Viernes 15 de noviembre de 2024

Card. Poli: Posibles ecos de Fratelli tuti en nosotros

  • 4 de noviembre, 2020
  • Buenos Aires (AICA)
El cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires, dedicó a los sacerdotes del clero porteño una reflexión sobre el capítulo tercero de la encíclica Fratelli tutti.
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En el marco de la Semana de Formación Permanente del Clero 2020, el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, realizó una reflexión para los sacerdotes y los diáconos, guiado por el capítulo 3 de la nueva encíclica del papa Francisco, Fratelli tutti y con el Evangelio de los dos mandamientos del amor.

“El corazón es la sede de los sentimientos y pensamientos mas nobles del hombre y Dios nos pide que todos deben expresar el amor a Dios, aunque se refieran a las cosas más diversas”, comienza diciendo el cardenal.

Referido al segundo mandamiento que anuncia Dios, semejante al primero, “se muestra que el amor con el que podemos amar a los demás como a nosotros mismo, sigue siendo algo fundamental”. 

Y explica en este tema que “la persona que se asienta sobre el amor a Dios, claramente también ama a su prójimo en todos los aspectos, como a sí mismo. Para Jesús los dos mandamientos son de tanta importancia que de ellos depende toda la ley y los profetas. Es decir, todo lo que Dios nos enseña para vivir y compartir en la Biblia se deben entender como referidos a estos dos grandes principios: los dos planos del amor divino y del amor humano no son independientes y separados. Sino que se intercambian y se unen formando una cruz inmensa y luminosa, que se planta en la tierra, tiene su cúspide del cielo y tiene brazos que rodean el mundo entero”.

La encíclica trata de la fraternidad, de la hermandad, porque “el cristiano es hermano de todos”. Inspirada en la vida de San Francisco, la encíclica anhela “un deseo mundial de la hermandad. “Francisco nos hace caer en la cuenta de que enseñanza de historia como maestra de la vida no ha sido escuchada. Las guerras del siglo 20, que han dejado millones de muertos; el hambre y la pobreza, que se extienden sin límites; y muchos intentos de integración y entendimiento entre los hombres se desvanecieron ante crisis que son difíciles de explicar”, sostuvo el cardenal Poli.

Luego de repasar los puntos fundamentales de los primeros dos capítulos, se detuvo en el tercero: “Posibles ecos de Fratelli Tuti en nosotros”, porque “no podemos dejar pasar la sabiduría que nos regala el papa Francisco, y sobre todo porque además de enseñarla, nosotros tenemos que hacerla pasar por el corazón”. 

“Pensar y gestar un mundo abierto”, es el título con el que comienza el capítulo. “La fraternidad crea familia de palabras que se vinculan con ella y despliegan una amplia diversidad”, mencionó, y agregó las palabras “vínculo”, “comunión” y “amistad social” 

“Después de la lectura de un documento como éste la pregunta es si no se encuentra abierto para encarnar muchas cosas que parecen voltear de la puerta del nuestro sacerdocio y no dejan de impactar en el modo de vivir el ministerio. Pienso que nos hace bien, además de enseñar el contenido en fieles, es necesario que podamos abrevar en sus páginas y pasar por el corazón lo que el Vicario de Cristo nos regala con tanta sabiduría”.

Más adelante hizo mención al “camino para construir un mundo más fraterno”, que aborda la encíclica, cuyo primer escollo es el individualismo: “Francisco dice que el individualismo no nos hace más libres, más iguales, más hermanos”, sino que es “el virus más difícil de vencer”.

“La propuesta de hacer docencia, promoviendo el bien moral que nos propone el Papa es un desafío que nos llama a la conversión pastoral. Sobre todo, sabiendo que en nuestros tiempos se valora más a los testigos que a los maestros, como enseñaba Pablo VI”, recordó luego, porque “solo siendo testigos podremos predicar con autoridad el apego a lo bueno y la tendencia a la benevolencia”.

“Entusiasma la propuesta de Francisco cuando nos dice volvamos a promover el bien para nosotros mismos y para la humanidad, y así caminaremos juntos hacia un crecimiento genuino e integral sin egoísmo, sin violencia ni corrupción”. 

Finalmente, dijo que “la deseada fraternidad demanda una educación del valor solidaridad”. Y destacó que ésta es una “virtud moral y actitud social, fruto de la conversión personal, que exige el compromiso de todos los que tienen responsabilidades educativas y formativas: la familia, los educadores y los medios de comunicación".

Tomando el número 116 de la encíclica, dijo que “está dada para los sacerdotes”, que “practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que en nuestra civilización parece haber olvidado”. El cardenal definió a la solidaridad como “una palabra que expresa mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos”.

“También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, las faltas de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del imperio del dinero. La solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia”, completó. 

Al concluir, el cardenal Poli propuso hacer una oración por la paz y la justicia, guiado por la oración colecta de la misa, y pidió a los sacerdotes que lean la encíclica Fratelli tutti.+