Mons. Conejero: "María, madre de consuelo y esperanza nuestra"
- 7 de julio, 2020
- Formosa (AICA)
El obispo de Formosa, monseñor José Conejero Gallego, destacó que no hay nada mejor que sentir el consuelo y esperanza de la Virgen María, nuestra madre, en momentos de tribulaciones y pandemias.
El obispo de Formosa, monseñor José Vicente Conejero Gallego, destacó que no hay nada mejor que sentir el consuelo y esperanza de la Virgen María, nuestra madre, en momentos de tribulaciones y pandemias.
“Jesús, en la hora suprema de su entrega, mientras agonizaba en la Cruz, tuvo junto a sus pies la presencia silenciosa y el consuelo de su madre”, recordó.
En su editorial en el periódico diocesano Peregrinamos, el prelado sostuvo que en julio, cuando se celebra la fiesta patronal diocesana en honor de Nuestra Señora del Carmen, los formoseños también “necesitamos y anhelamos ardientemente sentir la presencia y la ternura de nuestra Madre”.
“En el pasado abril, ya tuvimos que renunciar a las celebraciones gozosas del Congreso Mariano Nacional, en honor de María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Valle, en la ciudad de Catamarca; de manera semejante, a causa de la pandemia del coronavirus, tendremos, seguramente, que renunciar este año, a nuestras festivas asambleas, procesiones y manifestaciones multitudinarias del Pueblo de Dios, en honor de nuestra madre y patrona”, anticipó.
“Pero, de lo que estamos plenamente seguros es de nuestra fe, esperanza y amor grandes a María, nuestra Madre y Patrona, aunque no podamos expresarlo exteriormente. Y con mayor razón, ante esta novedosa adversidad, deberemos acrecentar en nosotros la humildad y la paciencia, virtudes de María y, a ejemplo suyo, conservar todo esto en nuestro corazón”, subrayó.
Monseñor Conejero Gallego afirmó que “los hechos que acontecen en la vida nos hablan”, por lo que invitó a reflexionar e interpretarse a la luz de la fe, para discernir “todo el bien que puedan dejarnos”.
“Así de esta pandemia global del Covid-19 que padecemos, que si bien pedimos al Señor la aleje cuanto antes de nosotros y del mundo entero, extraemos lo siguiente: en primer lugar, que el hombre no es autosuficiente, que debemos reconocer la fragilidad y vulnerabilidad humana”, indicó.
“Ahora estamos experimentando la necesidad y urgencia de cambios profundos en nosotros mismos, con los demás y con la misma naturaleza, libremente, sin coacciones de decretos: menos avaricia y ambiciones, reducción de consumo de cosas innecesarias, y, por lo tanto, mayor sencillez y austeridad de vida; en cuanto a las relaciones humanas: preocuparnos por los otros, con una mayor participación en la comunidad y en la búsqueda real del bien común, mayor igualdad, tolerancia, fraternidad y paz para la única familia humana, que todos formamos”, reflexionó.
“En medio de la presente crisis, en que la pobreza y el desempleo aumentan; percibimos, no obstante, signos de esperanza. Hay una mayor búsqueda y confianza en Dios, desencantados, quizás, de los proyectos y planes de los hombres poderosos; así como también, en los gestos concretos de numerosas iniciativas de solidaridad, especialmente para con los niños, los ancianos y las familias más pobres de nuestras comunidades”, subrayó.+