Hermanas y hermanos:
Estamos celebrando esta Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo con el lema: "Lo reconocieron al partir el pan" (cf. Lc. 24, 35) Este versículo del Evangelio de San Lucas hace referencia al encuentro de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús. Es el ícono que nos acompaña en este tiempo de nuestro camino sinodal en la diócesis de Quilmes.
La comunión con el Cuerpo de Cristo es signo y causa instrumental del dinamismo de la Iglesia. “Sólo hay sinodalidad cuando celebramos la Eucaristía y entronizamos el Evangelio para que, entonces, nuestra participación no sea un mero parlamentarismo sino un gesto de comunión eclesial que busca ponerse en movimiento. Todos los bautizados somos sinodales (“synodoi”), amigos del Señor que acompañan al Señor al caminar” (Francisco, videomensaje a la CAL, mayo 2022)
Esto es lo que hemos querido manifestar por las calles de Berazategui en esta tarde. El Señor sacramentado acompaña nuestra marcha. Como a los discípulos de Emaús nos pregunta: ¿Qué vienen hablando por el camino? Y le contamos nuestras penas y frustraciones; nuestras esperanzas truncas y nuestras broncas.
Nos acompaña María, como en los inicios de la comunidad cristiana. “Con María nos ponemos en camino” en esta peregrinación que la réplica de la Virgen de Luján hará por todas las parroquias de la diócesis, empezando por Berazategui.
La pandemia y sus consecuencias nos motivaron para empezar nuestra procesión de Corpus en el Hospital “Evita pueblo”. El evangelio que hemos escuchado nos presenta a Jesús dando consuelo curando a los enfermos. Él ha venido a sanar los corazones afligidos. Vemos que toda esa multitud no quiere apartarse de Jesús. Lo oyen con un gran deseo y su palabra los alienta y los cura con su poder.
Los discípulos se preocupan porque se hace tarde y no hay nada para darles de comer. Sólo se les ocurre decirles que se vayan a su casa. Jesús les dice: “Denles de comer ustedes mismos”. Ellos sólo cuentan con cinco panes y dos pescados.
Hemos escuchado lo que Jesús hizo con esos pocos panes y pescados. Luego de hacer los gestos que en cada Misa realizamos, les mandó que repartieran los panes. Comieron hasta que se llenaron y aún sobraron doce canastas.
Hoy nos preocupa la mesa de los argentinos, como la de tantos pueblos del mundo que sufren las consecuencias de la pandemia, de las malas políticas y en el fondo, por causa de la ambición humana que, aprovechándose de la necesidad, crea poderosos imperios que monopolizan los alimentos.
La enseñanza de Jesús es: si los recursos se comparten, habrá lo suficiente para todos. El milagro nos causa admiración, pero no menos importante es el mensaje que nos deja. Que todos juntos enfrentemos los problemas de fondo de nuestra sociedad, para que nadie tenga demasiado y otros no tengan lo suficiente; o para que nadie sea obligado a gastar su tiempo, su salud y su propia vida para que unos pocos acumulen inmensas fortunas. El verdadero milagro es el cambio del corazón.
Participar de la Eucaristía es comulgar con los mismos sentimientos de Jesús.
Participar de la Eucaristía es comprometerse con las necesidades concretas del pueblo, abriendo caminos de comunión y de solidaridad, contra la dispersión, compartiendo los bienes en justicia y mayor equidad. Es desde el corazón mismo de una comunidad donde nace la abundancia.
No nos cansemos de hacer comunidad. No nos cansemos de crear y fortalecer vínculos. No nos dejemos robar la vida comunitaria. No nos dejemos robar la esperanza.
Mons. Carlos José Tissera, obispo de Quilmes