Mons. Scheinig llamó a amar "con máxima generosidad"
- 27 de octubre, 2020
- Luján (Buenos Aires) (AICA)
El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig presidió la Eucaristía del domingo 25 de octubre en la basílica y santuario de Nuestra Señora de Luján.
El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig presidió la Eucaristía del domingo 25 de octubre en la basílica y santuario de Nuestra Señora de Luján.
El prelado comenzó su homilía aclarando que la confrontación no es mala: “ponerse frente a frente, pensar, dialogar, hasta discutir. No es malo confrontar”, consideró.
“Pero si se le pone un clima de agresividad verbal o gestual, esa confrontación se convierte en algo difícil de sostener y se genera un clima de violencia, un clima hostil”, advirtió. “Y eso lejos de ayudarnos, nos separa, nos divide. No es fácil sanar una confrontación cargada de agresividad”.
“A veces en los medios de comunicación, me parece a mí, en algunos programas, se abusa con un estilo de confrontación agresiva. Y llama la atención cómo se consume ese estilo, en donde uno tiene que tomar partido emocionalmente y entonces las ideas se caen, no hay ideas, no hay una reflexión superadora”, lamentó.
En ese sentido, llamó a reflexionar sobre el Evangelio, y planteó: “Si celebramos la misa, venimos aquí, leemos el Evangelio pero después todo sigue igual, ¿tiene sentido esta realidad de confrontación, de separación, de agresividad?”.
“El Señor, nos cuenta el evangelio de Mateo, viene en una confrontación muy seria, con los fariseos, los saduceos, los escribas. ¿Se acuerdan todos los evangelios que venimos leyendo? Él viene hablando del Reino de Dios y le ponen trampas; el domingo pasado también querían agarrarlo en algo para acusarlo, ‘¿Hay que pagar el impuesto o no?’”, recordó.
“Y hoy también. El doctor de la ley no le hace una pregunta con transparencia, sino maliciosamente. Viene el Señor en una confrontación muy seria con los suyos. Miren que esta confrontación lo va a llevar a la muerte”, anticipó. “Hasta dónde llega la agresividad humana, hasta la muerte de un inocente”, reflexionó.
“No estamos hablando de poca cosa, estamos hablando de temas muy serios. No es televisión, es vida. No es puesta en escena, es vida. Y uno ve que la agresividad carga vidas, se lleva vidas. La violencia es algo muy serio”, sostuvo. “En ese clima, el doctor de la ley le pregunta cuál es, para él que es un Maestro –así lo llamaban – el mandamiento principal”.
El arzobispo se detuvo para explicar que “de los cinco primeros libros de la Biblia, del Antiguo Testamento, que los judíos llaman Torá, que nosotros llamamos Pentateuco, los libros de la Ley, se desprenden 613 leyes, más o menos; de culto, de relaciones familiares, comerciales, de lavados, 613 leyes. Cada maestro, cada rabino, de todas ellas iba priorizando. Algunos priorizaban el culto, otros las relaciones”.
En ese marco, a Jesús le preguntan: “¿Cuál es para vos la ley más importante?” Y entonces Jesús, dice “el amor a Dios con todo el corazón, con todo el espíritu, con toda el alma, con todo el pensamiento y al prójimo como a uno mismo”.
“Éste, no dos, este único mandamiento, de esto depende todas las otras leyes, de esto depende la vida, el amor”, señaló monseñor Scheinig.
“¿Cuál es la característica del amor cristiano? ¿Cuál es la característica del amor que Jesús viene a proponernos vivir? No es un teórico del amor, porque a Él ese Amor, lo va a llevar a la entrega total de su vida”, destacó.
Por eso, la característica del amor cristiano, del amor de Jesús, afirmó el prelado, “es la totalidad de entrega. Es una apuesta a que el amor sea total, a Dios fundamentalmente. Dios nos invita a amarlo radicalmente, totalmente y al prójimo con máxima generosidad”.
“¿Por qué Jesús apuesta a esta fuerza del amor y de la entrega? Porque Él lo sabe por experiencia propia, porque tiene un amor puro en su corazón, un amor humanamente puro, purificado, por ser el Hijo de Dios. Lo sabe por experiencia propia, que amar así agranda al ser humano. Que amar de esta manera lo hace pleno”, continuó.
“El amor cristiano, el amor de Jesús no te desgasta, no es un amor que te exprime. Jesús dice ‘apuesten a amar con todo a Dios y al prójimo, y lejos de experimentar que te vaciás, vas a experimentar que te llenás”, aseguró. “Y en eso el Espíritu trabaja en nosotros de tal manera que te llenás por tu amor y por el Espíritu que ama en vos. Es un gran misterio el que nos invita a vivir Jesús. No un amor pequeño, sino un amor total, que te engrandece, te llena, te plenifica”.
Finalmente, llamó a “apostar por la magnanimidad”. En la confrontación, advirtió, “Jesús aparentemente sale perdiendo, porque se le llevan la vida. Pero aparentemente. La magnanimidad es una apuesta a entregarse totalmente a Dios y al prójimo y a perseverar y saber que el amor duele, y duele en serio, no duele poquito, duele en serio, duele mucho a veces. Pero ahí estamos perseverando y no perseverando de cualquier manera. Porque la magnanimidad, te invita a perseverar en un amor que es clemente, misericordioso, benigno con el otro, que es generoso”.
“En tiempos de pandemia, de enfermedad, pero también en tiempo de tantas pandemias, -de la pandemia de la violencia que es contagiosa y que se lleva puesta vidas, en medio de la pandemia de la violencia, de la violencia verbal, de la violencia gestual, deberíamos nosotros también ser capaces de la pandemia del amor magnánimo, como nos enseñó Jesús”, aconsejó, invitando a “pedirle a Dios la gracia de perseverar, de perseverar en esta opción de vida”.+