Viernes 15 de noviembre de 2024

Francisco: la oración vocal nos lleva de la mano a Dios

  • 21 de abril, 2021
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
El Papa reflexionó hoy sobre el valor de la oración espontánea pronunciada en los labios. "Es la oración de los sencillos, despierta hasta el corazón más adormecido", señaló
Doná a AICA.org

No caigamos en la soberbia de despreciar la oración vocal, porque es “un ancla” a la que siempre podemos aferrarnos, dijo el papa Francisco en la mañana de hoy, durante la audiencia general, celebrada en la Biblioteca del Palacio Vaticano, continuando con su catequesis sobre la oración, reflexionando hoy sobre “la oración vocal”.

“La oración - dijo - es diálogo con Dios; y toda criatura, en cierto sentido, 'dialoga' con Dios. En el ser humano, la oración se convierte en palabra, invocación, canto, poesía. La Palabra divina se hizo carne, y en la carne de cada hombre la palabra vuelve a Dios en la oración". 

En la Biblia se aprende a que “todo salga a la luz de la palabra, que nada humano quede excluido, censurado. Sobre todo, el dolor es peligroso si se mantiene cubierto, encerrado dentro de nosotros. Un dolor encerrado en nosotros, que no puede expresarse, desahogarse, puede envenenar el alma, es mortal".

“La primera oración humana - dijo Francisco- es siempre una recitación vocal. Los labios siempre se mueven primero. Aunque todos sabemos que rezar no significa repetir palabras, la oración vocal es la más segura y siempre se la puede practicar”. 

Los sentimientos, por nobles que sean, son siempre inciertos: van y vienen, nos abandonan y regresan. No solo eso, también las gracias de la oración son imprevisibles: en algunos momentos abundan las consolaciones, pero en los días más oscuros parecen evaporarse por completo. 

La oración del corazón es misteriosa y en ciertos momentos desaparece. La oración de los labios, la que se susurra o se recita en coro, está siempre disponible, y es tan necesaria como el trabajo manual”. 

Y "todos deberíamos tener la humildad de algunos ancianos que, en la iglesia, quizás porque su oído ya no es muy fino, recitan en voz baja las oraciones que aprendieron de niños, llenando la nave de susurros". 

Esa oración no perturba el silencio, sino que da testimonio de la fidelidad al deber de la oración que han practicado durante toda la vida, sin que nunca pierda fuerza. 

Esos orantes de la oración humilde son a menudo los grandes intercesores de las parroquias: son los robles que de año en año extienden sus ramas, para dar sombra al mayor número posible de personas. 

Sólo Dios sabe cuándo y cuánto su corazón está unido a esas oraciones recitadas. Seguramente esas personas también han tenido que afrontar noches y momentos de vacío. Pero uno siempre puede permanecer fiel a la oración vocal. “Es como un ancla”. 

“Las palabras que pronunciamos nos toman de la mano; en algunos momentos devuelven el sabor, despiertan hasta el corazón más adormecido; despiertan sentimientos de los que habíamos perdido la memoria. Y sobre todo, son las únicas que, de manera segura, dirigen a Dios los pedidos que Él quiere escuchar. 

Es la que nos enseñó Jesús: ‘Padre nuestro, que estás en el cielo…’”, finalizó Francisco su catequesis.