La comunidad de Mar del Plata recordó a la Madre Eufemia
- 24 de septiembre, 2021
- Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA)
Con una misa presidida por el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Antonio Mestre, la comunidad de Mar del Plata recordó a la Madre Eufemia Otamendi a 50 años de su fallecimiento.
El obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Antonio Mestre, presidió una misa en la capilla construida por la Madre Eufemia Otamendi, mensajera de Dios y servidora de su pueblo, al cumplirse el 18 de septiembre el cincuentenario de su pascua.
La Eucaristía estuvo concelebrada por el presbítero Walter Otamendi, el presbítero Pablo Boldrini, de la parroquia San Andrés, de Miramar; y el diácono Norberto Cecchi. Contó con la presencia de alumnos y docentes de la Escuela Hogar, y fieles que conocieron a la Madre o colaboraron con la institución en algún momento.
Como expresión de la vitalidad de su obra, se hicieron presentes algunos directivos e integrantes de la comunidad educativa de Mechongué, donde se encuentra el Jardín y el Nivel Secundario Juan XXIII.
Un momento especial de la ceremonia fue la bendición de Rita, quien deja su cargo como directora luego de 29 años de servicio, y el reconocimiento por parte de la Comisión que administra la obra, proyectada hace tanto tiempo y funcionando hoy ya sin la presencia de las hermanas.
Monseñor Mestre destacó la actividad misionera de Madre Eufemia, su inquietud por evangelizar y servir a todos los pobladores, especialmente de la zona rural. "Cristo vive y te quiere vivo", reiteró varias veces como centro del mensaje que todos debemos anunciar y que, con su testimonio, regaló la Madre Eufemia a la vida de la Iglesia diocesana.
Madre Eufemia
Eufemia Carolina Otamendi nació en Quilmes, provincia de Buenos Aires, el 2 de junio de 1883. Hija del matrimonio integrado por Don Fernando Julián Otamendi y Doña Eufemia Batallana.
Ya en la capital, desde muy joven comenzó su enorme y valerosa misión de servir a Dios. Toda su vida escuchó y puso en práctica la Palabra de Dios con inigualable sencillez y una inconmensurable capacidad de amor al prójimo. Su vocación de servicio la movió a tomar los hábitos religiosos y se dedicó a catequizar en la zona de Miramar, donde también pasó su juventud en las posesiones de su familia. Fundó la estancia La Eufemia que heredó de su padre, ubicada en el actual Partido de General Alvarado, a 8 kilómetros de la entrada de Mar del Sur, una obra de las Terciarias Capuchinas de la Divina Pastora.
En la década del ’50 se inauguró una escuela primaria dentro del predio de la estancia. Allí en la actualidad más de cien niños reciben a diario su formación académica, contención afectiva y espiritual. Transformó esa posesión en escuela, templo y lugar de recreo para jóvenes.
Su nombre y el de su obra se encuentran estrechamente ligados a dos de las localidades que componen el partido de General Alvarado, los pueblos de Mechongué y Mar del Sur y el Paraje San José.
Eufemia Otamendi transformó de modo definitivo los lugares que frecuentó. La sola mención de su nombre aún hoy provoca respeto entre los lugareños.
Con la infinita paciencia de los elegidos vivió sus últimos años y murió como había vivido, con la serenidad de su grandeza de alma y su fidelidad a la Obra elegida. Así mantuvo hasta el final su conmovedora humildad interior y su escogida pobreza de bienes materiales. La Madre Eufemia falleció en su casa La Eufemia el 18 de septiembre de 1971.
La obra de Madre Eufemia
Bajo una sólida, sabia y santa dirección espiritual (primero Monseñor de Andrea y luego definitivamente el P. Francisco de Biskarret) la joven Eufemia Otamendi llegó a quienes quería llevar al conocimiento y amor del Padre Celestial, verdadero móvil de su entrega.
Esta decisión de consagrar su vida a la misión que Dios le encomendó, fue tan intensa que ni siquiera tuvo en cuenta la censura de sus allegados. La acompañaron mujeres admirables que se entregaron al Señor y le ofrecieron una hermosa y fecunda etapa de sus vidas, adhiriéndose a la obra evangelizadora propuesta por la Madre Eufemia.
Vida Religiosa: Divina Pastora
Nació con la generosa entrega de la Madre Eufemia, acompañada de la hermana María Elena y del padre Francisco de Biskarret. Se trazó un camino y no se apartó de él, hasta llegar a su meta: la Evangelización de la gente.
En la vida de la Madre y sus compañeras maduró la presencia misma de Dios que actuó a través de ellas. No fueron meros sentimientos pasajeros sino que lo religioso obró maravillosamente a través de personas y recursos.
Poco a poco fueron encontrando forma y concreción, en el establecimiento "La Eufemia", que fue el hábitat de sus sueños y para ello no dudó en desprenderse del campo heredado de su familia en la localidad de Lobería para hacer realidad la construcción de la capilla bajo la advocación de La Divina Pastora, que hoy es un lugar de peregrinación, de encuentro con el Señor y de una profunda tarea evangelizadora de conversión y transformación cristiana en la vida de las personas que integran la Obra.
Con esa misma entrega y generosidad contribuyó a la construcción de capillas y oratorios en las localidades de Mar del Sur, Comandante Nicanor Otamendi y Mechongué.
Obra educativa
La educación siempre significó una preocupación esencial en el corazón de la tarea pastoral de la Madre Eufemia y de las Hermanas. La atención puesta en la formación de los más pequeños fue desde el comienzo un pilar en la tarea apostólica.
Hoy se quiere mantener viva la preocupación de los comienzos, con el carisma apostólico inicial del que bebieron la Madre y quienes la acompañaron en los inicios, buscando en el ejemplo de sus vidas y en las obras que concretaron, la inspiración para la continuidad de la Obra.
A pedido de los pobladores de la localidad de Mechongué y como necesidad de la comunidad, la Madre Eufemia Otamendi creó en 1966 el Jardín de Infantes Juan XXIII, que fue reconocido oficialmente en 1970. En este momento cuenta con establecimientos de Nivel Inicial, Primario, Secundario y el Hogar Nazaret. Es un servicio educativo totalmente gratuito.
Actividad Agraria
El campo que la Madre heredó fue el sostén providencial que el Padre puso en las manos de las Hermanas para contribuir y nutrir con la mayor justicia todo lo necesario para satisfacer el sostenimiento educacional y evangelizador de la Obra. Sus continuadores piden a Dios que los fortalezca para ser fieles al propósito de su fundadora.+