Miércoles 25 de diciembre de 2024

El Papa celebró una misa para el pequeño rebaño católico de Mongolia

  • 3 de septiembre, 2023
  • Ulán Bator (Mongolia) (AICA)
En su homilía durante la misa dominical en Ulán Bator, Francisco reflexionó sobre "la sed" dentro de cada ser humano y "el amor que apaga esa sed".
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El Papa Francisco celebró hoy una misa en la Arena Estepa de Ulán Bator ante cerca de 2.000 personas, incluida la comunidad católica del país, formada por unos 1.400 fieles y también peregrinos llegados de otros países de Asia como Filipinas, Vietnam, Corea y China.

En su homilía, el Santo Padre se refirió a esta “sed dentro de nosotros” y “el amor que la apaga”, inspirándose en el Salmo 63 que se acababa de rezar: “Oh Dios […] mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua”. Es precisamente en esta tierra “donde llega hasta nosotros la buena noticia”.

“En nuestro camino no estamos solos; nuestras sequedades no tienen el poder de hacer estéril para siempre nuestra vida; el grito de nuestra sed no permanece sin respuesta”, subrayó Francisco. 

El Papa se detuvo en dos aspectos, “la sed que nos habita y el amor que apaga la sed”.

Las palabras del salmista resuenan particularmente en una tierra como Mongolia: un país inmenso, rico de historia y de cultura, “pero marcado también por la aridez de la estepa y del desierto”. Francisco ha recordado que todos somos “nómadas de Dios, peregrinos en búsqueda de la felicidad, caminantes sedientos de amor”.

Por eso, el desierto que evoca el salmista es nuestra vida: “Somos nosotros esa tierra árida que tiene sed de un agua límpida, un agua que apaga la sed profundamente. Es nuestro corazón el que desea descubrir el secreto de la verdadera alegría, la que incluso en medio de las sequedades existenciales, puede acompañarnos y sostenernos”.

“Sólo el amor apaga verdaderamente nuestra sed, nos hace estar bien, nos abre a la confianza haciéndonos saborear la belleza de la vida. En esta sed está nuestro gran misterio; esta sed nos abre al Dios vivo, al Dios amor que viene a nuestro encuentro para hacernos hijos suyos y hermanos y hermanas entre nosotros”, afirmó el Obispo de Roma.

Reflexionando sobre el segundo aspecto, “el amor que apaga la sed”, Francisco afirmó que es “el contenido de la fe cristiana”: “Es verdad, a veces nos sentimos como una tierra sedienta, reseca y sin agua, pero también es verdad que Dios se hace cargo de nosotros y nos ofrece el agua límpida que apaga la sed, el agua viva del Espíritu que, brotando en nosotros, nos renueva y nos libra del peligro de la sequedad”.

“En el desierto de la vida, -continuó el Papa- en el trabajo de ser una comunidad pequeña, el Señor no nos hace faltar el agua de su Palabra, especialmente a través de los predicadores y los misioneros que, ungidos por el Espíritu Santo, siembran su belleza. Y la Palabra siempre nos lleva a lo esencial de la fe: dejarnos amar por Dios para hacer de nuestra vida una ofrenda de amor. Porque sólo el amor apaga verdaderamente nuestra sed”.

Volviendo al Evangelio del día, que habla de la incapacidad de Pedro para aceptar la Pasión y la Cruz de Jesús, el Papa Francisco dijo que la mundanalidad ejemplificada por Pedro “no lleva a ninguna parte; de hecho, nos deja más sedientos que antes”. Sólo negándonos a nosotros mismos y tomando nuestras cruces, como lo hizo Jesús, podremos saciar la sed de nuestras vidas.

Esta, dijo el Papa, “es la verdad que Jesús quiere que descubramos, la verdad que quiere revelar a ustedes y a esta tierra de Mongolia: no es necesario ser famoso, rico o poderoso para ser feliz. Sólo el amor satisface la sed de nuestro corazón, sólo el amor cura nuestras heridas, sólo el amor nos trae la verdadera alegría”.

El Papa Francisco nos llamó a todos a tomar en serio las palabras del Señor a Pedro, a convertirnos en discípulos de Jesús, a caminar tras sus huellas y a dejar de pensar como el mundo.

“Si hacemos esto”, dijo el Papa, “podremos, con la gracia de Cristo y del Espíritu Santo, caminar por el camino del amor. Cuando perdemos la vida por el Evangelio, el Señor nos la devuelve en abundancia, en la plenitud del amor y la alegría por toda la eternidad”.+