Mons. Castagna: un cambio en los cristianos, para que la fe viva
- 16 de septiembre, 2022
- Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes recordó que el secreto de la evangelización es la "proclamación frontal de la Palabra y el testimonio de santidad", a los que consideró: "Absolutamente inseparables"
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “la Palabra de Dios se encarna para generar ‘hombres nuevos’”.
“El modelo propuesto es el mismo Cristo. Si no se produce un cambio en el comportamiento de quienes se consideran cristianos, la fe resulta muerta: ‘lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta’”.
En su sugerencia para la homilía dominical, el prelado sostuvo que “el mundo observa la conducta de los creyentes porque descree del discurso sin testimonio de vida”.
“Cuando comprueba que la Palabra está formulada desde la santidad del evangelizador acepta su mensaje y se rinde a él”.
“Es ésta una verdad incuestionable aunque su interlocutor la rechace, mal usando su libertad. Es éste el secreto de la evangelización: proclamación frontal de la Palabra y el testimonio de santidad. Absolutamente inseparables”.
Texto de la sugerencia
1. La habilidad y astucia para el bien. Jesús se refiere a la habilidad que manifiesta el mundo cuando se trata de eludir responsabilidades en la comisión de diversos delitos. Nadie quiere rezar el “yo pecador”, no obstante, sí juzgar y condenar a sus adversarios. Revertir esa mala costumbre es el resultado de la auténtica ascética cristiana. Tenemos los mandamientos para orientar nuestro comportamiento ante Dios y ante los hombres. La ponderación del administrador deshonesto no constituye la aprobación de su comportamiento delictivo. Jesús desea alentar a los buenos, a que adopten la habilidad que los deshonestos aplican en sus diversos delitos, en una conducta honesta y fiel a la voluntad de Dios. Su enseñanza no admite margen al error: “Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz” (Lucas 16, 8). Una simple observación, en el panorama habitual, coincide con las palabras de Jesús.
2. Una mirada honesta inspirada en la Palabra. ¡Cuánta habilidad desperdiciada en el mal! Me refiero a la mentira y a la corrupción en las que están abiertamente entrampados tantos hermanos nuestros, hasta nosotros mismos. El pecado, como el mal inspirado por el Demonio, se viste de verdad y de hábil manejo político e institucional. Jesús vino, y viene, a desmontar ese entramado nefasto con que se pretende tapar la verdad y entronizar el mal. Esta observación no responde a una visión jansenista de la vida cristiana, tampoco a cierto negacionismo de la real existencia del pecado. Responde a una mirada honesta, inspirada en la Palabra y cuestionadora del mal moral. Queda aún una extensa acción misionera que transmita al mundo, con sagacidad, el Evangelio del Señor. No puede ser que el mundo fatuo prevalezca sobre quienes, por timidez e ingenuidad, se declaran superados y desplazados por el error y la corrupción. Que nuestros ciudadanos, bautizados en la Iglesia Católica, hagan sentir, en medio de esta contradictoria sociedad, la impronta de la Palabra de la fe que dicen profesar. Cristo es el Redentor del mundo. Su presencia cobra una urgencia imponderable en circunstancias como las actuales.
3. La fe conduce a obedecer a Dios. El Señor añade sabias recomendaciones, de su personal inspiración. La práctica de la fe se concreta en obras, como las mencionadas por el Apóstol Santiago. De otra manera, la fe pierde su fuerza renovadora, está muerta. Es preciso examinar constantemente si nuestra fe conduce a la obediencia al Padre o queda en una simple declamación convencional. La fidelidad a una voluntad que nos supera requiere nuestro empeño generoso. De esta manera, la fe formal de la mayoría de los ciudadanos gravitará realmente en el auténtico bien de todos. Jesús extiende las exigencias prácticas de la fe -en su calidad de Palabra eterna encarnada- a todos. Nadie queda al margen: “El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho” (Lucas 16, 10). No hay “parvedad de materia”, como se afirmaba antiguamente, con respecto al cumplimiento de algunos mandamientos. El ladrón es un deshonesto robe unas alpargatas o varios millones de dólares. La mentalidad delictiva lo descalifica moralmente. Es la oportunidad la que lo distingue, vale decir, quien roba unas míseras alpargatas robará una voluminosa valija de dólares si se le ofrece la oportunidad.
4. La fe viva. La Palabra de Dios se encarna para generar “hombres nuevos”. El modelo propuesto es el mismo Cristo. Si no se produce un cambio en el comportamiento de quienes se consideran cristianos, la fe resulta muerta: “Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta” (Santiago 2, 17). El mundo observa la conducta de los creyentes porque descree del discurso sin testimonio de vida. Cuando comprueba que la Palabra está formulada desde la santidad del evangelizador acepta su mensaje y se rinde a él. Es ésta una verdad incuestionable aunque su interlocutor la rechace, mal usando su libertad. Es éste el secreto de la evangelización: proclamación frontal de la Palabra y el testimonio de santidad. Absolutamente inseparables.+