Viernes 15 de noviembre de 2024

Francisco a los filipinos: "No tengan miedo de anunciar el Evangelio, de servir y de amar"

  • 14 de marzo, 2021
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
El Papa celebró hoy la misa por el 500 aniversario de la evangelización de Filipinas y dirigió un mensaje especial a la comunidad cristiana de ese país, un pueblo "al estilo de María y José".
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Este domingo 14 de marzo el papa Francisco celebró, en la basílica de San Pedro, la misa de acción de gracias por el 500 aniversario de la evangelización de Filipinas. La comunidad de ese país presente en Roma participó de la celebración y el Pontífice les dijo: “No detengan la obra de evangelización, que no es proselitismo". 

En su homilía, el Pontífice partió de las palabras que dirigió Jesús a Nicodemo en el Evangelio, y que explican “el fundamento de nuestra alegría”, y precisó que “el contenido del Evangelio no es una idea o una doctrina, sino que es Jesús, el Hijo que el Padre nos ha dado para que tengamos vida”.

“El fundamento de nuestra alegría no es una bella teoría sobre cómo ser feliz, sino que es experimentar el ser acompañados y amados en el camino de la vida”, expresó el Papa, deteniéndose luego en estos dos aspectos de la cita: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único" (Jn 3,16).

En primer lugar, se refirió a “Dios amó tanto”, reflexionando en que Dios “siempre nos ha mirado con amor y por amor vino en medio de nosotros en la carne de su Hijo”. “En Él vino a buscarnos en los lugares donde estábamos perdidos; en Él vino a levantarnos de nuestras caídas; en Él lloró nuestras lágrimas y curó nuestras heridas; en Él bendijo nuestras vidas para siempre”.

En efecto, “en Jesús, Dios pronunció la palabra definitiva sobre nuestras vidas: tú no estás perdido, eres amado". Si por momentos "la escucha del Evangelio y la práctica de nuestra fe ya no nos hace captar la grandeza de este amor”, y quizás "nos deslizamos hacia una religiosidad seria, triste y cerrada", Francisco dijo que "debemos detenernos y escuchar de nuevo el anuncio de la buena noticia".

“Dios te ama tanto que te da toda su vida. No es un Dios que nos mira indiferente desde lo alto, sino un Padre enamorado que se implica en nuestra historia; no es un Dios que se complace en la muerte del pecador, sino un Padre que se preocupa de que nadie se pierda; no es un Dios que condena, sino un Padre que nos salva con el abrazo bendiciente de su amor”.

Seguidamente, Francisco hizo alusión a la palabra “dio”, subrayando que "precisamente porque nos ama tanto, Dios se entrega y nos ofrece su vida". “La fuerza del amor es ésta: rompe la coraza del egoísmo, quiebra los márgenes de la seguridad humana sobredimensionada, derriba los muros y supera los miedos, para convertirse en don”.

“Quien ama así prefiere arriesgarse en el donarse antes que atrofiarse reservándose para sí mismo. Por eso Dios sale de sí mismo: porque ‘amó tanto’. Su amor es tan grande que no puede evitar donarse a nosotros. En Jesús, levantado en la cruz, Él mismo vino a curarnos del veneno que da la muerte, se hizo pecado para salvarnos del pecado. Dios no nos ama con palabras: nos da a su Hijo para que todo el que lo mire y crea en Él se salve”.

Más adelante, Francisco mencionó las veces que "buscamos la alegría donde no la hay", en "ilusiones que se desvanecen", en "sueños de grandeza de nuestro yo", "en la aparente seguridad de las cosas materiales", o "en el culto a nuestra propia imagen". Y recordó: “La experiencia de la vida nos enseña que la verdadera alegría es sentirse amados gratuitamente, sentirnos acompañados, tener a alguien que comparta nuestros sueños y que, cuando naufragamos, venga a rescatarnos y a llevarnos a puerto seguro”.

Luego, dirigiéndose al pueblo filipino, les dijo: “Quiero darles las gracias por la alegría que aportan al mundo entero y a las comunidades cristianas. Pienso en tantas bellas experiencias en las familias romanas -pero es lo mismo en todo el mundo- donde su presencia discreta y trabajadora se ha convertido también en un testimonio de fe”.

El Papa definió a los filipinos como "al estilo de María y José", porque "a Dios le gusta llevar la alegría de la fe con un servicio humilde y escondido, valiente y perseverante". “No detengan la obra de evangelización, que no es proselitismo", les advirtió el Pontífice. 

“El anuncio cristiano que recibieron hay que llevarlo siempre a los demás", ocupándose "de los que están heridos y viven en los márgenes". Como el Dios que se entrega, también la Iglesia "no es enviada a juzgar, sino a acoger; no a imponer, sino a sembrar; no a condenar, sino a llevar a Cristo que es la salvación".

Al concluir, exclamó: “No tengan miedo de anunciar el Evangelio, de servir y de amar. Y con su alegría podrán conseguir que se diga también de la Iglesia: "¡amó tanto al mundo!" Una Iglesia que ama al mundo sin juzgarlo y que se entrega por el mundo es hermosa y atractiva. Que así sea, en Filipinas y en cada lugar de la tierra”.+