Retiro anual del clero platense
- 11 de septiembre, 2020
- La Plata (Buenos Aires) (AICA)
El clero de la arquidiócesis de La Plata realizó su retiro anual de tres días, predicado por el padre Rodolfo Capalozza, Coordinador del Centro de Espiritualidad Palotina.
El clero de la arquidiócesis de La Plata realizó su retiro anual, en tres días, de forma virtual, organizado por el Equipo de Formación Permanente del Clero y predicado por el padre Rodolfo Capalozza, Coordinador del Centro de Espiritualidad Palotina.
En tres videos que compartió con los sacerdotes, el predicador fue ofreciendo una guía para orar. Se refirió a que “lo esencial del retiro no son las exposiciones ni las conferencias, sino más bien un encuentro personal”. “Todo tiempo de retiro es un espacio para contemplar la obra de Dios en nuestra vida y a través de ella, las vidas que nos son confiadas”, añadió.
Asimismo, mencionó que el retiro “es un momento de discernimiento, de opciones y decisiones. Un discernimiento que nos revela aquello que Dios quiere transformar en nuestra vida, nuestro ministerio, nuestra fe es un proceso de continuo crecimiento”. En ese sentido, invitó a preguntarse en voz alta acerca de “qué me está pidiendo Dios en este momento, en mi ministerio”.
Y continuó: “En este tiempo de pandemia, como los discípulos, estamos asustados y perdidos. Tenemos miedo a sufrir, a perecer nosotros o nuestros seres queridos, o tenemos ese miedo por no poder controlar situaciones o incertidumbre sobre qué es lo que viene o hacia dónde vamos”, reflexionó. Por ello, les dijo: “Qué pedagógico es este silencio de Dios en el camino de la fe. Este silencio nos lleva a buscarlo y despertarlo, como los discípulos, ir a su encuentro. Alimenta nuestro deseo de Él y nuestro sentirnos necesitados. Y este silencio nos permite pensarnos y ver la realidad, mirar como estábamos viviendo y nos lleva a cambiar”.
Otro de los puntos en los que se reflexionó fue acerca de la vocación a la santidad, dentro del sacerdocio. En este sentido, Capalozza aclaró que también “es importante distinguir la santidad como perfección de la caridad de lo que llamamos perfeccionismo meramente humano. El perfeccionismo está motivado por la búsqueda de una especie de autosatisfacción ególatra, es la complacencia en la propia perfección como tal. Por eso en el perfeccionista cualquier error es generador de angustia porque en el fondo se ve afectado su propio orgullo, la propia imagen y hay una fuerte dependencia de la propia imagen ante los demás y ante nosotros mismos”, analizó.
Ese perfeccionismo “nos lleva a una vivencia compulsiva del amor, con ausencia de libertad, ya que amamos para ser reconocidos por los demás, o amamos para ser reconocidos y queridos”. En cambio, continuó, “la santidad brota de esa experiencia fundante del amor misericordioso y gratuito de Dios”. “Ser santo es fundar la vida en la experiencia de este amor y el amor de Dios es un amor de iniciativa que viene a nuestro encuentro. Dios nos habla desde un amor misericordioso y redentor. Es la experiencia de la gratuidad. Dios nos ama con libertad, independientemente de nuestros merecimientos. Y es un amor que no tengo que comprar”, prosiguió.
También indicó que “la santidad siempre es una respuesta de amor y a la vez es dejarnos conducir por el Espíritu del Señor, por el Espíritu Santo”. “En el camino de la santidad buscamos hacer el bien como respuesta hacia Aquel que nos amó primero y en esta perspectiva el pecado nos duele, pero no nos angustia porque somos seres perdonados en la cruz. El santo coloca el centro de su vida en el amor a Dios, que es siempre un amor de obediencia, y en el amor a los hermanos y los hombres, que es siempre un amor de servicio”, consideró.
Finalmente, reflexionó acerca de la vocación de servicio dentro del sacerdocio: “El camino del servicio resignifica nuestra vida, le da el sentido pleno. Fuimos creados a imagen de Jesús que vino para servir. El servicio ordena toda nuestra vida, le da un núcleo unificador, un eje central a nuestra vida. En la actitud de servicio convergen nuestras actividades, nuestra oración, nuestra celebración y todo nuestro ministerio”.
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