El Seminario Diocesano de Avellaneda-Lanús celebró a San Pablo VI
- 1 de junio, 2021
- Wilde (Buenos Aires) (AICA)
El administrador diocesano de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar López, presidió el 29 de mayo en el seminario diocesano, una misa en honor de San Pablo VI.
En el marco de la festividad de San Pablo VI, el administrador diocesano de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar López, presidió el 29 de mayo una Eucaristía en las instalaciones del seminario diocesano que lleva su nombre, en la localidad de Wilde.
En su homilía, el sacerdote consideró que "es difícil tomar un texto de San Pablo VI y no caer en la tentación de leerlo completo". En ese sentido, destacó su sencillez, paralela a su profundidad (cualidades no fáciles de conseguir) que "nos hacen querer seguir ahondando su mensaje". Por eso, eligió centrar su prédica en la unidad, "en la fiesta de este gran Papa que tanto luchó por ella".
"Es cierto que somos únicos e irrepetibles y que cada uno de nosotros tiene una manera particular de hacer las cosas, y que si uno quiere que las cosas se hagan como las haría uno…tendría que hacerlas uno. Porque el otro tiene 'todo el derecho del mundo' de hacer las cosas a su manera y según sus formas", señaló.
"Pero esto no debe ser una excusa para que cada uno, utilizando su libertad, haga en la Iglesia lo que se le ocurra ya que, como Jesús, no hemos venido a hacer nuestra Voluntad sino la de aquel que nos envío", advirtió. "Mis tiempos no son míos y mis proyectos no son míos, porque siempre están supeditados a los tiempos y a los proyectos de Dios que es Aquel al que le hemos consagrado (ya desde nuestro bautismo), nuestras vidas".
"Un solo Cuerpo y un solo Espíritu… Una misma esperanza... Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo… Un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos. Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido… para edificar la Iglesia no nuestros proyectos particulares", enumeró.
"No somos los dueños de la Iglesia, (ni del dogma, ni de la liturgia, ni del derecho canónico, ni de la moral como si pudiéramos buscarle la vuelta hasta que cualquiera de estas u otras disciplinas digan lo que nosotros queremos que digan). Somos simples servidores del Señor que no hacemos más que cumplir con nuestro deber y nuestro deber es la fidelidad al Evangelio de Jesús que al final nos invita a ser uno como el Padre y el Hijo para que el mundo crea", afirmó.
"La fuerza de la evangelización quedará muy debilitada si los que anuncian el Evangelio están divididos entre sí por tantas clases de rupturas. ¿No estará quizás ahí uno de los grandes males de la evangelización?", planteó. "En efecto, si el Evangelio que proclamamos aparece desgarrado por querellas doctrinales, por polarizaciones ideológicas o por condenas recíprocas entre cristianos, al antojo de sus diferentes teorías sobre Cristo y sobre la Iglesia, e incluso a causa de sus distintas concepciones de la sociedad y de las instituciones humanas, ¿cómo pretender que aquellos a los que se dirige nuestra predicación no se muestren perturbados, desorientados, si no escandalizados?".
"En esta casa de formación en la que hoy celebramos esta Eucaristía yo los invito, y nos invito, a vivir y luchar por la unidad, que es la forma primera de la comunión que como su nombre lo indica es 'unión en común'", alentó, y aseguró: "No se puede vivir en comunión ni en unidad si no 'tiramos todos para el mismo lado' con la riqueza que cada uno aporta, riqueza que es un don del Espíritu repartido por el Hijo Resucitado".
Finalmente, animó a "vivir la vida entregándola al Señor en cada momento, respondiendo todos los días a la pregunta de Jesús: ¿Me amás?" y a pedir al Señor “gastarnos” a cada momento por Él, por la Iglesia y por los hermanos que pone a nuestro lado, viviendo la unidad en plenitud.+