Querido Marcelo:
Hace unos días recordabas 33 años que entrabas a esta Catedral para sellar tu amor con Alejandra. ¡¡¡Hace 33 años!!! Y hoy, haz vuelto a entrar en ella para sellar tu amor al Crucificado, hoy has entrado a la Catedral para subirte a esa Cruz, para amar como Él nos amó y dar su vida en rescate por una multitud. Hoy entrás para subirte al altar, perpetuar el Misterio de la Salvación de los hombres y hacerte Pan que alimente, sostenga, anime la vida de tantos hermanos.
¡Cómo nos habla a la luz de los textos el Buen Pastor! Ese Pastor que no te abandonó en ese momento doloroso de la partida de Alejandra y que siguió mostrándote el camino del Amor. ¡Qué importante aprender y ser pacientes ante los caminos del Señor para nuestra vida, porque Él siempre está y no nos abandona! Que el misterio de tu vida sea luz y esperanza para muchos!
¡Qué marco para esta celebración! La pandemia que no permite bajar los brazos, que nos viene marcando en el dolor y, como a muchas familias, nos ha tocado de cerca esta semana con la partida de estos dos hermanos sacerdotes, cuyo testimonio es tan rico para todos nosotros como iglesia y cuánto más para nosotros sacerdotes, qué fuerza, qué caridad la de sus corazones. Volvamos a dar gracias a Dios por ellos en nombre de nuestra iglesia diocesana. Pero también una pandemia que ha dejado al desnudo nuestras debilidades y pobrezas humanas, como estas contradicciones de expresiones y decisiones políticas y sociales ciegas, insólitas, inoportunas, como el proyecto de ley del aborto. Tiempos difíciles. Sin embargo, para los que creemos, siempre oportunos desde la mirada de Dios. Porque tenemos certeza de que nada de lo que vivimos se perderá, cuando lo hacemos en su Amor.
Y en el día de la Solemnidad de Cristo Rey, en este marco festivo, el Señor nos habla y te habla de un modo especial por eso quiero compartirte algunos ecos que me parecen oportunos:
El profeta nos recuerda y nos ubica ¡Aquí estoy Yo…Yo soy el Pastor! Él siempre va a ir delante de tuyo en el corazón de las ovejas, él siempre se ocupa de ellas. Pero también este texto, te marca el modo de ser pastor, que debe buscar, ocuparse de su rebaño, librarlas, hacerlas descansar, vendar las heridas, curar las enfermas, ‘no dejarte atrapar por las gordas y acomodadas’. Y siempre dejá que el Señor juzgue, no nos hagamos jueces nosotros. Este es un programa de vida sacerdotal.
El hermoso salmo 22, confianza y certeza, que también tenemos que escucharlo nosotros como pastores y decirnos muchas veces ¡El Señor es mi pastor! No nos va a faltar ni su bondad, ni su gracia. Tenemos que abrirnos a Él, contamos con Él y su llamada es ‘irrevocable’. El problema no es Él, sino nosotros, cuando perdemos la conciencia y la necesidad de su pastoreo y nos creemos dueños del rebaño y de su iglesia.
La carta de Pablo, nos marca una tarea-misión, ‘que todos revivan en Cristo más allá de su muerte corporal’. De allí que nuestra preocupación y nuestro gastar fuerzas cada día sea para que ‘vivan unidos a Él’, que ‘Él sea el centro del corazón de nuestros hermanos’. Somos colaboradores de la misión de Cristo, para que lleguemos a esa plenitud donde ‘Dios sea todo en todos’.
Y el evangelio nos indica el estilo pastoral de ‘la misericordia’; una misericordia que no se conforma solo con las obras importantes y necesarias, sino una ‘caridad pastoral’ que me hace ver al hermano en su necesidad concreta y trabajar en las causas que lo esclavizan en ella. Y una caridad pastoral que te lleve a vivir una Espiritualidad de comunión, esa capacidad de sentir al hermano, como «uno que me pertenece», para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. Es esa capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un «don para mí». Es saber «dar espacio» al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos acechan.” (NMI43). Esta es la fuente de nuestro lema Cada comunidad para todas las comunidades. Una espiritualidad de comunión que hoy sostiene el sueño de Francisco en la Fratelli Tutti.
Querido Marcelo: tu sacerdocio esparticipación en el sacerdocio de Cristo para continuar su obra. Hoy, esta misión está marcada por lo que el Espíritu Santo le está pidiendo a la Iglesia y que está reflejado en todos los documentos del Papa Francisco. ¡Sé fiel, en ellos está contenido nuestra fidelidad!
Y así “no callar lo que has visto y oído”. Que tu ministerio esté siempre atento a ese Espíritu, dejate siempre guiar y enseñar por Él, por más que seas una persona adulta, con experiencia de vida, sé humilde, dejate enseñar por Dios y por la gente, por los que Él pondrá en tu camino. Comenzás a ser sacerdote instituido, hay que despojarse y desnudarse ante el Señor y su pueblo cada día. ¡Somos simples servidores, instrumentos de su Gracia!
María, Madre de los sacerdotes, acompañá a este tu hijo en su vida y en su ministerio.
Mons. Fernando M. Croxatto, obispo de Neuquén