Viernes 15 de noviembre de 2024

Finalizó la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

  • 25 de enero, 2021
  • Roma (Italia) (AICA)
Con una misa en la basílica papal de San Pablo Extramuros, el mensaje del Papa animó a permanecer en el amor con Dios, con los cristianos y con toda la humanidad.
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En la tarde del lunes 25 de enero, fiesta de la Conversión de San Pablo, se celebróen la basílica papal de San Pablo Extramuros,  la misa de clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

El papa Francisco no pudo presidir la ceremonia debido a molestias causadas por la ciática, y fue sustituido por el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, encargado de leer la homilía del Santo Padre.

La homilía de Francisco partió de la premisa de Jesús a sus discípulos “Permanezcan en mi amor”. Dijo que la unidad de los cristianos es “indispensable” y tiene “múltiples niveles", que se pueden imaginar como tres círculos concéntricos.

"El primer círculo, el más interno, es permanecer en Jesús. Aquí es donde comienza el camino de cada persona hacia la unidad", explicó en el primer punto, advirtiendo que, en la acelerada y compleja realidad actual, "es fácil perder el hilo": “Muchos se sienten fragmentados por dentro, incapaces de encontrar un punto fijo, un orden estable en las circunstancias variables de la vida. Jesús nos muestra el secreto de la estabilidad al permanecer en Él, porque sabe que ‘sin Él no podemos hacer nada’”.

Por eso, estamos llamados a consolidar esa unidad que "es obra de la gracia que recibimos al permanecer en Jesús", teniendo la oración "como agua para vivir": “Orar, es estar con Jesús, la adoración es lo esencial para permanecer en Él. Es el modo de poner en el corazón del Señor todo lo que habita en nuestro corazón, esperanzas y temores, alegrías y penas. Pero, sobre todo, centrados en Jesús en la oración, experimentamos su amor. Y de este modo nuestra existencia toma vida, como el sarmiento toma savia del tronco”.

Sobre el segundo círculo, la unidad con los cristianos, el Papa expresó que aclaró es como una "ley dinámica" que existe en la vida espiritual: "En la medida en que permanecemos en Dios nos acercamos a los demás, y en la medida en que nos acercamos a los demás permanecemos en Dios". Allí se da también la necesidad de amar: “La oración sólo puede conducir al amor, de lo contrario es un ritualismo fatuo. De hecho, no es posible encontrarse con Jesús sin su Cuerpo, formado por muchos miembros, tantos como son los bautizados. Si nuestra adoración es auténtica, creceremos en el amor por todos los que siguen a Jesús, independientemente de la comunión cristiana a la que pertenezcan, porque, aunque no sean ‘de los nuestros’, son suyos”.

Sin embargo, aclaró que muchas veces "constatamos que amar a nuestros hermanos no es fácil, porque enseguida aparecen sus defectos y faltas, y nos vienen a la mente las heridas del pasado". Por ello, es fundamental que fluya la acción del Espíritu que "sopla donde quiere y por todos los lugares que quiere para conducirnos de nuevo a la unidad. Nos lleva a amar no sólo a los que nos quieren y piensan como nosotros, sino a todos, como Jesús nos enseñó".

El tercer círculo tiene que ver con la unidad más amplia que comprende a toda la humanidad. Aquí la acción del Espíritu "nos recuerda que nuestro prójimo no es sólo el que comparte nuestros valores e ideas, sino que estamos llamados a ser prójimos de todos, buenos samaritanos de la humanidad vulnerable, pobre y sufriente -tan sufriente hoy en día- que yace en las calles del mundo y que Dios quiere levantar con compasión".

Francisco insistió en la importancia de "vivir en la gratuidad, a amar incluso a los que no nos corresponden, porque es en el amor puro y desinteresado donde el Evangelio da sus frutos", precisamente el mismo Espíritu, "autor del camino ecuménico, que nos ha llevado esta tarde a rezar juntos". Finalmente, el Papa saludó fraternalmente a los representantes de las Iglesias y comunidades eclesiales reunidas para la ocasión, y concluyó: "Queridos hermanos y hermanas: Permanezcamos unidos en Cristo. Que el Espíritu Santo, derramado en nuestros corazones, nos haga sentir hijos del Padre, hermanos y hermanas entre nosotros, hermanos y hermanas en la única familia humana".+