Mons. Díaz anima a dejarse conducir por la acción del Espíritu Santo
- 20 de mayo, 2024
- Concepción (Tucumán) (AICA)
El obispo de Concepción destacó la importancia de la espiritualidad y de la interioridad, frutos de la acción del Espíritu Santo, como respuesta a un mundo que está sediento de Dios.
El obispo de Concepción (Tucumán), monseñor José Antonio Díaz, presidió el sábado la vigilia de Pentecostés en una jornada en Plaza Mitre que llevó por lema "Con la fuerza del Espíritu Santo abramos nuestros corazones sin mezquindad" y que incluyó alabanzas, oración, prédica, testimonios y la santa misa.
En su homilía, el prelado destacó la acción santificadora del Espíritu Santo, “que conduce internamente, es el maestro interior, aquel que nos ayuda a comprender todas las cosas”.
“Nosotros no podríamos reconocer, ni hablar de Dios, ni elevar nuestra oración a Dios si no estuviéramos movidos por la acción del Espíritu Santo. Por eso es tan importante para la vida de la Iglesia la espiritualidad”.
En ese sentido, sostuvo que la espiritualidad “es la riqueza que hoy el mundo busca”. “Hoy el mundo necesita autenticidad, y la autenticidad brota del fruto de la acción del Espíritu Santo, brota de esa interioridad y de esa espiritualidad”, planteó.
Por eso, animó a ser “una Iglesia que ponga más fuerza en lo espiritual que en lo insititucional”, como respuesta a un mundo que está sediento de Dios, “sediento de esa fuerza transformadora del Espíritu que nos hace ser nuevos”.
“No podemos renovarnos como Iglesia si no es mediante la acción del Espíritu Santo que nos lanza a la misión de evangelizar. No se puede anunciar el Evangelio si no es con el impulso del Espíritu Santo en nosotros”, consideró, e invitó a “reflotar en cada uno la acción del Espíritu que nos santifica, nos orienta, que nos llena de Dios”.
“Por eso necesitamos poner el foco en lo que el Espíritu tiene para decirnos en cada momento, y no esperar momentos extraordinarios sino en lo cotidiano”, añadió.
Por último, el prelado consideró: “No solo no tenemos el entusiasmo que deberíamos tener para predicar el Evangelio, sino que a veces reconocemos que no tenemos la formación suficiente para hacerlo. Las dos cosas se superan dejándonos conducir por la acción del Espíritu Santo”.+