"Hay que transformar todos los espacios de la Iglesia en una gran misión"
- 22 de octubre, 2021
- Buenos Aires (AICA)
Así lo afirmó el director nacional de Obras Misionales Pontificias, padre Jerzy Marian Faliszek SVD, al convocar a la Jornada Mundial de las Misiones prevista para el próximo domingo 24 de octubre.
“Hoy estamos llamados a vivir la misión como estilo de vida, a 'ser misión' y no solo 'hacer la misión'. En este sentido, el papa Francisco nos comparte el gran sueño de transformar todos los espacios de la Iglesia en una gran misión”.
Así lo afirmó el director nacional de las Obras Misionales Pontificias, padre Jerzy Marian Faliszek SVD, en una entrevista con AICA para convocar a la Jornada Mundial de las Misiones prevista para el próximo domingo 24 de octubre con el lema “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”.
- ¿Qué significado tiene el lema de este año: “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”
- En primer lugar, la fe no es cuestión de conocer una doctrina, cumplir con los preceptos, sino una experiencia vital, íntima del encuentro con Dios Trinidad: una experiencia de ser adoptado como hijo de Dios, de ser salvado por el misterio pascual de Jesucristo y ungido por el Espíritu Santo. Cada uno de nosotros recibió la fe en familia, en comunidad y no “directamente del cielo”; por eso, tenemos la misión de transmitir a los demás nuestra vida nueva, la alegría de saber que hay Alguien que transformó nuestra vida.
En segundo lugar, se trata aquí de la vocación profética. Solemos asociar el profetismo con los tiempos del Antiguo Testamento y nos olvidamos que desde el bautismo somos ungidos como profetas; es decir, tenemos que descubrir lo que Dios quiere transmitir a través nuestro a mi familia, comunidad o sociedad.
En tercer lugar, no podemos olvidarnos del mandato misionero, expresado por el Señor en todos los evangelios. Es una voluntad expresada muy claramente por el Señor. Y aunque vemos que un gran parte del mundo desconoce a Cristo, los cristianos hemos transformado la misión en una gran “omisión”.
- Misión es una de las palabras clave del Sínodo de la Sinodalidad, ¿Cómo se la instrumenta en el camino sinodal del hoy de la Iglesia?
- La sinodalidad es un gran sueño del papa Francisco y el camino para lograrlo es muy largo y desafiante. En la Iglesia sinodal se trata de caminar juntos, en la misma dirección, acompañarnos mutuamente. Tal vez suponemos que todos los bautizados “están caminando” y el nuevo Sínodo solo nos ayude a hacerlo “juntos”. Creo que tenemos que asumir una tarea previa, la de poner en camino a muchos bautizados que quedaron parados, caídos, quedados en el borde de camino. Necesitamos nuevamente escuchar y proclamar las palabras del Señor: “Levántate y camina”. Cuando logremos que todos bautizados se conviertan en “seguidores de Cristo”, recién allí podemos decir que estamos “compartiendo el camino”.
-¿Qué implica para los cristianos ponerse en estado de misión?
-Todavía permanece en la Iglesia una tradicional comprensión de la misión como una tarea de unos pocos misioneros enviados a los territorios misioneros, y también como “tiempo especial” de una intensa movida pastoral al estilo de misiones populares, misiones de verano, etc. Hoy estamos llamados a vivir la misión como “estilo de vida”, a ser misión y no solo hacer la misión. En este sentido, el papa Francisco nos comparte el gran sueño de transformar todos los espacios de la Iglesia en una gran misión. Desde mi trabajo en las OMP percibo una tendencia a convertir ciertas actividades (asambleas, congresos) o tiempos (octubre misionero) en una meta y no tratarlas como herramientas para dinamizar toda la Iglesia, e incluso a los que no se consideran parte de la Iglesia. No podemos contentarnos con la llegada a los de siempre. La misión tiene sentido cuando somos capaces llegar “al otro”.
- ¿Cuáles deben ser los rasgos del ardor misionero?
- El ardor misionero me hace pensar en la experiencia del fuego, como símbolo de amor, alegría y dinamismo. Jesús compartió con sus discípulos el sueño del fuego que era capaz de transformar los corazones de la humanidad. Este fuego encendió la Iglesia en el Pentecostés y no se puede apagar. Lamentablemente, muchos cristianos vivimos apagados, sin pasión y entusiasmo. Tampoco nos conmueve y mueve el misterio de la resurrección de Jesús, que debería llenarnos de una inmensa alegría. Somos poseedores de grandes tesoros, de una gran esperanza. La Pascua nos abre un nuevo horizonte en medio de las oscuridades de la realidad.
- Unas palabras a modo de reflexión final
- Ante la crisis social, político, cultural y moral, los discípulos de Cristo tenemos que ofrecer con valentía y autoridad, el Evangelio de Jesucristo que tiene el poder de renovar todas las cosas. Hablando del ardor misionero, quiero hacer una referencia a una simple experiencia de un fogón, formado por numerosas leñas. Ellas son capaces de encenderse y mantener la llama mientras se encuentran amontonadas, cruzadas, apiladas. Cuando las dispersamos y separamos del fogón, generalmente se apagan. Como cristianos, podemos arder únicamente cuando experimentamos la unión con Cristo en una comunidad, cuyos miembros viven un ideal de la fraternidad universal.
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