Francisco animó a alabar a Dios, aún en los momentos oscuros
- 13 de enero, 2021
- Ciudad del Vaticano (AICA)
El papa Francisco ofreció este miércoles una catequesis sobre la oración, en la que aseguró que "la alabanza purifica y nos abre el camino hacia el Señor".
La alabanza purifica y nos abre el camino hacia el Señor. Dios, nuestro amigo fiel, es el centinela que nos hace avanzar con seguridad. Con esta reflexión, el papa Francisco centró su catequesis del miércoles 13 de enero en la oración de alabanza.
“Alabando, somos salvados”, aseguró el Santo Padre, y animó a seguir el modelo de San Francisco de Asís que, en el momento más oscuro de su vida, ya estando casi ciego y sintiendo los pasos de la muerte, con la percepción de que el mundo no había cambiado desde el inicio de su predicación, rezó, “Laudato si’, mi Señor”. En ese sentido, expresó: “Tengamos el coraje de decir ‘Bendito eres, oh Señor’".
En la mañana del miércoles, el Santo Padre hizo referencia a un pasaje crítico de la vida de Jesús, después de los primeros milagros y de la implicación de los discípulos en el anuncio del Reino de Dios.
Juan el Bautista, que estaba en la cárcel atravesando un momento de oscuridad, duda si se equivocó en el anuncio. Y le hace llegar este mensaje: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?». Precisamente entonces, el evangelista Mateo relata un hecho “sorprendente”, dijo el Papa: “Jesús no eleva al Padre un lamento, sino que eleva un himno de júbilo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»”. “En plena crisis, en plena oscuridad en el alma de tanta gente, como Juan el Bautista, Jesús bendice al Padre, alaba al Padre”, destacó el Papa.
Al respecto, Francisco planteó: “¿Por qué?”, y explicó: Jesús alaba al Padre “por lo que es”. Es decir, porque es el “Señor del cielo y de la tierra”. Sabe y siente que su Padre es el Dios del universo, y sabe que el Señor de todo lo que existe es el Padre. “De esta experiencia de sentirse ‘hijo del Altísimo’ brota la alabanza”.
En segundo lugar, Jesús alaba al Padre porque favorece a los pequeños. Es lo que Él mismo experimenta predicando en los pueblos: Los “sabios” y los “inteligentes” permanecen desconfiados y cerrados, hacen cálculos, mientras que los “pequeños” se abren y acogen el mensaje. Esto solo puede ser voluntad del Padre, y Jesús se alegra.
“También nosotros debemos alegrarnos y alabar a Dios porque las personas humildes y sencillas acogen el Evangelio”. En el futuro del mundo y en las esperanzas de la Iglesia “están siempre los pequeños”, afirmó. Son “aquellos que no se consideran mejores que los otros, que son conscientes de los propios límites y de los propios pecados, que no quieren dominar sobre los otros”. Se reconocen “todos hermanos”.
Por eso la oración de Jesús en ese momento de “aparente fracaso”, nos conduce también a nosotros “a juzgar de forma diferente nuestras derrotas personales, a juzgar de manera diferente las situaciones en las que no vemos clara la presencia y la acción de Dios, cuando parece que el mal prevalece y no hay forma de detenerlo”.
Jesús, que también recomendó mucho la oración de súplica, precisamente en el momento en el que habría tenido motivo de pedir explicaciones al Padre, sin embargo lo alaba.
En momentos oscuros, acudir a la alabanza
“Alabando, somos salvados”, insistió el Papa, recordando “un texto de la liturgia eucarística que invita a rezar a Dios de esta manera”: «Aunque no necesitas nuestra alabanza, tú inspiras en nosotros que te demos gracias, para que las bendiciones que te ofrecemos nos ayuden en el camino de la salvación por Cristo, Señor nuestro».
“La oración de alabanza nos sirve a nosotros”, añadió, porque es una participación «en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria». Así, “debe ser practicada no sólo cuando la vida nos colma de felicidad, sino sobre todo en los momentos difíciles, en los momentos oscuros, cuando el camino sube cuesta arriba”.
“A través de esa cuesta, de ese sendero fatigoso, de esos pasajes arduos, se llega a ver un panorama nuevo, un horizonte más abierto”, aseguró.
La alabanza purifica el alma
“La alabanza es como respirar oxígeno puro: te purifica el alma, te hace mirar más allá, no quedas encerrado en el difícil y oscuro momento de las dificultades”.
La oración que San Francisco compuso al final de su vida, el “Cántico de las criaturas”, constituye una gran enseñanza sobre esto, explicó el Santo Padre.
El Pobrecillo no lo compuso en un momento de alegría, en un momento de bienestar, sino al contrario, en medio de las dificultades. Estando ya “casi ciego”, sintiendo en su alma “el peso de una soledad que nunca antes había sentido”, pues el mundo no había cambiado desde el inicio de su predicación, y sintiendo además que se acercaban “los pasos de la muerte”. En ese momento que podría ser de “desilusión extrema” y de “percepción del propio fracaso”, Francisco reza alabando al Señor: “Laudato si’, mi Señor…”.
“Francisco alaba a Dios por todo, por todos los dones de la creación, y también por la muerte, que con valentía la llama ‘hermana’, ‘hermana muerte’. Estos ejemplos de los santos, de los cristianos, también de Jesús, de alabar a Dios en los momentos difíciles, abren las puertas de un camino muy grande hacia el Señor y nos purifican siempre. La alabanza siempre purifica”.
Dios amigo y centinela
“Los santos y las santas –concluyó el pontífice– nos demuestran que se puede alabar siempre, en las buenas y en las malas, porque Dios es el Amigo fiel”.
“Este es el fundamento de la alabanza: Dios es el Amigo fiel y su amor nunca falla. Siempre Él está a nuestro lado, Él nos espera siempre”.
Recordando a alguien que solía decir que Dios "es el centinela que está cerca de ti y te hace avanzar con seguridad", el Sumo Pontífice alentó a que, en los momentos difíciles y oscuros, “tengamos el coraje” de decir: "Bendito eres, oh Señor".+