Mons. Bochatey: 'La Eucaristía nos une a Cristo y nos abre también a los demás'
- 2 de junio, 2024
- La Plata (Buenos Aires) (AICA)
"Quien reconoce a Jesús en la hostia santa está atento a cada persona, se compromete, de forma concreta, en favor de todos aquellos que padecen necesidad" dijo el administrador apostólico de La Plata.
El administrador apostólico de la arquidiócesis de La Plata, monseñor Alberto Bochatey OSA, encabezó el sábado 1° de junio la fiesta del Corpus Christi en una Iglesia catedral colmada de fieles de todas las comunidades, movimientos, grupos de Scouts, abanderados de los colegios, religiosos y religiosas, que se congregaron para adorar a Jesús Eucaristía.
Concelebraron la misa los obispos auxiliares, monseñor Jorge González y monseñor Federico Wechsung, quienes además acompañaron la procesión desde la basílica Sagrado Corazón de Jesús hacia la Catedral; y un grupo numeroso de sacerdotes.
En la homilía, monseñor Bochatey recordó que la fiesta del Corpus Christi “es inseparable del Jueves Santo, de la misa in Caena Domini, en la que se celebra solemnemente la institución de la Eucaristía. Mientras que en la noche del Jueves Santo se revive el misterio de Cristo que se entrega a nosotros en el pan partido y en el vino derramado, hoy, en la celebración del Corpus Christi, este mismo misterio se presenta para la adoración y la meditación del pueblo de Dios (en la adoración de la Eucaristía estamos contemplando sufrimiento, entrega y misterio!), y el Santísimo Sacramento se lleva en procesión por las calles de la ciudad y de los pueblos, para manifestar que Cristo resucitado camina en medio de nosotros y nos guía hacia el reino de los cielos”.
“En la Eucaristía tiene lugar la conversión de las cosas terrenas, de los dones de esta tierra –el pan y el vino–, con el fin de transformar nuestra vida e inaugurar de esta forma la transformación del mundo”, agregó. Además, señaló que “al contemplar y adorar la Eucaristía contemplamos y adoramos la conversión de lo humano en trascendente, en divino, como fruto del amor, amor de entrega, de sufrimiento y de misterio”.
“La Eucaristía -manifestó- mientras nos une a Cristo, nos abre también a los demás, nos hace miembros los unos de los otros: ya no estamos divididos (¡no podemos estar divididos!), sino que somos uno en él. La comunión eucarística me une a la persona que tengo a mi lado, y con la cual tal vez ni siquiera tengo una buena relación, y también a los hermanos lejanos, en todas las partes del mundo”.
"Quien reconoce a Jesús en la Hostia santa, lo reconoce en el hermano que sufre, que tiene hambre y sed, que es extranjero, que está desnudo, enfermo o en la cárcel; y está atento a cada persona, se compromete, de forma concreta, en favor de todos aquellos que padecen necesidad, que viven en la incomprensión, que les cuesta comprender los misterios de la vida, incluso de la vida de la Iglesia".
"Del don de amor de Cristo proviene, por tanto, nuestra responsabilidad especial de cristianos en la construcción de una Iglesia unida, testimonio de la muerte y de la resurrección, constructora de una sociedad solidaria, justa y fraterna. Especialmente en nuestro tiempo, el cristianismo puede y debe hacer que esta unidad no se construya sin Dios, es decir, sin el amor verdadero, ya que se dejaría espacio a la confusión, al individualismo, a los atropellos de todos contra todos".
» Texto completo de la homilia
Antes de la bendición final, el administrador apostólico compartió las siguientes palabras:
"Quisiera compartir con ustedes. algo de lo que estamos viviendo como Arquidiócesis a partir de la renuncia de monseñor Gabriel Mestre como arzobispo.
Junto a la sorpresa que nos ha causado, se abre un tiempo eclesial y teológico de esperanza y de oración por él, por nosotros como Iglesia local y sobre todo por quién sea el próximo Arzobispo que nos quiera dar el Santo Padre, Francisco.
En diálogo con monseñorGabriel, hemos acordado que él se quedará a vivir aquí en La Plata, colaborando en alguna parroquia donde hay necesidad de atención pastoral, por lo menos hasta que venga el nuevo arzobispo. Monseñor Gabriel está muy bien y vive este tiempo con serenidad y madurez, profunda convicción de fe y de amor a la Iglesia y al Papa.
Él ha decidido retirarse un poco y nos ha pedido no hacer despedidas ni saludos. Por ejemplo, a pesar de haberlo invitado expresamente, no ha querido estar hoy aquí presente para no ser causa de distracción del centro de la fiesta Eucarística.
Muchos nos han preguntado: ¿qué podemos hacer? La respuesta es una y clara: rezar y renovarnos en la esperanza de Jesús camino, verdad y vida, Hijo de Dios Vivo, cabeza de la Iglesia".+