"Basta de utilizar Líbano y Medio Oriente para intereses ajenos", clama el Papa
- 2 de julio, 2021
- Ciudad del Vaticano (AICA)
"El pueblo libanés decepcionado y agotado, necesitado de certidumbre, esperanza y paz", aseguró Francisco al cerrar la oración ecuménica de la jornada de reflexión y oración por el Líbano.
Movidos por la preocupación por el Líbano, sumido en una grave crisis, el papa Francisco y los líderes de las comunidades cristianas libanesas concluyeron la jornada de reflexión dedicada al país de los Cedros con una oración ecuménica llevada a cabo ante el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana.
El pontífice manifestó su gratitud a los participantes -entre ellos los patriarcas de Oriente-, que aceptaron de buen grado la invitación a participar en este día marcado, tal como expresó el Santo Padre, por el “intercambio fraternal”, y en el que trataron de orientarse "juntos" a la luz de Dios.
“A su luz hemos visto, sobre todo, nuestras propias carencias: los errores que hemos cometido cuando no hemos sabido dar testimonio creíble y coherente del Evangelio; las oportunidades que hemos perdido en el camino de la fraternidad, la reconciliación y la plena unidad. De esto pedimos perdón y con el corazón contrito decimos: '¡Señor, ten piedad!'".
"¡Señor, ten piedad!, recordó Francisco, era el grito de una mujer que, precisamente en las cercanías de Tiro y Sidón, se encontró con Jesús y, angustiada, le imploró con insistencia: "¡Señor, ayúdame!". Y consideró que se trata de un grito que se ha convertido en el de todo el pueblo libanés "decepcionado y agotado, necesitado de certidumbre, esperanza y paz".
Los patriarcas de Oriente y el pontífice han querido “acompañar” ese grito del pueblo, exhortando a no darse “por vencidos”, a no cansarse de “implorar al cielo esa paz” que los hombres “tienen dificultad de construir en la tierra”:
"Pidámosla con insistencia para Medio Oriente y para el Líbano. Este querido país, tesoro de civilización y espiritualidad, que a lo largo de los siglos ha irradiado sabiduría y cultura, que es testigo de una experiencia única de convivencia pacífica, no puede quedar a merced del destino o de quienes persiguen sin escrúpulos sus propios intereses. Porque el Líbano es un pequeño gran país, pero es más que eso: es un mensaje universal de paz y fraternidad que se eleva desde Medio Oriente".
"Dios declara que tiene planes de paz y no de desgracia". Fue la frase que resonó en este día, y, con esa certeza, “en estos tiempos de desgracia”, el Papa y los participantes afirmaron en una única voz y con todas las fuerzas que “el Líbano es, y debe seguir siendo, un plan de paz”.
“Su vocación -dijo Francisco- es ser una tierra de tolerancia y pluralismo, un oasis de fraternidad donde diferentes religiones y confesiones se encuentran, donde conviven diversas comunidades anteponiendo el bien común a las ventajas particulares”. De ahí que sea “esencial”, reiteró el obispo de Roma, que “quien tiene el poder se ponga decidido y sin más dilaciones al servicio verdadero de la paz y no al de los propios intereses”.
“¡Basta del beneficio de unos pocos a costa de la piel de muchos! ¡Basta con el prevalecer de las verdades parciales a costa de las esperanzas de la gente! ¡Basta de utilizar al Líbano y Medio Oriente para intereses y beneficios ajenos! Es necesario dar a los libaneses la oportunidad de ser protagonistas de un futuro mejor, en su tierra y sin injerencias indebidas”.
