras? Produzcan frutos de una sincera conversión?". (Lucas 3, 7-8) ¿Qué función desempeña hoy aquella voz profética? Sobre todo cuando la Palabra reside ya entre los hombres y encabeza un nuevo sendero histórico, aún negado por una muchedumbre de contemporáneos inconscientes e irresponsables. El Adviento, con su ritmo litúrgico paciente y tolerante, vuelve para advertir, a nuestros coetáneos, que presten atención a la Palabra encarnada: Cristo Jesús.+