Jueves 14 de noviembre de 2024

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Cierre del jubileo diocesano 2024

Homilía de monseñor Ricardo Araya, obispo de Cruz del Eje, en la misa de cierre del jubileo diocesano 2024 (Villa de Pocho, 10 de agosto de 2024)

Hemos venido como peregrinos de Dios hasta esta antigua sede del Curato de Traslasierra, hoy capilla de una parroquia de nuestra diócesis de Cruz del Eje.

En el 1600 éramos parte del antiguo Obispado del Tucumán formando parte del Curato (o Parroquia) de la Sierra, y en el 1700 parte del Curato (o Parroquia) de Traslasierra con sede aquí, en Pocho.

En el 1700 se edificó esta histórica y hermosa Capilla a “Nuestra Señor de la Purísima Concepción”. Aquí recordamos a los “comuneros”. Y en el 1800 fuimos parte de la diócesis de Córdoba. Desde ahí vino a nosotros el Santo Cura Brochero.

Hoy esta Capilla pertenece a la parroquia de Salsacate, en nuestra actual diócesis de Cruz del Eje que ha cumplido 60 años.

¡Viva la diócesis de Cruz del Eje!

Hemos venido hasta aquí porque sentimos que Jesús nos vuelve a decir “vengan a mí”; los que están cansados y agobiados “vengan a mí”. Peregrinando en este día le decimos al Señor: aquí estoy, aquí estamos; te buscamos, te queremos encontrar de nuevo. No queremos perder el rumbo. Y por todo esto hacemos fiesta.

Dice Doña Jovita que este es un día para el “regocijo piadoso”. Gracias por esta invitación “querida viejita del cerro”; como te nombra un aplaudido cantautor de nuestro valle.

Con el libro de la Biblia, en el salmo 91 decimos: “porque tus acciones, Señor, son mi alegría cantaré jubiloso las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta

Venimos acá porque la experiencia nos enseña que cuando olvidamos de dónde venimos no sabemos dónde vamos.

Venimos con el coraje de dejar lo que queda atrás y las ganas de lanzarnos hacia adelante (Fil 3, 13) porque todavía no hemos alcanzado la meta que es Dios mismo.

Sabemos que en la peregrinación a veces nos detenemos, otras veces retrocedemos, pero también sabemos que es posible volver a empezar. Que desde Cristo, encarnado en nuestra cultura serrana, siempre es posible comenzar de nuevo (cf DA). Hoy queremos agradecer y pedir perdón, pedir al Espíritu Santo que nos enseñe a seguir adelante y a no perder el rumbo.

Estos 60 años han de ser un nuevo punto de partida en nuestra Iglesia Diocesana, desde Pocho, desde esta tierra tantas veces olvidada, desde esta Capilla dedicada a la Virgen María, que ha cobijado a tantas generaciones de hombres y mujeres originarios, españoles e inmigrantes.

Un nuevo punto de partida porque escuchamos que Jesús nos vuelve a decir: “vayan por todas partes y anuncien el Evangelio”. Vayamos entonces, desde el “común”. Porque a los “comuneros” de Pocho el Evangelio que les había sido predicado, les dio luz y coraje para reclamar los caminos de la libertad, la igualdad y el respeto de la dignidad humana.

Vayamos nosotros también por los caminos de la libertad, de la igualdad y de la justicia para todos; desde el compromiso y la participación a la que nos impulsa hoy el bautismo que hemos recibido.

¿Quiénes son los que tienen el deber de predicar, celebrar y servir?... ¡todos los bautizados!

Hemos venido a Pocho, a esta tierra con larga historia, con mucha vida y sufrimiento; con lucha y con tanta fe; para no dejar de peregrinar hacia Dios que nos espera siempre, como dice el Evangelio, con los brazos abiertos para hacer fiesta.

Jesús nos vuelve a decir hoy: “vengan a mí” y también nos dice: “vayan por todas partes”, vayan acompañados “ahí tienen a su Madre

La invitación es doble. Se nos llama a dos cosas: a adorar y a misionar.

Una nueva etapa en la Diócesis donde, escuchando a nuestros jóvenes, se nos provoca a adorar y a misionar. Escuchemos el “vengan a mí” y adoremos a Dios, y escuchemos el: “vayan por todas partes” y misionemos con los hermanos.

Adorar es arrodillarse ante la grandeza y el amor de Dios, que siempre nos lleva a inclinarnos ante cualquier sufrimiento y miseria humana.

Misionar es compartir con todos, empezando por los que están lejos, la alegría del Evangelio: la de ser hijos de Dios, hijos de la Iglesia y hermanos de todos.

Mons. Hugo Ricardo Araya, obispo de Cruz del Eje