El Papa pide rezar para que el mundo sea preservado de la guerra atómica
- 10 de septiembre, 2022
- Ciudad del Vaticano (AICA)
En un mensaje a la Pontificia Academia de las Ciencias, Francisco alertó sobre este riesgo latente y animó a promover el conocimiento que tienen como "objetivo la construcción de la paz".
En su discurso a los participantes en la sesión plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, centrada en "La ciencia básica para el desarrollo humano, la paz y la salud planetaria", el papa Francisco recordó que San Juan Pablo II dio gracias a Dios porque, por intercesión de la Virgen, el planeta no conoció el horror del conflicto nuclear, e invitó a seguir haciéndolo "por este peligro".
"Es necesario movilizar todos los conocimientos basados en la ciencia y la experiencia para superar la miseria, la pobreza, la nueva esclavitud y para evitar las guerras. Rechazando algunas investigaciones, inevitablemente destinadas, en circunstancias históricas concretas, a un final de muerte, los científicos de todo el mundo pueden unirse en una voluntad común de desarmar la ciencia y formar una fuerza de paz".
El pontífice pidió a los miembros de este organismo en particular que promuevan, en este momento de la historia, "el conocimiento que tiene como objetivo la construcción de la paz".
Después de las dos trágicas guerras mundiales, parecía que el mundo había aprendido a encaminarse progresivamente hacia el respeto de los derechos humanos, el derecho internacional y las diversas formas de cooperación. Pero, por desgracia, la historia muestra signos de retroceso. No sólo se intensifican conflictos anacrónicos, sino que resurgen los nacionalismos cerrados, exasperados y agresivos (cf. Encíclica Fratelli tutti, 11), así como nuevas guerras de dominación, que afectan a los civiles, a los ancianos, a los niños y a los enfermos, y causan destrucción por doquier.
El Papa afirmó que nuevas e inquietantes sombras, que parecían destinadas a desvanecerse, envuelven ahora el mundo, por lo que frente a este oscuro escenario, propuso la luz de la oración.
"Los numerosos conflictos armados en curso preocupan seriamente. Dije que era una tercera guerra mundial 'a pedazos', hoy quizás podemos decir 'total' y los riesgos para las personas y el planeta son cada vez mayores. San Juan Pablo II agradeció a Dios que, por la intercesión de María, el mundo había sido preservado de la guerra atómica. Por desgracia, debemos seguir rezando por este peligro, que debería haberse conjurado hace tiempo".
Las palabras del Papa son también una súplica, una exhortación a escuchar el grito de dolor de la tierra y de los que son víctimas de la injusticia.
En nombre de Dios, que creó a todos los seres humanos para un destino común de felicidad, estamos llamados hoy a dar testimonio de nuestra esencia fraterna de libertad, justicia, diálogo, encuentro recíproco, amor y paz, evitando alimentar odio, resentimiento, división, violencia y guerra. En nombre del Dios que nos dio el planeta para salvaguardarlo y desarrollarlo, hoy estamos llamados a la conversión ecológica para salvar la casa común y nuestras vidas junto con las de las generaciones futuras, en lugar de aumentar la desigualdad, la explotación y la destrucción.
Francisco subrayó que "los logros científicos de este siglo deben estar siempre orientados por las exigencias de la fraternidad, de la justicia y de la paz, contribuyendo a resolver los grandes desafíos que la humanidad y su hábitat tienen que enfrentar".
El trabajo forzado, la prostitución y el tráfico de órganos, que son "crímenes contra la humanidad, que van de la mano con la pobreza, también se dan en los países desarrollados, en nuestras ciudades", advirtió, y exclamó: "¡El cuerpo humano nunca puede ser, ni en parte ni en su totalidad, objeto de comercio!".
El pontífice animó a los académicos a trabajar por la verdad, la libertad, el diálogo, la justicia y la paz, diciendo: "Hoy más que nunca la Iglesia católica es aliada de los científicos que siguen esta inspiración".
Entre los pliegues de su discurso, Francisco planteó también una pregunta que se entrelaza con la historia: "¿por qué los Papas, a partir de 1603, quisieron tener una Academia de las Ciencias?"
"La Iglesia -observó- comparte y promueve la pasión por la investigación científica como expresión del amor a la verdad, por el conocimiento del mundo, del macrocosmos y del microcosmos, de la vida en la estupenda sinfonía de sus formas. En la base se encuentra una actitud contemplativa".
"Existe la tarea de custodiar la creación", concluyó.+