Mons. Castagna: Jesús enseñaba como maestro a tiempo completo
- 29 de enero, 2021
- Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes, Mons. Domingo Castagna, difundió sus sugerencias para la homilía, esta vez del Domingo de la Palabra.
Prosiguiendo con su habitual y semanal reflexión homilética, el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, difundió el texto de sus sugerencias para la homilía dominical, esta semana centradas en el texto de Marcos del Domingo de la Palabra.
Jesús, expresa monseñor Castagna, comenzó a enseñar y enseñaba como maestro a tiempo completo, y a sus primeros apóstoles les aconsejaba que no se hicieran llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro, y reconocerlo es haber llegado al conocimiento de la Verdad que Dios ofrece al mundo para que retome el camino perdido.
Estas reflexiones o sugerencias para las homilías las expone el prelado correntino en los cuatro puntos siguientes:
Comenzó a enseñar
La Iglesia, a través de su Liturgia y echando mano a su experiencia pedagógica, revela la verdadera semblanza de Jesús. Lo hace con trazos simples y descriptivos, en una cotidianidad que lo asemeja y, al mismo tiempo, lo destaca en medio del pueblo: “Entraron en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar” (Marcos 1, 21). Su magisterio único, como de “quien tiene autoridad”, está respaldado explícitamente por su Padre Dios: “Este es mi Hijo muy querido en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo” (Mateo 17, 5). Es el Maestro -por ser el Cristo- que encarna al Verbo eterno y revela la Verdad que el mundo necesita. Nadie puede prescindir de Él, sin arriesgarse a perder definitivamente el rumbo. El empeño desafortunado por marginarlo de la vida cotidiana, amordazando a sus apóstoles y profetas, es la prueba de la gravedad de los intentos antirreligiosos hoy comprobados.
Para el conocimiento de la Verdad
“En cuanto a ustedes, no se hagan llamar “maestro”, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos” (Mateo 23, 8). Reconocerlo es haber llegado al conocimiento de la Verdad que Dios ofrece al mundo para que “enderece sus sendas” y retome el camino perdido. Sé que estas expresiones serán consideradas ingenuas, como emanadas de un profesionalismo religioso de poca o nula utilidad entre las categorizaciones en boga. Perdido el sentido de “lo único necesario”, se excluye, como lo más natural, la perspectiva de lo trascendente, en aras de un inmediatismo enloquecido y desabrido. Constituye la causa palpable de un estado de disgusto y tristeza que tiende a generalizarse. La escena de Betania ilustra tal sensación: María “elige la mejor parte” y Marta se disgusta con su hermana; y como reacción la denuncia ante el Maestro. Está desorientada y pretende erigir como correcta su desorientación. Así se lo hace entender el mismo Jesús.
Maestro a tiempo completo
Jesús aprovecha cada ocasión para enseñar, es Maestro a tiempo completo. Lo que aconseja a sus discípulos lo muestra realizado en su relación con quienes se le acercan: “Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente” (Mateo 10,8). La gratuidad es el rasgo esencial del amor verdadero. El que ama ofrece su propia vida a quien -o a quienes- ama de verdad. Con esta clave de interpretación debemos leer la historia de Jesús. De otra manera no lograremos conocerlo bien. Para que el mundo no se pierda en teorías erróneas sobre su identidad, es preciso escucharlo y contemplarlo, guiados por las Santas Escrituras y por sus legítimos y acreditados testigos: los apóstoles y sus sucesores. Para ello es preciso que la Buena Noticia sea transmitida a nuestro mundo, atravesando sus objeciones, dudas y formas modernas de agnosticismo. Se impone revisar honestamente el ejercicio del ministerio profético y sacerdotal de nuestra Iglesia. Nos encontramos con su necesidad, como también con nuestras actuales debilidades y contradicciones.
¿Y la fe religiosa?
De inmediato, como signo de que su enseñanza es auténtica, Jesús libera del Demonio a un pobre hombre. Todo un hecho histórico, simbólicamente proyectado sobre nuestra conflictiva sociedad. Las secuelas de la pandemia y, particularmente, de la desmedida cuarentena, se hacen sentir en el ánimo de las personas. Al escuchar los comentarios de diversos profesionales, ciertamente muy razonables, inspirados por diversos enfoques científicos, advierto poca referencia al rol innegable de la fe religiosa. Sin embargo, resulta imprescindible la perspectiva de la fe -en nuestro caso “cristiana”- para el restablecimiento de la salud, dañada por el temible Covid-19. “¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad: da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!” (Marcos 1,27).+