Viernes 15 de noviembre de 2024

Mons. Barba llamó a los jóvenes a quererse "como Dios nos quiere"

  • 17 de noviembre, 2020
  • San Luis (AICA)
Debido a la pandemia, la Caminata Juvenil Mariana, que se lleva a cabo cada año en San Luis, este año tuvo una nueva versión: La Caravana Juvenil Mariana.
Doná a AICA.org

La tradicional Caminata Juvenil Mariana, que se lleva a cabo cada año en la diócesis de San Luis, este año tuvo una nueva versión debido a la pandemia: La Caravana Juvenil Mariana, que se llevó a cabo el domingo 15 de noviembre a las 17.

Los participantes de la Caravana, en su mayoría jóvenes, se congregaron en la puerta de la iglesia Nuestra Señora del Rosario del Trono y partieron en caravana de autos hacia el terreno del futuro Santuario de Schoenstatt, en el barrio Cerros Colorados, de Juana Koslay. La imagen del Santo Cristo de la Quebrada acompañó todo el recorrido. Hubo una parada en el Hospital Central de San Luis, en donde el obispo de San Luis, monseñor Gabriel Barba, rezó unos minutos por los enfermos y afectados por el Covid-19. 

Luego del momento de oración, la caravana siguió hasta el terreno de la Virgen. Allí, a las 19:30 se celebró la misa que presidió el obispo, acompañado por sacerdotes, seminaristas y colaboradores. 

En su homilía, el prelado destacó: “En la primera lectura de hoy quiero rescatar una pequeña frase en la que hoy celebramos la Caminata-Caravana Juvenil, y decía en el Libro de los Proverbios ‘engañoso es el encanto y vana la hermosura’. En ese sentido, consideró: “La juventud es una enfermedad que se cura con los años. Así que de esa, nos curamos todos lamentablemente”. Por eso, aconsejó: “Disfruten mientras tengan esa hermosa enfermedad que es la juventud, pero vivida con esta luz del Evangelio. No todo lo que brilla es oro. Ni todo lo que parece bello es tal”.

Seguidamente, sostuvo: “Por eso la importancia de conocer a Jesús, de seguir a Jesús, de no tener miedo de cargar la cruz, de reconocernos como Dios nos reconoce, querernos como Dios nos quiere”, y añadió: “Dios no me quiere mañana, me quiere hoy. Dios me quiere santo, pero ya me quiere aun siendo pecador, porque por eso dio su vida”.

A continuación se refirió al Evangelio y a la parábola de los talentos y destacó la importancia de “reconocernos en la diferencia. Es un valor la diferencia, ser distintos, con distintas capacidades, con distintos pensamientos, es un valor”.

Luego dijo que este valor nos distingue como personas únicas e irrepetibles, “nosotros desde la fe y llamados a la comunión a ser uno en Cristo, iluminados por Cristo desde nuestras diferencias en comunión. Esta es la riqueza de la Iglesia”.

Más adelante expresó “la unidad es el amor, es el espíritu, es el don de Dios” que desde las distintas realidades, los distintos dones, distintas capacidades, enriquece a la Iglesia en la variedad, en la unidad.

“Estos jóvenes recibieron un talento que no es para sí mismos y no todos respondieron igual. Los dos primeros lo hicieron producir y multiplicar, y hubo un último, el que había recibido un solo talento, y ¿qué hizo con su talento?, lo enterró porque tuvo miedo”. 

“El miedo -reflexionó- puede paralizar a los valientes, puede frenar el jugarnos, pero si no nos jugamos nunca vamos a ser hombres y mujeres de Dios”. Y afirmó que éste último, “no entendió a Dios, y es Dios quien nos da los talentos”.

“Yo me pregunto, ¿Dónde nos paramos?, ¿Qué hacemos nosotros de los dones que Dios nos dio? ¿Los ponemos al servicio? ¿Vencemos los miedos?”, y afirmó: “El miedo se vence con la confianza en la providencia, que es lo que han hecho todos los grandes santos”.

“¿En qué Dios creemos?, ¿Creo en un Dios que cree en mí? ¿Creo en un Dios que confía en mí?, ¿Me abandono en Dios, de verdad? Este que enterró el talento, no entendió a Dios”, planteó. 

Ante las distintas realidades, monseñor Barba preguntó: “¿Creemos en el mismo Dios? Y creo que no. Yo creo en el Dios de Jesucristo, en el que da la vida, en el que ama al pecador, el que vino para salvar, no el que vino para condenar, para acusar”. Y añadió: “Por eso no quiero enterrar el talento y estoy dispuesto a equivocarme, porque quiero jugarme y la certeza la voy a tener en la fuerza y en la gracia de Dios, porque en él confío”.

Antes de culminar su homilía, el prelado dijo que este Evangelio nos invita a responder al llamado “sabiendo que somos administradores. Todos vamos a tener que rendir cuentas frente a Dios”, y agregó que “en una sola cosa seremos juzgados en el juicio final: en el amor”.

“Ojalá que estos grandes dones que todos hemos recibidos, los pongamos al servicio de los demás y en definitiva, al servicio de Dios para llegar a ser verdaderamente nosotros mismos como Dios nos soñó en su infinita misericordia”.

El obispo se refirió también a la Jornada Mundial de los Pobres, ya que en varias parroquias de la diócesis, hubo gestos solidarios, y pidió a Dios para que los pobres siempre tengan un lugar en nuestro corazón.

Más adelante, el obispo agradeció a todos quienes colaboraron en esta XXII Caravana Juvenil Mariana, a los distintos grupos parroquiales, a los seminaristas, entre otros, y prosiguió con la oración de consagración a la Virgen. Antes de finalizar, el prelado imprtió la bendición final.+