Los invito a tomar distancia tomar distancia para mirar desde otro lado, y pensar cómo habrá hace 430 años, un 25 de agosto.
Seguramente con el frío de esta época y la desolación de estas tierras. Pero, sin embargo, con un pensamiento que mira hacia adelante… que clava un inicio sobre esta tierra. Eligiendo estos lares…, estos parajes para fundar un proyecto llamado San Luis. No hay incienso como hoy, mucho menos un templo donde celebrar el culto. Hoy tenemos una dignísima Catedral…; y así, podríamos decir tantas cosas de hace 430 años. Todo comenzó como un pequeño lugar. Hoy, desde esta Provincia se nos permite construir la Patria, nos permite profundizar nuestro ser argentinos…, nos permite una oportunidad para construir una Patria de hermanos…, a la distancia debemos dar gracias.
Como siempre, hicieron falta hombres y mujeres con coraje, con valor, con decisión. Dispuestos a arriesgarse…, a jugarse…, a comprometerse. Así se construye una vida y una historia distinta. Se jugaron y comprometieron.
El Evangelio de hoy nos enseña a mar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Ese amar a Dios por sobre todas las cosas resume necesariamente el camino de Salvación. Como personas de fe, sabemos que la vida con la muerte no termina, sino que se transforma. Estamos invitados a vivir la Pascua de Dios y estamos invitados desde esta morada terrenal ha construir una realidad solidaria como enseña la primera lectura.
El profeta Isaías, nos deja un texto muy bello (Isaías 58, 6-11). Les invito retomarlo en sus casas como lectio divina. Leer, escuchar, rezar con la Palabra. Hacer silencio… y ver qué dice el texto y qué me dice a mí este texto. Cómo yo puedo aplicar este texto en mi historia y en mi vida. Enseña cosas concretas para vivir a partir de nuestra fe: el ayuno es dejar en libertad de los oprimidos, compartir el pan con el hambriento…, albergar a los pobres sin techo…, cubrir al que veas desnudo… etc. Claramente Jesús a toda esta tradición del Antiguo Testamento le da absoluta plenitud. Nos redime desde su amor. Su misericordia manifestada en su vida dada y entregada en la cruz.
Nosotros, como Jesús hizo en su vida, debemos aplicar este texto en nuestra historia como nos lo marca Isaías. Desde un camino de fe. Desde una fe muy concreta: ayuno será soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo…, dejar en libertad a los oprimidos…, compartir el pan con los hambrientos…, albergar a los pobres sin techo…, cubrir al que veas desnudo. Jesús a toda esta tradición del Antiguo Testamento no vino ni a quitar ni un punto ni una coma, sino, vino a darle absoluta plenitud. Desde su vida dada y entregada por la cruz Jesús nos invita justamente a esto: a amar hasta dar la vida. Amar hasta dar la vida cada día
Nuestro camino de fe no son meramente ritos que acompañan nuestras liturgias. Nuestras liturgias sin duda, tienen solo ritos para cumplir que hacen bella la celebración, que la hacen visible… (porque rezamos con todos los sentidos), los ritos de nuestra Liturgia, no limitan el camino religioso sino que tienen que hace de puente a todo esto.
Yo no soy un buen cristiano porque sea un exquisito ritualista podría ser un traidor a la letra si cumplo los ritos exteriormente pero después mi corazón no está en la misma sintonía. Si encierro mi vida de fe solamente en los ritos pero después mi vida no tiene esta sensibilidad con el prójimo como nos lo marca Isaías.
Debemos llegar a Dios desde el camino del prójimo. Jesús pone allí el acento: ¡amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo!
Cuántas veces vivimos como si Dios nada tuviera que ver en nuestras vidas…, cuántas veces nos pasa que vivimos como si no tuviéramos que rendir cuentas a Él. Recordemos que somos administradores hemos recibido dones y algún día Dios nos preguntará qué hicimos con todo lo recibido. ¿Qué hiciste con tu hermano…? y de ese examen nadie va a zafar…, todos vamos a tener que dar respuesta y aquí sí ya no alcanzan ni las buenas imágenes ni las formas ni las exquisitas palabras. Los hechos van a hablar de nuestra verdadera fe
San Luis Rey es nuestro santo patrono, un exquisito patrono que ha tenido un lugar muy difícil, desde su lugar de gobierno frente a un pueblo. Como rey San Luis nos ha enseñado justamente con sus obras, su ser cristiano no era solamente cumplir ritos y su devoción, y preocupaciones buscaba no ofender a Dios. Servir a los hermanos. Desde su lugar supo poner en práctica el Evangelio. En la vida no todos tenemos los mismos lugares. Todos tenemos distintas responsabilidades y desde nuestros distintos lugares y desde nuestras distintas responsabilidades tenemos que aprender a ser servidores.
