Cuaresma: Confiar en Dios y seguir a Cristo, dándonos a los demás
- 4 de marzo, 2022
- Corrientes (AICA)
El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, presidió el 2 de marzo la misa del Miércoles de Ceniza, con la que se dio inicio al tiempo de Cuaresma.
Los fieles correntinos se congregaron el 2 de marzo en la catedral Nuestra Señora del Rosario para participar de la misa del Miércoles de Ceniza, presidida por el arzobispo, monseñor Andrés Stanovnik OFMCap.
En su homilía, el prelado expresó su adhesión al llamado del papa Francisco para rezar por la preservación de la paz ante la amenaza de la “locura de la guerra” y pedir el cese inmediato de cualquier posibilidad de violencia y uso de armas.
Asimismo, se unió a la declaración que realizó la Conferencia Episcopal Argentina junto con otras entidades religiosas y civiles, en la que manifiestan “la preocupación por la falta de sensatez y humanismo para resolver conflictos”, porque “toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal”, como indica la Fratelli tutti.
Al recordar a los “nuevos héroes civiles” de la pandemia, monseñor Stanovnik hizo una mención especial “a tantos bomberos voluntarios que lucharon contra los incendios; a muchos hombres y mujeres que colaboraron con ellos, a las instituciones civiles y religiosas que continúan ahora en la sacrificada y silenciosa tarea de organizar la ayuda a los que padecieron las terribles consecuencias que dejaron las quemazones”.
Y en referencia a la Cuaresma, recordó que estos 40 días “son una oportunidad que nos brinda la Iglesia para que revisemos nuestra vida a la luz de la Palabra y la orientemos hacia Dios, porque en esa dirección descubrimos quiénes son los que caminan a nuestro lado, y cuál es el vínculo que nos corresponde tener con ellos”.
Aquellos “héroes civiles”, destacó, “no se hicieron de un día para otro, sino que fueron hombres y mujeres que transitaron su vida pensando y sirviendo a sus hermanos, sabiendo que en ello corría riesgo su propia vida; como en alguna medida también sucedió con los que lucharon en controlar los incendios y los que estuvieron sosteniendo ese colosal esfuerzo”.
“La conversión personal que nos propone el tiempo de Cuaresma es confiar en Dios y seguir a Cristo, sabiendo que en la medida que nos damos a los demás, aunque en ello se nos vaya la vida, es como nos encontramos con nosotros mismos y con Dios”, aseguró.
Estos héroes, consideró el arzobispo, tienen mucho para enseñarnos en el “caminar juntos” propuesto por el Papa en el camino sinodal: “Ellos no vivieron para sí mismos sino al servicio de los más frágiles, entregando lo mejor de ellos mismos. Ese es el camino para que la pareja humana, una comunidad y los pueblos entre sí, puedan vivir un proyecto compartido en el que se busque el bien de todos”.
“Para entrar en ese camino hay que estar dispuesto a que la ceniza limpie de egoísmo nuestra mente y nuestros corazones, nos infunda horror por la guerra, cualquier guerra no solo la armada, sino la que practicamos en el destrato con los demás, y fortalezca nuestras manos para que permanezcan abiertas a todos”.
“Los cuarenta días que nos separan de la Pascua es un tiempo para dejar atrás una vida alejada de Dios y volver a Él”, sostuvo, alejamiento que se evidencia por dos señales: el olvido de la oración y la práctica religiosa, por una parte; y por otra, el maltrato o la indiferencia hacia el prójimo, especialmente hacia el pobre y hacia el que más sufre.
“El camino de regreso al encuentro con Dios exige despojarse de una vida centrada en sí misma, ocupada exclusivamente en sus propios intereses”, advirtió. “Jesús nos propone el método clásico e infalible para liberarnos de la opresión egoísta que sofoca y deshumaniza nuestra vida: la limosna, la oración y el ayuno”.
“La limosna significa ser generoso no con lo que me sobra sino con lo que soy y lo que tengo; la oración es dedicar tiempo a la Palabra de Dios y al diálogo personal con el Señor; el ayuno, es disciplinar las tendencias desordenadas y adictivas que disminuyen la capacidad de mi entrega a los demás. Y todo esto, acompañado por esa regla de oro que consiste en hacer todo eso sin buscar la aprobación de los demás, sino por amor a Dios en respuesta al inmenso amor que Dios nos tiene”.
Finalmente, animó a suplicar con humildad la gracia de volver a Dios en esta Cuaresma. “Que el espíritu que sostuvo a nuestros ‘héroes civiles’ durante la pandemia, y a tantos hombres y mujeres que trabajaron heroicamente en el combate a los incendios, a los que colaboran generosamente para socorrerlos, y para ayudar a los perjudicados por el desastre ambiental que produjo esta catástrofe, nos anime a ser heroicos también a los que admiramos su entrega”.
“Ellos nos recordarán para siempre que la vida vale la pena de ser vivida si estamos dispuestos a darla sin reservas a los demás. Que la ceniza sobre nuestras cabezas nos disponga dócilmente al encuentro con Jesús, suplicando por la paz en Ucrania y en el mundo, y que la amistad con Él nos lleve al encuentro con nuestros hermanos para prepararnos juntos a celebrar la paz y la alegría de la Pascua”.+