Mons. Mestre: 'El motivo del envío del Hijo es el amor'
- 14 de marzo, 2024
- La Plata (Buenos Aires) (AICA)
"Dios no se queda en palabras vacías, sino que realiza hechos concretos: entrega por amor a su propio Hijo único para la salvación del mundo", aseguró el arzobispo de La Plata.
El arzobispo de La Plata, monseñor Gabriel Mestre, ofreció los tres puntitos de reflexión para el cuarto domingo de Cuaresma.
A la luz de los textos bíblicos de ese día, propuso reflexionar sobre tres aspectos.
La Cruz de Cristo: verdadera medicina de Dios
En el primero punto, recordó que, en dos versículos de las lecturas de ese domingo, ante “la realidad del pecado del pueblo, Dios ‘manda’ unas serpientes abrasadoras que mordían y provocaban la muerte de muchos. Cuando los miembros del pueblo reconocen su pecado y piden perdón, Dios les da como remedio, como medicina, que miren una serpiente de bronce colocada en el extremo de un mástil, sostenida por Moisés. Todo el que era mordido, al mirar este signo quedaba curado”.
“Así como la medicina de la Primera Alianza fue mirar a la serpiente levantada en alto, en la Nueva Alianza, la medicina será el Hijo del hombre levantado en alto, que trae Vida Eterna a todo el que cree en Él”, manifestó.
Y agregó: “Jesús, en el Evangelio del día, recrea y profundiza de manera simbólica el episodio del Primer Testamento, para referirlo a su crucifixión y glorificación. Cristo muerto y resucitado será la nueva medicina para sanar la enfermedad del pecado y la muerte espiritual en el corazón de los seres humanos”.
“Así como la serpiente era un signo de salvación que curaba a los que la miraban, la Cruz de Cristo será signo de salvación para los que la contemplen”, enfatizó.
Un Dios rico en misericordia que quiere la salvación
El arzobispo platense señaló que “Dios ama tanto al mundo, que entrega a su propio Hijo, para que todos tengan vida eterna, no para la condenación, sino para la salvación de las personas”.
“La segunda lectura comenzará diciendo que Dios es rico en misericordia. Qué importante recuperar para nuestra experiencia religiosa este aspecto: Dios quiere que el mundo se salve, Dios no viene a condenar al mundo, sino que trae la salvación. Dios es Amor con mayúsculas y estas, y no otras, son sus verdaderas intenciones”, subrayó.
Además, pidió recordar siempre que el “motivo del envío del Hijo es el amor”. “Dios no se queda en palabras vacías, sino que realiza hechos concretos: entrega por amor a su propio Hijo único para la salvación del mundo. Dios no se complace en la situación pecadora de la humanidad, ni viene como juez implacable y vindicativo, sino que, por el gran amor y misericordia que nos tiene, busca restaurar en nosotros la imagen deteriorada por el pecado: esto es la salvación”, continuó.
Elección de la Luz o las tinieblas
En otros pasajes de la narrativa evangélica de ese día, monseñor Mestre recordó que se mencionaban dos posibles respuestas de la humanidad ante el designio y la propuesta de Dios: “Creer o no creer; la Luz o las tinieblas; la Verdad o la mentira; el Bien o el mal; los mandamientos y las obras buenas o el pecado”.
“Se impone la elección. Dios hace al ser humano libre y le da la posibilidad de elegir. De la determinación de cada uno, depende la salvación o la perdición. La fe y la incredulidad aquí se confrontan en un férreo combate. La razón de la incredulidad son las ‘malas obras’, ‘lo malo’; por eso, huye el pecador de la Luz”.
“En la respuesta de fe -dijo- se realiza el juicio mismo de Dios sobre cada una de las personas. Es aquí donde la responsabilidad y el buen uso de la libertad para elegir se ponen en juego”.
Finalmente, señaló: “Es un texto evangélico inquietante. Percibimos con claridad que el juicio final no está tan lejos. Tenemos que decidirnos, tenemos que entrar en la dinámica de la elección, tenemos que jugarnos en serio por Dios y su Palabra, con la misma fuerza que Él nos da”.+