Mons. Castagna: "Dios reunió todas las gracias y las llamó María"
- 7 de diciembre, 2021
- Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes destacó la síntesis de las virtudes cristianas presente en la imagen de la visitación, resumidas en la humildad y la obediencia del diálogo entre el arcángel y María
En una sugerencia para la homilía de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María Virgen, el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que “el diálogo entablado entre el Arcángel y María contiene una asombrosa significación”.
“Dios mismo se revela cercano y enamorado de su Obra maestra, en las simples y conmovedoras expresiones angélicas. ¡Qué dulzura y respeto en el saludo!: el Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: ‘¡Alégrate! Llena de gracia, el Señor está contigo’”, citó y pidió: “que no nos sorprenda el cúmulo de gracias depositado en aquel ser privilegiado”.
El prelado recordó que San Luis Grignion de Montfort utiliza una comparación muy expresiva: “Dios reunió todas las aguas y las llamó: MAR; Dios reunió todas las gracias y las llamó: María”.
“Esta solemnidad presenta un panorama de excepcional amplitud y densidad espiritual. Se produce la síntesis de las virtudes cristianas que conforman la santidad. Me refiero a la humildad y a la obediencia, reveladas en la intimidad de aquel diálogo”, destacó.
“El Ángel dice a María lo que Dios quiere de ella, y se lo propone. Ella responde sin objeciones, confiada en la Palabra, que se le ofrece de parte de Dios, destinada a todos: ‘Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho’”.
Texto de la sugerencia
1.- Nos dio a Quien es la Eucaristía. María ha sido preservada del pecado original, por los méritos de su Hijo divino, desde el instante de su Concepción. Hace hoy 80 años recibí mi primera Comunión, en la Parroquia de Santa Julia (Buenos Años). Desde entonces afirmé que María, no siendo sacerdote ministerial, nos ha administrado a todos la “primera Comunión”. Ese divino Cuerpo y Sangre - nuestra misma naturaleza glorificada y sacramentada - se gestó por obra del Espíritu Santo en su seno virginal. Hoy celebramos su Inmaculada Concepción, inefable Obra de Dios, la más bella de su Creación. La ha realizado para que su Divino Hijo nos redimiera - a todos - de nuestro estado original de pecado, y de todos los pecados cometidos personalmente.
2.- La Inmaculada Concepción. El Beato Papa Pio IX promulgó el Dogma de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de 1854. Esa fecha quedaría establecida como de mayor importancia, entre las referidas a la Santísima Virgen María. Una inveterada costumbre litúrgica la ha vinculado con la celebración de las primeras Comuniones, hoy olvidada. La dignidad única de María procede de su maternidad divina. Su vinculación con el Misterio de la encarnación del Verbo, califica su importancia en el Misterio de la salvación de todos los hombres. Nuestra Redención cuenta necesariamente con su principal participación, decidida por Dios desde siempre: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y se llamará Hijo de Dios”. (Lucas 1, 35) María procede de nuestro linaje y se convierte, después de su Hijo Divino - verdadero Dios y verdadero hombre - en el ideal logrado, sin ser ella Dios participa como nadie de la Vida divina. La presencia de María, en la Iglesia y en el mundo, influye cuando las dificultades alcanzan graves y agobiantes expresiones, como las actuales. Consciente, como nadie, de su misión maternal, ningún hombre y mujer, anciano, joven y niño, ni siquiera los más alejados de la fe cristiana, pueden evadirse de su solicitud maternal. La manifestación de su Hijo agonizante, en aquel viernes trágico, se extiende a todas las personas, de todas las edades, razas y culturas. Es Madre de todos.
3.- María humilde y obediente. El diálogo entablado entre el Arcángel y María contiene una asombrosa significación. Dios mismo se revela cercano y enamorado de su Obra maestra, en las simples y conmovedoras expresiones angélicas. ¡Qué dulzura y respeto en el saludo!: “El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate! Llena de gracia, el Señor está contigo”. (Lucas 1, 28) Que no nos sorprenda el cúmulo de gracias depositado en aquel ser privilegiado. San Luis Grignion de Montfort utiliza una comparación muy expresiva: “Dios reunió todas las aguas y las llamó: MAR; Dios reunió todas las gracias y las llamó: MARÍA”. Esta Solemnidad presenta un panorama de excepcional amplitud y densidad espiritual. Se produce la síntesis de las virtudes cristianas que conforman la santidad. Me refiero a la humildad y a la obediencia, reveladas en la intimidad de aquel diálogo. El Ángel dice a María lo que Dios quiere de ella, y se lo propone. Ella responde sin objeciones, confiada en la Palabra, que se le ofrece de parte de Dios, destinada a todos: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. (Lucas 1, 38)
4.- El Don de Dios y la fidelidad de María. Recodemos la expresión de San Pablo: “Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables”. (Romanos 11, 29) Nosotros podremos cambiar, Dios no cambia. En María se establece la perfecta correspondencia entre la fidelidad de Dios y la respuesta de la persona llamada. La santidad de María es obra de Dios, e incluye necesariamente su virginal consentimiento, humilde y generoso. Lo más importante es obra de Dios y, lo menos, es decisión de la libertad humana. El ejemplo de María es simple y universal. Su vida es una formulación perfecta de la aceptación del don amoroso de Dios. El Ángel, apenas producido el “hágase”, “se alejó”. Le correspondió proponer la Encarnación del Verbo, como proyecto divino de salvación. El “Fiat” de María la expone, de inmediato, a la acción del Espíritu Santo… “y el Verbo se hace carne”.+