Mons. Castagna deseó una auténtica y verdadera Navidad
- 23 de diciembre, 2022
- Corrientes (AICA)
"Es vital recuperar la identidad de esta Fiesta, aún para quienes no creen. Al desear feliz Navidad a quienes amamos, ofrezcámosla de verdad", planteó el arzobispo emérito de Corrientes.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, destacó: “La Navidad es verdad, toda verdad”, por eso “reencontrarse con ella es encontrarse realmente con el Dios Salvador”, agregó.
“Se nos ofrece actualizar la Navidad original, en la que hoy celebramos. De esa manera, demostraremos que el mensaje navideño no ha perdido vigencia. Cada año se repite la memoria del Nacimiento de Jesús. Quien es eterno se ciñe al tiempo”, aseguró
“El amor de Dios no tiene límites ni fronteras. Nuestros coetáneos reciben el mensaje navideño de quienes creen y regulan sus vidas de acuerdo con su contenido. De otra manera, la Navidad no será la de Nuestro Señor Jesucristo”, advirtió.
En este sentido, el prelado señaló que “constituirá una fiesta popular, robada a la fe cristiana, que ofrece la ocasión de reunirse entre familiares y amigos. Nada más”.
“Es vital recuperar su identidad, aún para quienes no creen. Al desear feliz Navidad a quienes amamos, ofrezcámosla de verdad: Jesucristo, Dios y hombre”, concluyó.
Texto de la sugerencia
1.- Juan, el evangelista del Verbo encarnado. La Navidad, que hoy celebramos, trae toda la novedad del amor divino. Por ello elegí el prólogo del Evangelio de San Juan, proclamado en la Misa del día. Un texto, que en el rito preconciliar de la Misa se incluía como un anexo. Es admirable la agudeza sobrenatural del Apóstol y evangelista San Juan. Es el Apóstol teólogo de la Encarnación del Verbo eterno. Este prólogo es un compendio irreemplazable para comprender este Misterio. ¡Cuánto inspira en el momento de comprender y celebrar la Navidad! Es preciso escucharlo o leerlo, de manera continua, como se recita el Credo. Jesús es el Verbo, pronunciado eternamente por el Padre. No llegamos a Dios sino por Cristo, el Verbo hecho hombre. En consecuencia, sin su conocimiento, el mundo no atina con la orientación trascendente de sus realizaciones históricas. La fidelidad a Cristo del Apóstol joven, se destaca - “el discípulo a quien Jesús amaba” - es modélica y orientadora de nuestra propia fidelidad.
2.- Una triste corriente idolátrica. San Juan revela a Jesús como el Dios encarnado. Es urgente que el mundo entienda que Cristo es el Camino que conduce a una verdadera relación personal con Dios. El mismo Juan lo pone en labios de su Maestro: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. (Juan 14, 6-7) Es obvio que sin una instrucción sobre el Misterio del Verbo encarnado, se confundirán los más inteligentes e inventarán torpes sustituciones. Es entonces cuando se produce una corriente idolátrica imparable. Algunas expresiones navideñas aparecen con inocentes tonalidades folclóricas, que no alcanzan para conducir a la verdadera Navidad. La predicación apostólica se pone al exclusivo servicio de un pueblo que reclama – quizás sin expresarlo - su necesidad de encontrar a su Salvador. La lectura de las Cartas Paulinas, de la Carta a los Hebreos y de las llamadas “Cartas católicas”, demuestra el celo de los Apóstoles por hacer conocer a Cristo. San Juan expone proféticamente lo que acredita al ejercicio del Ministerio apostólico. El amor a Cristo inspira su ardiente deseo de hacerlo conocer.
3.- El Niño recién nacido es Dios. Sabe él, desde su viva experiencia, que los hombres no hallarán la Verdad que buscan si no se adhieren a Cristo por la fe. Será el Apóstol preferido, aunque no de mayor jerarquía, lo precederá Simón Pedro. La percepción del Misterio de Cristo - que lo destaca - aportará espontaneidad juvenil y sabiduría sobrenatural a su predicación. Sus cartas y el Evangelio, redactado a edad muy avanzada, nos ofrecen una visión meridiana de fe, para intuir y testimoniar la divinidad de su Maestro y Señor. El pequeño Niño, recién nacido de María Virgen, es Dios verdadero. Vino y viene a salvarnos. Por ser Dios es nuestra Salvación, y por ser hombre se constituye en el único Camino que conduce hacia Él mismo, como Salvador. ¡Qué lejos está el aparatoso festival de luces navideñas, que hoy instalan los hombres! Se nos presenta la ocasión de superar esta incomprensible e imperceptible anomalía. La Palabra de Dios tiene todo el derecho de ser escuchada. El mundo, agobiado por sus cosas, necesita salirse del pantano y recorrer un nuevo camino. Dios viene en su ayuda, ofreciéndole el único Camino. Ésa es la auténtica Navidad. No entenderla así es confundirla con un cuento de hadas. La Navidad es verdad, toda verdad. Reencontrarse con ella es encontrarse realmente con el Dios Salvador.
4.- La auténtica Navidad. Se nos ofrece actualizar la Navidad original, en la que hoy celebramos. De esa manera demostraremos que el mensaje navideño no ha perdido vigencia. Cada año se repite la memoria del Nacimiento de Jesús. Quien es eterno se ciñe al tiempo. El amor de Dios no tiene límites ni fronteras. Nuestros coetáneos reciben el mensaje navideño de quienes creen y regulan sus vidas de acuerdo con su contenido. De otra manera la Navidad no será la de Nuestro Señor Jesucristo. Constituirá una fiesta popular, robada a la fe cristiana, que ofrece la ocasión de reunirse entre familiares y amigos. Nada más. Es vital recuperar su identidad, aún para quienes no creen. Al desear feliz Navidad, a quienes amamos, ofrezcámosla de verdad: Jesucristo, Dios y hombre.+