Viernes 15 de noviembre de 2024

La Santa Sede pide ante la ONU que pobreza y hambre se aborden conjuntamente

  • 20 de octubre, 2020
  • Nueva York (Naciones Unidas) (AICA)
Intervención del Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, monseñor Gabriele Caccia.
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“Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible debe seguir siendo una prioridad fundamental”, dijo el observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, el arzobispo Gabriele Caccia, en su intervención en el 75 período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York.

Existe “una realidad paradójica” que ve “alimento para todos, pero hambre diaria para muchos”, reiteró monseñor Gabriele Caccia, en su intervención del 16 de octubre.

Monseñor Caccia -informa Vatican News- destacó el dramático vínculo entre carestía y pobreza. El primero recae negativamente sobre el segundo, ya que “el impacto sobre la salud asociado a la cantidad y calidad inadecuadas de los alimentos afecta a la capacidad de las personas para aprender y trabajar”. Por lo tanto, el prelado exhortó a que “la pobreza y el hambre se aborden conjuntamente, mediante un enfoque holístico que combine la inclusión económica, los medios de vida sostenibles y la protección social”.

Relación distorsionada entre alimentación y nutrición
Nuestro planeta, explicó el observador permanente, sufre de “una relación distorsionada entre alimentos y nutrición”: mientras que “millones de personas sufren y mueren de hambre en todo el mundo”, de hecho, “cada día se tiran toneladas de alimentos”, tanto que “una persona de cada nueve carece de acceso a las comidas diarias”. No sólo eso, el arzobispo recordó que “un número cada vez mayor de personas tiene acceso principalmente, si no exclusivamente, a alimentos de calidad inferior”, lo que provoca “aumento de peso, obesidad y enfermedades relacionadas con la nutrición”. De ahí el llamamiento del prelado a “reducir el costo de los alimentos nutritivos y hacer que las dietas saludables sean accesibles para todos”.

No a la cultura del usa y tira
El “dramático” contexto socioeconómico causado por la pandemia de Covid-19, dijo el observador permanente, agravó “la vulnerabilidad” de las personas que padecen hambre y malnutrición, porque “la disminución de la productividad agrícola y las restricciones a las exportaciones” han exacerbado “la pobreza y la inseguridad alimentaria de quienes dependen de la economía agroalimentaria”. 

En particular, los trabajadores migrantes estacionales “que ya no pueden conseguir un empleo estacional, no pueden mantener a sus familias” y “millones de niños, debido al cierre de las escuelas, no tienen acceso a las comidas escolares”, que representan una parte “significativa” de sus necesidades diarias. 

Por esta razón, monseñor Caccia pidió que se diseñen medidas específicas y de emergencia para el sector agrícola, porque la seguridad alimentaria “sólo se logrará cuando las estructuras sociales respondan a las exigencias de justicia y respeto de la dignidad intrínseca de cada persona”. 

Lo que se necesita, añadió el prelado, es “una nueva mentalidad”, es decir, “políticas de desarrollo que tengan a la persona humana en su centro y que, en lugar de fomentar la cultura del usa y tira, promuevan la justicia social, la solidaridad y el respeto por los frutos de la tierra y el trabajo humano”, asegurando “el acceso equitativo a los bienes y recursos indispensables para sostener la vida y promover el desarrollo integral de cada persona”.

Pero al igual que está vinculado a la pobreza, el hambre también está vinculada a la “salud del planeta” -subrayó el representante del Vaticano- porque “es vital preservar los recursos naturales” para lograr “sistemas alimentarios más sostenibles que reduzcan los efectos del clima y protejan y restauren el medio ambiente y la biodiversidad”. Sólo así, concluyó monseñor Caccia, “todos los hombres, mujeres y niños tendrán acceso a su 'pan de cada día'“.

Uso pacífico del espacio extraatmosférico
En una segunda intervención, el observador permanente abordó algunos temas concretos: en lo que respecta al espacio extraatmosférico, reiteró la necesidad de “su utilización pacífica” gracias a “acuerdos que preserven su carácter unitario y universal”. Una posibilidad sería -explicó- que “los satélites sean lanzados por organizaciones o consorcios internacionales, en lugar de por Estados o empresas individuales, y que las actividades de explotación de los recursos espaciales sean llevadas a cabo por esos grupos”. 

Al mismo tiempo, monseñor Caccia instó a que se prestara más atención a los llamados “desechos espaciales” a fin de eliminar los “riesgos de colisión” entre los satélites.

El drama de los refugiados palestinos
En cuanto a la situación de los refugiados palestinos en el Oriente Próximo, el representante del Vaticano destacó sus difíciles condiciones de vida, agravadas por la pandemia del Covid-19, que exige el fortalecimiento de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (Unrwa, sus siglas en inglés) para “alzar la voz, en particular, en nombre de los niños inocentes, cansados y desgastados por el conflicto que han heredado una situación tan compleja de las generaciones pasadas”. “Los refugiados palestinos son una población de refugiados de larga data -reiteró el prelado-. Sólo una paz negociada directamente entre los pueblos palestino e israelí pondrá fin a su situación”. El arzobispo Caccia condenó con la máxima firmeza todos los actos de violencia contra el personal de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas porque “esos ataques también podrían constituir crímenes de guerra”.

Detener las violaciones de guerra
Un punto específico de su discurso el observador permanente lo dedicó a las mujeres y los niños, a menudo víctimas de abusos durante los conflictos armados. “La Santa Sede desea reiterar que el uso de la violencia sexual como arma de guerra es inaceptable y debe ser detenido -dijo el arzobispo-. Ante tan atroces crímenes, no debemos descuidar nunca la situación de los niños concebidos como resultado de la violencia sexual en la guerra.  Tanto las madres como los niños son víctimas inocentes y no se debe escatimar ningún esfuerzo para garantizar su plena integración en la sociedad”, además de “perseguir de manera justa e imparcial” también a los trabajadores de las Naciones Unidas que son culpables del delito de abuso. 

Monseñor Caccia finalmente instó “a incluir a las mujeres en todos los aspectos del proceso de paz, en particular en la prevención, la resolución de conflictos, la construcción de la paz y los procesos humanitarios”. +