San Luis Rey le dijo sí a Dios no con las palabras sino con los hechos. En el testamento a su hijo dice: “si Dios te envía adversidades sopórtalas pacientemente y da gracias a Dios”. Esta es una profunda enseñanza. Las adversidades no son necesariamente castigos.
Les cuento que ayer en un reportaje que me hicieron por radio desde Concarán, por el tema de volver a restaurar el techo en la parroquia…, y me decían la Virgen estaba enojada con el pueblo de Concarán. Yo lo que les decía que es todo lo contrario: ¡La Virgen, los ha cuidado…!
Se volaron las chapas por el tornado de diciembre y que gracias a ese evento de las chapas pudimos ver que las vigas del techo se podían caer. Estaban descalzadas y en mal estado. Gracias a esa adversidad hoy debemos darle gracias a Dios porque sin duda ha salvado vidas.
Tenemos que trabajar a partir de ello y es un ejemplo completo de cómo aprender a ver que no siempre las adversidades no solo son cosas que se nos vienen en contra, sino son verdaderas oportunidades. Hoy con la comunidad de Concarán estamos trabajando. Nos estamos uniendo para volver a poner nuestra iglesia en pie frente a esa adversidad, de la cual tenemos que dar gracias. Vamos a empezar, pero demos gracias a Dios…, a la Virgen que no nos abandonó…, todo lo contrario, como buena Madre, siempre nos cuida y está a nuestro lado.
Decía también San Luis en su testamento: “si Dios te concede prosperidad agradécelo con humildad y vigila que no sean una vanagloria tuya o por cualquier otro motivo. Los dones de Dios no han de ser en detrimento tuyo”. Vigila que no sea, decía también San Luis en su testamento, si te concede prosperidad agradécelo con humildad y vigila que no sean para vanagloria.
Siempre debemos ser hermanos unos de otros. Jesús insistentemente ha marcado la importancia de no sentirnos superiores. El que sea el más grande que se haga el pequeño.
San Luis Rey supo ponerse coherentemente su sayal de terciario franciscano, teniendo las vestimentas propias de un rey. Supo valorar también la humildad del camino de San Francisco: El despojo y el servicio.
Por último, San Luis en su testamento invita a la “confesión frecuente”. Confiésate frecuentemente le decía a su hijo y elige un confesor prudente.
¡Absolutamente actual este consejo dado hace tantos…! Hoy podría ser absolutamente adecuado para cada uno de nosotros. Una confesión sana…, una confesión frecuente. Para ello no hay fechas escritas. Hay algunos que se tienen que confesar más… y otros que se tienen que comenzar menos…; la confesión no tiene que ser escrupulosa no tiene que ser para alimentar escrúpulos y por ello una frecuencia exagerada. Tiene que ser para dejar que la Gracia de Dios actúe en nosotros.
Ese: “confiésate frecuentemente y busca un confesor prudente” debe ser algo que todos debemos vivir. A todos seguramente nos cuesta confesarnos. Pero sin embargo es uno de los caminos más ricos donde tenemos la certeza de que Dios, por medio de la Iglesia, nos perdona. En la confesión, lo más importante no es el pecado sino el perdón. Como en la lectura del hijo pródigo, donde lo fundamental no es el error del hijo sino el amor del Padre.
Todos estamos llamados a recibir ese amor, todos estamos llamados a renovar esa Gracia del perdón. Este es uno de los tantos caminos de Gracia que tenemos en la Iglesia. Tenemos que acercarnos desde los sacramentos a la mayor gracia de Dios para rendirle la verdadera Gloria a él.
Que así como San Luis Rey pudo vivir el Evangelio Dios quiera que también por su amparo, intercesión y por su ejemplo, también nosotros podamos ser desde nuestras tierras de San Luis testigos de Jesús. Constructores de su Reino. Constructores de una Patria de hermanos. Verdaderos cristianos que en el día a día vamos amando a Dios, amando al prójimo y construyendo una sociedad distinta, una realidad distinta donde caminemos todos hacia la Patria Celestial.
Mons. Gabriel Bernardo Barba, obispo de San Luis