Viernes 15 de noviembre de 2024

El Papa en Bulgaria: tierra de convivencia entre personas y credos

  • 5 de mayo, 2019
  • Sofía (Bulgaria)
El domingo 5 de mayo, el papa Francisco llegó a Sofía, capital de Bulgaria, para comenzar su 29º viaje apostólico internacional en Bulgaria y Macedonia del Norte que realizará hasta el 7 de mayo. El pontífice aterrizó en el aeropuerto internacional de Sofía a las 9.55 (hora local) en donde se llevó a cabo el recibimiento oficial.
Doná a AICA.org
El domingo 5 de mayo, el papa Francisco llegó a Sofía, capital de Bulgaria, para comenzar su 29º viaje apostólico internacional en Bulgaria y Macedonia del Norte que realizará hasta el 7 de mayo. El pontífice aterrizó en el aeropuerto internacional de Sofía a las 9.55 (hora local) en donde se llevó a cabo el recibimiento oficial.

Francisco fue recibido por el nuncio apostólico en Bulgaria, monseñor Anselmo Guido Pecorari, y por el Primer Ministro de Bulgaria, Boiko Borísov, y por cuatro niños vestidos con trajes tradicionales quienes le regalaron flores.

A su llegada a Sofía, Francisco destacó la tradición de hospitalidad que caracteriza al país de las rosas, ligado al recuerdo de Juan XXIII y Juan Pablo II. "Aquí, la diversidad, en un respeto por las peculiaridades específicas, es vista como una oportunidad, una riqueza, y no como un motivo de contraste".

Bulgaria es una tierra de encuentro y de convivencia entre y tradiciones y credos, un puente entre el Sur y el Este de Europa. Es la patria de los hermanos Cirilo y Metodio, venerados como santos, tanto por los católicos como por los ortodoxos, proclamados copatronos de Europa por san Juan Pablo II, por ser los evangelizadores de los pueblo eslavos. Esto fue recordado por el papa Francisco al llegar a Sofía, durante el discurso que pronunció ante las autoridades, representantes de la sociedad civil y miembros del cuerpo diplomático, tras su encuentro con el presidente de la República, Rumen Radev, en el Palacio presidencial, donde se desarrolló la ceremonia de bienvenida.

"¡Benditos sean los Santos Cirilo y Metodio, copatronos de Europa -dijo el Papa-, que con sus oraciones, su ingenio y su concorde fatiga apostólica, constituyen un ejemplo y, habiendo pasado más de un milenio, siguen siendo inspiradores de diálogo fecundo, armonía, encuentro fraterno entre las Iglesias, los Estados y los pueblos! ¡Que su brillante ejemplo pueda suscitar numerosos imitadores, incluso en nuestros días, y hacer surgir nuevos caminos de paz y de concordia!".





Francisco recordó que este país está atado al recuerdo de san Juan XXIII: en efecto, en aquel entonces monseñor Roncalli, se desempeñó en el país de las rosas primero como visitador apostólico y luego como delegado, entre 1925 y 1934. "Siempre llevó en el corazón sentimientos de gratitud y de profunda estima por vuestra nación, llegando a afirmar que, a cualquier lugar donde se lo enviase, su casa siempre estaría con las puertas abiertas, sin la necesidad de decir si se es católico u ortodoxo, sino simplemente: hermano de Bulgaria".

"Aquí -subrayó- la diversidad, en un respeto por las peculiaridades específicas de cada uno, es vista como una oportunidad, una riqueza, y no como un motivo de contraste".

El pontífice prosiguió diciendo que hoy, "a treinta años del fin del régimen totalitario que tenía atrapadas la libertad y las iniciativas, Bulgaria se encuentra afrontando las consecuencias de la emigración, ocurrida en las últimas décadas, de más de dos millones de sus conciudadanos que van en busca de nuevas oportunidades de trabajo.

Al mismo tiempo, Bulgaria -como tantos otros países del viejo continente- tiene que lidiar con lo que puede ser considerado un nuevo invierno: el invierno demográfico, que ha caído como una cortina de hielo sobre una parte considerable de Europa, como consecuencia de una merma de confianza en relación al futuro. La caída de los nacimientos, por tanto, que se suma a un intenso flujo migratorio, ha conducido al despoblamiento y al abandono de muchos pueblos y ciudades. Además, Bulgaria se encuentra enfrentado el fenómeno de aquellos que tratan de ingresar por sus fronteras, para huir de guerras y conflictos o de la miseria, y tienen la intención de alcanzar de cualquier manera las áreas más prósperas del continente europeo, para hallar nuevas oportunidades de vida o, simplemente, un refugio seguro".

"Su país -concluyó- siempre se ha distinguido por ser un puente entre el este y el oeste, capaz de favorecer el encuentro entre culturas, etnias, civilizaciones y religiones diferentes, que desde hace siglos conviven aquí en paz. El desarrollo, incluso el económico y civil, de Bulgaria, pasa necesariamente a través del reconocimiento y la valorización de esta característica suya específica: delimitada por el gran río Danubio, y por las orillas del Mar Negro, convertida en fértil gracias al humilde trabajo de numerosas generaciones y abierta a los intercambios culturales y comerciales, integrada a la Unión Europea y con firmes lazos con Rusia y Turquía, que esta tierra pueda ofrecer a sus hijos un futuro de esperanza".+