Mons. Castagna: "Urge volver al Evangelio"
- 17 de septiembre, 2021
- Corrientes (AICA)
"Todos los cristianos, cualquiera sea su edad y compromiso en el mundo, pueden y deben ser santos. Cumplida esta personal vocación podrán proyectar correctamente su compromiso temporal", recordó.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, advirtió que “el mundo, con sus recursos múltiples y seductores, se introduce en los ámbitos más sagrados de la religión e insensibiliza a los creyentes”.
“Como lo hemos expresado en otras oportunidades, urge volver al Evangelio, testimoniado por Jesús y sus santos”, aseguró en su sugerencia para la homilía dominical.
El prelado consideró que la beatificación de Fray Mamerto Esquiú fue “un gesto de condescendencia amorosa, por parte de Dios, que expone a estos cristianos ejemplares a la veneración de los fieles”.
“El mundo dispone de otro elenco de notables, destacados en el arte, en el deporte y en otras expresiones de la vida social, pero, con frecuencia, muy frágiles en las virtudes que el pueblo, particularmente los jóvenes, necesitan admirar y adoptar”, indicó.
“Desde la perspectiva evangélica, todos los cristianos, cualquiera sea su edad y compromiso en el mundo, pueden y deben ser santos. Cumplida esta personal vocación podrán proyectar correctamente su compromiso temporal”, recordó.
Texto de la sugerencia
1.- La autoridad divina de Cristo. La autoridad de Jesús trasciende a la que proviene de un simple mandato institucional. El mismo Señor lo afirma al impartir la orden de iniciar la tarea evangelizadora: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra” (Mateo 28, 18). Por ello, su palabra es aceptada por sus seguidores, no tanto a causa de su calidad argumental como en virtud de su procedencia divina. El anuncio del Evangelio es la presentación del mismo Cristo como salvación. Aunque el mundo no logre entenderlo, la realidad no cambia: Cristo es el Hijo de Dios encarnado que, mediante el sacrificio de su cruenta muerte en Cruz, ha introducido la salvación en la historia humana atravesada por el pecado. Basta adherirse a su persona - creer en Él - para que, constituido en la “salvación”, redima del pecado y conduzca a la santidad a todo hombre y mujer.
2.- La gran lección de vida. Durante la convivencia con sus Apóstoles, Jesús les infunde una forma de vida que marcará definitivamente la existencia de la Iglesia, en ellos fundada. Es lo que atrae a quienes se proponen orientar sus vidas conforme a la Verdad encarnada en Él. No especula intelectualmente - no es su estilo - sino que indaga en lo que dicen y hacen sus discípulos. En esta ocasión les regala una preciosa lección, que los santos desde siempre han aprovechado: “¿De qué hablaban en el camino? Ellos callaban porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos” (Marcos 9, 33-35). Desde su propio testimonio les indica que el camino a la verdad es la humildad. Él mismo aparece como el último: “no para ser servido sino para servir”. Es impensable su seguimiento sin la renuncia al encumbramiento del propio yo. Se deja tratar como uno más y, en el colmo de su anonadamiento, se deja crucificar como si fuera un malhechor.
3.- La vocación a la santidad. Es Jesús, el Hijo de Dios encarnado, que “no vino a juzgar, ni a condenar al mundo, sino a salvarlo” (Juan 12, 47). Difícil discernimiento, únicamente posible desde la fe viva, expresada en obras. El mundo, con sus recursos múltiples y seductores, se introduce en los ámbitos más sagrados de la religión e insensibiliza a los creyentes. Como lo hemos expresado en otras oportunidades, urge volver al Evangelio, testimoniado por Jesús y sus santos. La Iglesia acaba de destacar la santidad de Fray Mamerto Esquiú, mediante su solemne beatificación. Es un gesto de condescendencia amorosa, por parte de Dios, que expone a estos cristianos ejemplares a la veneración de los fieles. El mundo dispone de otro elenco de notables, destacados en el arte, en el deporte y en otras expresiones de la vida social, pero, con frecuencia, muy frágiles en las virtudes que el pueblo, particularmente los jóvenes, necesitan admirar y adoptar. Desde la perspectiva evangélica, todos los cristianos, cualquiera sea su edad y compromiso en el mundo, pueden y deben ser santos. Cumplida esta personal vocación podrán proyectar correctamente su compromiso temporal.
4.- Jesús, Maestro universal. A pesar de los ejemplos y palabras de Jesús, aquellos Doce, como los denomina el Evangelio, se pusieron a discutir sobre quién sería el más importante en un Reino, de cuya existencia parecían mantener aún una idea borrosa e indefinida. La paciencia del Señor no tiene límites: “Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo…” (Marcos 9, 35). Jesús imparte lecciones de vida; no las refiere exclusivamente a sus seguidores; los destinatarios de las mismas son todos los hombres que intenten la perfección de su condición original. Es preciso que la predicación, inspirada en el Evangelio, amplíe su visión y demuestre su carácter universal. De esa manera despejará hoy el sendero a transitar, con el propósito de promover auténticos estadistas, capaces de alcanzar el orden y la paz que el pueblo necesita y espera de sus dirigentes.+