Jueves 26 de diciembre de 2024

La capellanía del Ejército Argentino cumplió 210 años

  • 30 de noviembre, 2023
  • Buenos Aires (AICA)
"Renuevo la gratitud de poder asistir y dar lo más valioso que hemos recibido, a Jesús", expresó el obispo castrense en el Día del Servicio Religioso del Ejército Argentino.
Doná a AICA.org

“En el Día del Servicio Religioso del Ejército Argentino, aprovecho la ocasión para renovar la gratitud de poder asistir y dar lo más valioso que hemos recibido, a Jesús. Cada capellán, como pastor al estilo de Cristo Buen Pastor, hace suyas las palabras de Pedro: “No tengo oro ni plata, pero te doy lo que tengo: al Mesías Jesús, el Nazareno”, expresó el obispo castrense, monseñor Santiago Olivera, en la carta dirigida a los capellanes del Obispado, con motivo de Día del Servicio Religioso del Ejército Argentino, celebrado el 29 de noviembre. 

El prelado recordó que, “el 29 de noviembre de 1813, la Asamblea Constituyente nombró al primer Vicario General Castrense de los Ejércitos de la Patria, y de esta manera se daba el valor jurídico al Clero Castrense”. “Así, entonces, el Poder Ejecutivo -explicó monseñor Olivera- nombraba vicario general castrense de los Ejército de la Patria al provisor y gobernador del obispado de Buenos Aires, canónigo Dr. Diego Estanislao de Zavaleta

En su misiva, el prelado castrense subrayó a los capellanes: “Nuestro servicio, como bien se reza en la jornada, es un servicio religioso que tiende a establecer, restablecer, fortalecer o suscitar esa relación personal y comunitaria con Dios. Somos instrumentos necesarios, no por nosotros mismos, sino porque hemos sido elegidos por ese acto de amor de Dios, que nos ha llamado, con nuestras fortalezas y fragilidades, a esta gran misión: anunciar a Jesús, proclamar su Buena Noticia y animar la misión de estos hombres y mujeres que -por amor a la Patria- no escatiman la entrega de la propia vida si fuese necesario”.

Monseñor Olivera alentó a los sacerdotes a no temer “gastar y desgastar nuestras vidas, en el anuncio y la misión que, como sacerdotes, Dios ha puesto en nuestro corazón de pastores”.

El obispo castrense agradeció a Dios “la posibilidad de poder involucrarnos en la vida de tantos hombres y mujeres que cuidan, como centinelas de la paz, nuestro suelo argentino y más allá de sus fronteras. La posibilidad de que nos confíen sus pesares y, también, sus logros. Sus desafíos y contrariedades. Ser, para ellos, esa imagen de Jesús, el Pastor Bueno, que nos experimenten cercanos, solícitos y presentes”; y agradeció también “la labor de cada capellán que, con generosidad y alegría, vive la misión de servir a los que nos sirven, con un corazón sacerdotal, siempre sacerdotal. Bajo el cuidado de María, la Virgen de la Merced, les dejo mi paternal bendición”, concluye la carta de monseñor Olivera.

Los capellanes castrenses en nuestra historia
Durante la dominación colonial de España sobre la región del Río de la Plata, la atención espiritual de los militares era ejercida por capellanes dependientes del Patriarca de las Indias Occidentales, quien era vicario general de los ejércitos españoles con jurisdicción en tierra y mar.

Esa organización fue establecida en 1736 por el papa Clemente XII, a instancias del rey Felipe V de España, mediante el breve Quoniam exercitibus, estableciendo la capellanía mayor y, posteriormente, uniendo ese cargo al del Patriarca. El obispo de Buenos Aires recibía por delegación el cargo de teniente vicario castrense.

En 1764, el papa Clemente XIII dictó el breve Apostolices benignitates, por el cual declaró súbditos de la jurisdicción eclesiástica castrense a cuantos militares estuviesen bajo las banderas del rey por mar y tierra.

En 1807, monseñor Benito de Lué y Riega, último obispo bonaerense de la era hispánica, llevaba el título de teniente vicario general del Ejército. El Primer Gobierno Patrio mantuvo la atención religiosa castrense que se hacía desde los tiempos españoles. Sabemos que el Ejército Argentino “nació con la Patria en mayo de 1810”, en virtud del decreto del 29 de mayo de 1810, emitido por la Junta cuatro días después de su conformación. Posteriormente, organizó sendas expediciones militares a las provincias interiores. Esta empresa dio origen a los primeros nombramientos de capellanes castrenses de la Patria. 

En 1812, falleció el obispo Lué y Riega y quedó acéfala la jurisdicción castrense. Y fue la Soberana Asamblea Constituyente del Año XIII que autorizó al Poder Ejecutivo para el nombramiento de un vicario general castrense. De esta manera, la Asamblea del Año XIII convalidó lo ya existente y, en efecto, el 29 de noviembre de ese año 1813, el Poder Ejecutivo, cumpliendo con esta normativa, nombró vicario general castrense de los Ejércitos de la Patria al provisor y gobernador del obispado de Buenos Aires, canónigo Dr. Diego Estanislao de Zavaleta, quien de inmediato comenzó a ejercer sus nuevas funciones. Esta designación no contó con la aprobación papal, en razón de la Guerra de Independencia y de la persistencia del reconocimiento vaticano del patronato regio.

Luego de la suspensión de las autoridades nacionales en 1820, el 1º de julio de 1822 fue suprimida la vicaría general castrense por el Gobierno de la provincia de Buenos Aires, pasando sus funciones al clero ordinario. Sin embargo, continuó existiendo de hecho.

A partir del 1º de abril de 1909, se designó un vicario general para el Ejército (vicaría general del Ejército) y otro para la Armada (vicaría general de la Armada), al ser separados los ministerios de Ejército y de Marina en el Gobierno nacional.+