“Nunca antes, como en estos meses, hemos comprendido que no podemos salvarnos solos y que los problemas de unos no pueden ser ajenos a los demás”, afirmó al pedirle a los ciudadanos libaneses que no se desmoralicen ni se pierdan de ánimo, pues en las "raíces profundas" de su “historia única” pueden encontrar “la esperanza” para florecer nuevamente. A los dirigentes políticos les recuerda que “no hay paz sin justicia”, por lo que se los llama a encontrar “soluciones urgentes y estables a la actual crisis económica, social y política”. A los libaneses de la diáspora, se les pide poner “al servicio” de su patria las mejores energías y recursos de los que disponen. Para llevar a cabo estos llamamientos, tal y como señaló Francisco, son de inspiración los ejemplos “de quienes han sabido construir cimientos compartidos, viendo en la diversidad no obstáculos sino posibilidades”.
La última exhortación está dirigida a los miembros de la comunidad internacional: "Con esfuerzo común, que se den las condiciones para que el país no se hunda, sino que emprenda un camino de recuperación. Esto será un bien para todos".
Colaborar en la construcción de la fraternidad y promoción de la paz
Los cristianos, continuó el Santo Padre, estamos “llamados a ser sembradores de paz y artesanos de fraternidad, a no vivir de rencores y remordimientos pasados, a no huir de las responsabilidades del presente, a cultivar una mirada de esperanza hacia el futuro”. Creemos que Dios “muestra una sola dirección para nuestro camino”, “la de la paz”. Por eso la renovación al compromiso hecha en este día junto a los líderes de las comunidades cristianas libanesas a “construir juntos un futuro”, pues, en definitiva, el porvenir será pacífico “sólo si es común”.
"Por lo tanto, aseguramos a nuestros hermanos y hermanas musulmanes y a los de otras religiones nuestra apertura y disposición para colaborar en la construcción de la fraternidad y la promoción de la paz. Ésta 'no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas que, a pesar de las incomprensiones y las heridas del pasado, se encaminan del conflicto a la unidad", expresó y dijo en ese sentido que espera que a esta jornada le sigan iniciativas concretas en nombre del diálogo, el compromiso educativo y la solidaridad.
“Más allá de la negra cortina de la noche hay un amanecer esperándonos”: las palabras del poeta Gilbran inspiran la parte final del discurso del Papa, que, con su mirada dirigida a los jóvenes que hicieron entrega de lámparas encendidas, afirma que en sus rostros “brilla la esperanza del futuro”: son precisamente ellos, los jóvenes, “las lámparas que arden en esta hora oscura”, y por ello “hay que escucharlos y atenderlos, porque de ellos depende el renacimiento del país”.
“Antes de tomar decisiones importantes miremos las esperanzas y los sueños de los jóvenes. Y miremos a los niños: que sus ojos radiantes, aunque cubiertos de demasiadas lágrimas, sacudan las conciencias y guíen las decisiones”. Pero también “otras luces” brillan en el horizonte del Líbano: son las mujeres, “generadoras de vida, generadoras de esperanza para todos”.
“Que sean respetadas, valoradas e involucradas en los procesos de toma de decisiones del Líbano”. Y también los viejos que son las raíces, los ancianos: “Mirémoslos, escuchémoslos. Que nos den la mística de la historia, que nos den las bases del país para seguir adelante. Ellos tienen ganas de volver a soñar: escuchémoslos, para que en nosotros esos sueños se transformen en profecía”.
Para llegar al amanecer, recuerda el Papa al final de su discurso, “no hay otro camino que la noche”. Y en la noche de la crisis es necesario “permanecer unidos” porque “juntos, a través de un diálogo honesto y de intenciones sinceras”, es posible “llevar luz a las zonas oscuras”.
"Encomendemos todo esfuerzo y compromiso a Cristo, Príncipe de la Paz, para que, como hemos rezado, 'cuando se levantan los rayos no eclipsados de su misericordia, huyen las tinieblas, el crepúsculo desaparece, huyen las tinieblas, termina el crepúsculo, desaparecen las tinieblas y se va la noche'”, invitó citando el Libro de las Lamentaciones.
“Que la noche de los conflictos se desvanezca y surja un amanecer de esperanza. Que cese el rencor, desaparezcan las discordias y Líbano vuelva a irradiar la luz de la paz”, concluyó.+